Celos amargos3:1–12 A. El uso de la lengua 3:1–2 1. Disciplina en el hablar 3:3–8 2. Ejemplos 3:9–12 3. Alabanza y maldición 3:13–18 B. Dos clases de sabiduría 3:13–16 1. Sabiduría terrenal 3:17–18 2. Sabiduría celestial A. El uso de la lengua 3:1–12 1. Disciplina en el hablar 3:1–2 ¿Qué efectos tendrán nuestras palabras en aquellos que nos escuchan? ¿Hablamos la verdad en amor? ¿Controlamos nuestra ira, y especialmente nuestra lengua? David sabía que él solo no podía contener su lengua. Por consiguiente, oró con fervor pidiendo que Dios lo ayudara: “Pon un centinela en mi boca, oh Señor; mantén vigilia sobre la puerta de mis labios” (Sal. 141:3). Recomendación A primera vista parece que Santiago introduce un tema. (maestros, v. 1) que tiene poco en común con el versículo siguiente (v. 2). Sin embargo, si nos fijamos detenidamente, nos daremos cuenta de que aquellos que enseñan lo hacen verbalmente, y que sus fallas frecuentemente tienen que ver con las palabras que dicen. Enseñar y usar la lengua van juntos. Ya en el primer capítulo de esta epístola Santiago introduce el tema del uso de la lengua: Amados hermanos míos, tomad nota de esto: sea cada uno pronto para escuchar, tardo para hablar y tardo para la ira. [1:19] Si alguien se considera religioso y sin embargo no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y su religión es vana. [1:26] Vemos el dominio propio reina valera 1960... VERDADERO JUICIO: Para Santiago este tema es sumamente importante. Más que cualquier otro escritor de las Escrituras, Santiago advierte claramente en contra de los peligros de una lengua incontrolable. En la mayor parte del capítulo 3 él habla de domar la lengua (3:1–12). Y en los capítulos siguientes les dice a sus lectores que eviten calumniarse unos a otros (4:11–12) y que hablen la verdad (5:12). Hablar no cuesta nada, decimos. Pero nos expresamos por medio de palabras que reflejan nuestros pensamientos, intenciones y personalidades. Las palabras que decimos influyen sobre aquellos que nos escuchan, y con estas palabras enseñamos a otros. Por consiguiente, los que enseñamos debemos saber qué decir, ya que Jesús dijo que “los hombres tendrán que dar cuenta en el día del juicio de cada palabra descuidada que hayan hablado” (Mt. 12:36). LA RESPONSABILIDAD DE LOS PASTORES “No muchos de vosotros deben presumir de hacerse maestros, hermanos míos”, aconseja Santiago a sus lectores. La traducción que usamos da una versión algo interpretativa para evitar dar la impresión de que Santiago está desalentando a sus lectores que quieran ser maestros.168 El Nuevo Testamento alienta a los creyentes a ser maestros de las buenas nuevas. Por ejemplo, Jesús nos ordena que hagamos discípulos de toda las naciones y que les enseñemos (Mt. 28:19–20). Y el escritor de Hebreos reprocha a sus lectores por no ser maestros después de un largo período de capacitación (5:12). No sólo los judíos de la época de Jesús (ver Mt. 23:7) sino también la iglesia primitiva otorgaba gran prominencia al oficio de maestro. Un maestro tenía autoridad e influencia y mucha gente buscaba obtener esa posición. Santiago advierte a sus lectores que no ocupen el cargo de maestro a menos que estén plenamente calificados, Se incluye a sí mismo en esta exhortación, y llama la atención al resultado final: “Los que enseñamos seremos juzgados más severamente”. Jesús dice: “Cualquiera que quebrante uno de los más pequeños de estos mandamientos y enseñe a otros a hacer lo mismo será llamado último en el reino de los cielos, pero el que ponga en práctica y enseñe estos mandamientos será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:19; y véase 18:06). De allí que enseñar es una gran responsabilidad con consecuencias permanentes, ya que el día del juicio Dios pronunciará el veredicto (Ro. 14:10– 12). Santiago, como pastor cuidadoso que es habla benévolamente. El se exalta por su posición de maestro. Se identifica con sus lectores cuando escribe: “Todos tropezamos de muchas maneras”. Es decir, todos cometemos errores, nos equivocamos y fallamos. En cierto sentido, somos como el niño de un año que repetidamente tropieza, cae, se levanta y sigue caminando. Pero nuestro tropiezo, aunque no es inmediatamente fatal, es serio. Todos nosotros caemos en pecado y no podemos escapar de su poder.170 El pecado nos roba nuestra madurez, y el pecado que con más frecuencia cometemos es el de hablar descuidadamente, EL IDEAL DEL CREYENTE “Si alguno nunca falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz de refrenar su cuerpo”. ¿Quiere decir Santiago que el hombre puede llegar a la perfección controlando su lengua? Si eso fuera cierto, el sordomudo lograría tal perfección. No, en la primera parte de la epístola Santiago indica qué quiere decir cuando habla de “un hombre perfecto”. El escribe que la prueba de la fe lleva a la perseverancia. “La perseverancia debe consumar su obra para que seáis maduros y completos, sin que os falte nada” (1:4).171 Entonces, el hombre perfecto no es el hombre sin pecado sino aquél que ha alcanzado la madurez espiritual, que habla la verdad en amor, que está lleno de sabiduría y comprensión, y que es capaz de refrenar su cuerpo. RECOMENDACIÓN PASTORAL EN EL PÚLPITO( William Hendriksen) Numerosas instituciones y universidades fueron fundadas con el propósito de adiestrar ministros del evangelio. En tiempos más recientes el énfasis de la educación ha pasado al campo de la ciencia; sin embargo, los seminarios teológicos todavía dan una capacitación completa para el ministerio pastoral. Un pastor teológicamente instruido, por consiguiente, no necesita sentirse avergonzado por poder tratar con pericia y corrección la palabra de verdad (2 Ti. 2:15). El pastor siempre debe ir al púlpito con un sermón cuidadosamente preparado. A él se ha asignado la tarea de alimentar al pueblo de Dios con alimento espiritual; él es maestro de la Palabra de Dios. Si no cumple esta tarea a causa de su capacitación inadecuada o de su indolencia, Dios lo considerará responsable en el día del juicio. El pastor y maestro de la Palabra no puede tomar a la ligera su tarea; ¡él tiene en sus manos y en su boca cosas sagradas! Quizá bajo la influencia de intérpretes de otra época,172 algunos eruditos han pensado que el primer versículo de Santiago 3 es equivalente a la advertencia: “No juzguéis, para no ser juzgados” (Mt. 7:1). Esta no es, empero, la intención de este versículo. Santiago está hablando de maestros de la Palabra—y se incluye a sí mismo en dicha categoría. El señala, la gran responsabilidad que se le ha confiado al maestro de las Escrituras. Por consiguiente, “no muchos de vosotros deben presumir maestros”. Palabras, frases y construcciones griegas en 3:1–2 Versículo 1 γίνεσθε—este presente medio imperativo está separado de la partícula negativa μή (no) por razones de énfasis; “por lo general el negativo aparece precediendo directamente a la palabra negada”. Versículo 2 εἰ—esta oración condicional de simple hecho real afirma una verdad autoevidente: nadie es capaz de refrenar su lengua. El adjetivo δυνατός va seguido por un infinitivo complementario. LAS CHISPAS DEL CAOS a. “Frenos en la boca de los caballos”. La relación entre este versículo y el que lo precede es obvia. El hombre perfecto, que nunca falla al hablar, es “capaz de refrenar todo su cuerpo” (3:2; véase también 1:26). Las ilustraciones tomadas de la vida real revelan que Santiago es una persona que vivía en estrecho contacto con la naturaleza. Por otra parte, las ilustraciones son bastante comunes; sin duda circulaban en forma proverbial y se pasaban de generación a generación.176 El punto de la comparación, sin embargo, es que un freno relativamente pequeño controla a un animal grande. Entonces, si el hombre controla poderosos caballos con pequeños frenos colocados en sus bocas, ciertamente debe poder controlar su propia lengua. Los puntos de comparación son la boca y el cuerpo. b. “Un timón muy pequeño”. El segundo ejemplo es todavía más ilustrativo, especialmente si tenemos en cuenta el temor y el asombro con el cual el judío consideraba el poder innato del mar. Aunque las fronteras de Israel llegaban hasta el Mar Mediterráneo, los judíos nunca fueron un pueblo marítimo. Para el judío de esa época algunas de las naves eran realmente impresionantes. Grandes barcos llevaban abundante carga y numerosa gente, tal como lo evidencian las descripciones de Lucas del barco en que naufragó (Hch. 27). “O tomad las naves como ejemplo”, escribe Santiago. Estas grandes naves de vela, impulsadas por fuerte vientos, son gobernadas por timones muy pequeños timones. ¿Quién determina la dirección de estas naves? El hombre controla su dirección utilizando la fuerza del viento a su favor y cambiando la posición del timón del barco. Dicho timón es una parte muy pequeña del barco, y sin embargo es el instrumento por el cual el piloto marca el curso que tiene en mente. Nótese que no es el fuerte viento sino el piloto quien determina la dirección del barco. El contraste se marca entre la pequeñez del timón y el inmenso tamaño de la nave. Entonces, si el hombre es capaz de dirigir el curso de naves oceánicas con un timón, ciertamente debería ser capaz de controlar su propia lengua. c. “Así también la lengua’. Santiago, antes de introducir el tercer ejemplo de la pequeña chispa y el gran bosque, hace un breve comentario acerca de la pequeñez de la lengua: “Así también la lengua es una parte pequeña del cuerpo pero se gloría de grandes cosas”. La comparación no debe tomase estrictamente, ya que la pequeñez de la lengua se compara con “el gloriarse de grandes cosas” y no con el tamaño del cuerpo. El freno, el timón y la lengua tienen la misma característica: son pequeños y sin embargo logran grandes cosas. La lengua puede gloriarse de grandes cosas. Curtis Vaughan resume esto con elocuencia: Puede inducir a los hombres a la violencia, o puede moverlos a las más nobles acciones. Puede instruir al ignorante, alentar al abatido, consolar al sufriente, y confortar al moribundo. O puede aplastar al espíritu humano, destruir reputaciones, esparcir desconfianza y odio y llevar naciones al borde de la guerra.177 “Considerad cuán grande bosque es incendiado por una pequeña chispa”. Este es el tercer ejemplo y en cierto sentido el mejor de los tres. Una chispa basta para incendiar todo un bosque: imponentes robles, majestuosos cedros y altos pinos queden reducidos a desagradables tocones de madera ennegrecida. Y por lo general esa única chispa puede ser atribuida al descuido y a la negligencia humana. FUENTE DE TODA DESGRACIA Cuando calculamos el daño anual hecho a nuestros bosques por fuegos devastadores, el monto llega hasta los millones, sin mencionar el indecible sufrimiento y la muerte infligidos a la fauna de las zonas asoladas. Sin embargo, la referencia a la chispa y al bosque son sólo una ilustración. Por lo tanto, Santiago escribe: 6. La lengua también es un fuego, un mundo de iniquidad entre las partes del cuerpo. Corrompe toda la persona, inflama todo el curso de su vida es y ella misma encendida por el infierno. Aquí tenemos entonces la aplicación de las tres ilustraciones, la del freno del caballo, la del timón de la nave, y de la chispa en el bosque. El texto mismo, sin embargo, no es el más fácil de explicar. De hecho, el versículo 6 es uno de los pasajes más difíciles de la epístola de Santiago. Algunos eruditos han tratado de explicar el texto eliminando unas pocas palabras, como ser, la frase un mundo de iniquidad. Otros desean añadir una palabra para facilitar la lectura del texto. Por ejemplo, en la traducción siria de este versículo, la oración muestra un equilibrio que está en armonía con el versículo que lo antecede: “La lengua es fuego, el mundo de pecado como un bosque”. Si bien el texto presenta numerosos problemas, creemos que aquí es aplicable uno de los dichos de Lutero: “Dejad la palabra como está”. Es decir, antes de eliminar o añadir algo a la formulación del texto veamos si podemos entender el mensaje mismo. Por esta razón deseamos mantenernos con la formulación del texto. Nótense los siguientes puntos: a. La lengua es un fuego. Santiago escribe: “La lengua también es un fuego, un mundo de iniquidad entre las partes del cuerpo”. Santiago compara la lengua con el fuego que, por implicación, está fuera de control y destruye todo lo que hay combustible en su camino (compárese con el S. 120:3–4; Pr. 16:27). El clarifica esta comparación haciendo la observación de que la lengua es un mundo de maldad, Quizá Santiago tenga la intención de continuar el contraste entre lo pequeño y lo grande: la referencia a una pequeña chispa y a un gran bosque viene seguida por otra a la lengua y a un mundo de maldad. John Albert Bengel observa: “Así como el pequeño mundo del hombre es una imagen del universo, del mismo modo la lengua es una imagen del pequeño mundo del hombre”.180 La lengua, como “pequeña parte del cuerpo” es un mundo de iniquidad “entre las partes del cuerpo”. La lengua, por lo tanto, se identifica con y en cierto sentido es el vehículo de un mundo completo de maldad que reside entre los miembros [p 136] del cuerpo del hombre. Dice mentiras, calumnia el nombre de alguien, enciende el odio, crea discordia, incita a la lujuria y, en suma, da pie a numerosos pecados.” Hay pocos pecados que la gente comete en los cuales la lengua no está involucrada”.181 A causa de esta inclinación al mal, la lengua corrompe todo el ser del hombre, EL VENENO DE LA LENGUA b. La lengua corrompe. Si la frase un mundo de maldad es la, primera descripción de la lengua, la cláusula corrompe a toda persona es la segunda. La palabra corrompe en realidad significa “contamina” pero debe tomarse simbólicamente. Una mala lengua empaña la propia personalidad. “Lo que sale del hombre eso sí lo hace ‘impuro’. Porque de adentro, es decir, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre” (Mr. 7:20–23, VP). c. La lengua inflama. La próxima cláusula parece ser un dicho que circulaba en los países que rodeaban el Mar Mediterráneo. Santiago dice: “La lengua … inflama todo el curso de la vida [de una persona]”. ¿Qué quiere decir Santiago cuando usa la frase todo el curso de su vidal? Esta expresión proverbial probablemente se haya originado en la Grecia antigua; en los círculos judíos la misma se refería al curso general de la vida.Es decir, el fuego consume todo el curso de la vida del hombre. Además, la lengua no sólo incendia la existencia del hombre sino que ella misma “es encendida por el infierno”. d. La lengua es encendida. Santiago emplea la palabra infierno con una connotación hebrea: Gehenna, el valle del hijo de Hinom, fuera de Jerusalén (Jos. 15:8; 2 R. 23:10; 2 Cr. 28:3; 33:6; Jer. 19:2; 32:35). Inicialmente, Gehenna era el lugar en que se ofrecieron sacrificios a Moloc; más tarde, se quemaba allí la basura. Con el pasar del tiempo el nombre adquirió otro significado: “En los evangelios es el lugar de castigo en la próxima vida”. Como símbolo, la palabra se refiere al lugar donde reside el demonio y en el cual son confinados los perdidos. Lo que se quiere dar a entender en este versículo es que Satanás mismo es el que enciende la lengua. Santiago presenta un mensaje claro en este versículo 6, aun cuando algunas de sus expresiones puedan ser algo problemáticas. Hoy en día estas expresiones necesitan una palabra de explicación, pero para los lectores originales de la epístola, Santiago se comunicaba “con claridad retórica”. 7. Toda especia de animales, pájaros, reptiles y criaturas del mar es domada y ha sido domada por el hombre, 8. en cambio ningún hombre puede domar la lengua. Ella es un mar turbulento, lleno de veneno mortal. ILUSTRACIÓN ASOCIADA Santiago llega al fin de lo que tenía que decir acerca de dominio de la lengua. Con los ejemplos del freno del caballo y del timón de la nave ha demostrado la habilidad y capacidad del hombre (vv. 3–4). Ahora describe al hombre como gobernante en la creación de Dios, ya que al hombre se le dio poder para gobernar todas las criaturas que caminan, vuelan, reptan y nadan (Gn. 1:26, 28: Sal. 8:6–8). “Toda clase de animales”. No debemos esperar una enumeración científica de todas las especies que el hombre ha podido domar. Sin embargo, Santiago las menciona por pares: Toda clase de animales y pájaros reptiles y criaturas del mar El hombre ha podido dominar a todas estas criaturas porque Dios le ha dado el poder de gobernar su gran creación. El hombre continúa domando animales para su beneficio y placer. Esto lo vemos demostrado en una exhibición circense, donde los animales salvajes obedecen a su entrenador que simplemente hace sonar su látigo, tronar sus dedos o dar una palmada. El hombre ha recibido una naturaleza capaz de someter a las criaturas de Dios. Dominio Propio Sin embargo el hombre es incapaz de controlar su propia lengua. Cuando el hombre cayó en pecado, perdió la habilidad de gobernarse a sí mismo.186 Perdió el control de sí mismo y es ahora gobernado por su lengua. El hombre puede domar animales feroces y poderosos, sin embargo, no puede domar su propia lengua. Santiago no hace excepción alguna: “Ningún hombre puede domar la lengua”. Con esta observación breve y sin embargo enfática, Santiago repite lo que ha dicho anteriormente: “Todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno nunca falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo” (3:2). [p 138] ¿Qué es la lengua del hombre? “Es un mal turbulento lleno de veneno mortal”. La descripción es la de una serpiente venenosa cuya lengua nunca descansa y cuyos colmillos están llenos de veneno letal. La lengua del hombre es inestable, desdeñosa, inquieta. Además, está llena de veneno mortal. De todos los escritores bíblicos, Santiago es el que identifica la naturaleza de la lengua del hombre del modo más descriptivo y preciso (compárese con Sal. 58:4; 140:3). Se trata de una fea imagen que demuestra la naturaleza destructora del pecado. Consideraciones prácticas acerca de 3:3–8 Los dichos proverbiales acerca del uso de la lengua son numerosos. Aquí van algunos: Hay más de un desliz entre la taza y el labio. [Proverbio alemán] Una larga lengua y una muerte temprana. [Dicho persa] La lengua sin hueso, pequeña y débil, puede aplastar y matar. Soy amo de lo que callo, cautivo de lo que digo. Los libros de los Salmos y Proverbios rebosan de sanos consejos y observaciones pertinentes. Guarda tu lengua del mal y tus labios de decir mentiras [Sal. 34:13]. Cuando las palabras son muchas, no falta el pecado, más el que refrena su lengua es sabio [Pr. 10:19]. El que guarda sus labios guarda su vida, mas al que habla apresuradamente lo alcanzará la ruina [Pr. 13:3] 9. Con la lengua alabamos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido creados a la imagen de Dios. 10. De la misma boca sale la alabanza y la maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. a. Contradicción. El profeta Isaías le enseña al creyente a alabar a Dios el Padre: Pero tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca ni Israel nos reconozca; tú, oh Señor, eres nuestro Padre, nuestro Redentor desde la antigüedad, ese es tu nombre. [Is. 63:16] Hubiésemos esperado que el creyente que alaba a Dios en la oración, en la confesión y en la canción fuese consistente. Pero tal no es el caso. Con esa misma lengua el creyente maldice a su prójimo: “que ha sido hecho a la imagen de Dios”. Santiago le recuerda a sus lectores el relato de la creación: Dios creó al hombre a su propia imagen y semejanza (Gn. 1:26). A diferencia del resto de la creación, el hombre tiene una relación especial para con Dios. Por consiguiente, si maldecimos a los hombres, indirectamente maldecimos a Dios.190 Además, si maldecimos a los hombres, actuamos en contra del mandamiento explícito de Jesús: “Bendecid a los que os maldicen” (Lc. 6:28; ver también Ro. 12:14). “De la misma boca salen la alabanza y la. maldición”. Este dicho puede haberse originado en la tradición judía (entre un pueblo predispuesto a pronunciar, maldiciones contra su prójimo) y era, por consiguiente, significativo para los lectores de la epístola de Santiago. Sin embargo, todo lector de esta epístola debe reconocer la contradicción que se manifiesta la alabanza y la maldición salen de la misma boca. “Hermanos míos, esto no debe ser así”. 11. ¿Pueden acaso el agua dulce y el agua salada brotar de la misma fuente? Exhortación a la verdad Práctica 12. Hermanos míos, ¿puede una higuera dar aceitunas, o un viñedo dar higos? Tampoco puede un manantial salado dar agua dulce. b. Consideración. En su carta Santiago muestra interés en la creación de Dios. Por medio de ejemplos tomados de la naturaleza, él trata de ilustrar sus enseñanzas. Primeramente centra la atención en un manantial. “¿Pueden acaso el agua dulce y el agua salada brotar de la misma fuente?”.192 Es imposible esperar agua potable y agua no potable de la misma fuente. En segundo lugar, Santiago se dirige a sus lectores con dos ejemplos que le son conocidos. Por lo general cada judío tenía su propia higuera y su propia viña (1 R. 4:25); los olivos eran cosa común. “¿Puede una higuera dar aceitunas, o un viñedo dar higos?”. Los lectores saben que cada especie de árbol frutal produce su propio fruto. Las higueras producen higos, los olivos, aceitunas y las viñas, uvas. Este ejemplo nos hace recordar la pregunta que hizo Jesús en el Sermón del Monte: “Se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?” (Mt. 7:16). Hacer la pregunta es ya contestarla. c. Conclusión. Santiago responde repitiendo algunas de las palabras de su primera pregunta. “Tampoco puede un manantial salado dar agua dulce”. Entonces, si la naturaleza es incapaz de ir en contra de sus funciones creadas, ¿no debe la lengua del hombre alabar el nombre de aquel que es creador y redentor del hombre? B. Dos clases de sabiduría 3:13–18 1. Sabiduría terrenal 3:13–16El cristiano no vive en el aislamiento sino en comunión con la comunidad en la cual Dios lo ha colocado. La comunidad es primordialmente la iglesia de Jesucristo. Fiel a su llamado, la iglesia está en medio del mundo para hacer que la luz del evangelio brille. [p 143] Para funcionar adecuadamente en sus lugares respectivos, tanto el cristiano como la iglesia necesitan sabiduría y entendimiento. En la parte introductoria de su epístola, Santiago le dice al creyente cómo obtener sabiduría: “Pídasela a Dios, quien da generosamente a todos sin reproches” (1:5). Nadie puede vivir sin sabiduría, ya que a nadie le gusta que lo llamen estúpido. Por lo tanto, la sabiduría es atesorada por los que la tienen y buscada por los que carecen de ella. Es aquí entonces, donde Santiago hace una pregunta bien directa: 13. ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que lo demuestre por su buena conducta, por obras hechas en la humildad que proviene de la sabiduría. Santiago se dirige a los miembros de la iglesia. Da por sentado que ellos oran a Dios pidiendo sabiduría, que poseen esta virtud y que el mundo los mira esperando de ellos dirección. Pero como Santiago sabe que estas cosas no siempre son ciertas de los cristianos, quiere que sus lectores se examinen a sí mismos. a. Examen. “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?” Una persona sabia y entendida demuestra por lo que dice y por lo que hace que posee sabiduría. No está muy claro si Santiago esta tratando aquí de calificar a los maestros de su tiempo como sabios.Si tal fuera el caso, vemos una relación directa entre el principio de este capítulo (“no muchos de vosotros deben presumir ser maestros”, v. 1) y la pregunta retórica que aquí se hace (v. 13). Santiago califica el término sabio con la palabra entendido. Esto significa que una persona sabia también tiene experiencia, conocimiento y habilidad.195 La sabiduría consiste en tener perspicacia y pericia para llegar a conclusiones correctas. Un viejo proverbio lo resume así: ‘Prevenir es mejor que curar, pero ser perspicaz es mejor todavía”. Incontables ejemplos demuestran que la gente de muchos conocimientos no es necesariamente sabia. Pero cuando una persona con conocimiento tiene perspicacia, sin duda es sabia. Si hay una persona sabia y entendida entre vosotros, dice Santiago, que lo demuestre con su vida. b. Demostración. Santiago alienta al sabio a mostrar por medio de su conducta que ha recibido el don de la sabiduría. “Que lo demuestre por su buena conducta”. Santiago parece indicar que entre los cristianos los hombres sabios y entendidos son la minoría, ya que no todo aquel que pertenece a la comunidad cristiano adquiere sabiduría. Pero exhorta a quienes la tienen a demostrar por palabra y obra que efectivamente son sabios. Santiago utiliza el verbo demostrar en el sentido de “probar”. Que el hombre realmente aporte verdaderas pruebas de que posee sabiduría y entendimiento. Que lo confirme por medio de su conducta diaria. ¿A qué se refiere Santiago cuando usa la expresión buena conducta? Se refiere a un modo de conducirse, noble y digno de alabanza. Es cierto, Santiago enfatiza “obras hechas en la humildad que proviene de la sabiduría”. Pero el hombre sabio afirma su noble conducta por medio de palabras y obras. c. Afirmación. “Los hechos hablan más fuerte que las palabras”. Esta verdad proverbial subraya la necesidad de observar las obras de una persona para ver si sus obras van de acuerdo con sus palabras. ¿Cuáles son estas obras? Son las que se hacen con un espíritu humilde y amable, controlado por un espíritu de sabiduría celestial. El énfasis en este versículo recae en aquella característica de la sabiduría llamada humildad. Esta cualidad puede también describirse como mansedumbre o amabilidad. La amabilidad se manifiesta en la persona que ha recibido sabiduría y que lo demuestra en todos sus hechos. En el libro de Eclesiástico, conocido también como Sabiduría de Jesús el hijo de Sirac, el escritor detalla algunos preceptos acerca de la humildad y dice: “Hijo mío, ejecuta tus tareas con humildad; entonces serás amado por aquellos a quienes Dios acepta” (Sir. 3:17, RSV). 14. Pero si albergáis amarga envidia y ambición egoísta en vuestros corazones, no os jactéis de ello ni neguéis la verdad. Lo opuesto a un espíritu amable controlado por la sabiduría es un corazón lleno de “amarga envidia y ambición egoísta”. El contraste entre este versículo y el anterior tiene un paralelo directo en la epístola de Pablo a los gálatas, donde éste menciona, entre los frutos del Espíritu, “la mansedumbre y el dominio propio” (5:23). Entre las manifestaciones de una naturaleza pecadora están “la ambición egoísta … y la envidia” (5:20–21). Como pastor experimentado que es, Santiago sabe que entre los miembros de su iglesia hay algunas personas cuyo espíritu se caracteriza por la amarga envidia y por el egoísmo. El utiliza la forma plural vosotros, y por medio de una oración condicional indica que la evidencia se ajusta a [p 145] la verdad. En otras palabras, se da cuenta de la condición espiritual de sus lectores. Si continúan abrigando envidia y egoísmo, serán consumidos. Santiago describe la envidia con el adjetivo amarga. No explica cuál es la causa de esta amarga envidia. Sin embargo su descripción apunta a alguna transgresión al décimo mandamiento: “No codiciarás”. Abrigar amarga envidia es pecado. Y estar lleno de ambición egoísta va en contra de la enseñanza de la ley real: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Sgo. 2:8). “No os jactéis [de vuestra amarga envidia y ambición egoísta] ni neguéis la verdad”. Las personas que están consumidas por la envidia y el egoísmo habitualmente hablan de esto a cualquiera que les preste atención. Deben darse cuenta, sin embargo, de que todo lo que dicen es contradicho por la verdad. Cada vez que abren sus bocas para ventilar sus sentimientos, se engañan a sí mismas. Cuando Pablo advierte a los efesios en contra de contristar al Espíritu Santo, les dice que deben “librarse de toda amargura” (4:31). El corazón que alberga “amarga envidia y ambición egoísta” carece de sabiduría celestial. 15. Esa “sabiduría” no viene del cielo sino que es terrenal, no es espiritual, es demoníaca. 16. Por‐ que donde hay envidia y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de mala costumbre. La versión que utilizamos pone correctamente la palabra sabiduría entre comillas para indicar que esta sabiduría no es genuina. El texto mismo indica el origen y las características de esta supuesta sabiduría. Su origen no es celestial sino terrenal; sus rasgos peculiares son impíos y demoníacos. Santiago usa un lenguaje fuerte para describir el contraste absoluto entre la sabiduría que se origina en el hombre y la que viene de Dios. El creyente que es realmente sabio ora continuamente a Dios en nombre de Jesús. Por medio de la oración se mantiene en comunión con la fuente de la sabiduría, pues Dios mismo dará generosamente a todo aquel que le pida (Stg. 1:5). Lo contrario es igualmente cierto. Sin fe y oración una persona nunca puede obtener verdadera sabiduría. Las palabras que proceden de la envidia y de la ambición egoísta exhiben una falsa sabiduría que se origina en el hombre, no en Dios. Este tipo de sabiduría “no viene del cielo, sino que es terrenal”. En este versículo Santiago detalla una serie de tres adjetivos que tienen un orden descendente: terrenal no espiritual demoníaca. a. “Terrenal”. Lo que el escritor desea decir es que lo terrenal se contrapone a lo que Dios origina en el cielo. Por ejemplo, la bestia que surge de la tierra (Ap. 13:11) desafía a todo lo que es santo y celestial. Y si el Espíritu de Dios está ausente de los asuntos terrenales, el pecado está presente. b. “No espiritual”. En su primera epístola a la iglesia de Corinto, Pablo analiza la sabiduría que el Espíritu de Dios enseña. Pero, escribe Pablo, “el hombre sin Espíritu no acepta las cosas que vienen del Espíritu de Dios, porque son necedad para él, y no puede entenderlas porque se disciernen espiritualmente” (1 Co. 2:14; compárese también con Jud. 19). No ser espiritual, sin embargo, no debe ser entendido como carente de espíritu.Además, el que abandona la fe sigue a “espíritus engañadores y cosas enseñadas por demonios” (1 Ti. 4:1). c. “Demoníaca”. En el versículo precedente (v. 14). Santiago le dice a la persona cuyo corazón está lleno de “amarga envidia y ambición egoísta” que no niegue la verdad. Pero si a pesar de esto la niega, tal persona vive una mentira que encuentra su origen en el padre de la mentira, el demonio. Santiago llama a las cosas por su nombre: “Esa ‘sabiduría’ … es … del demonio”. Cuando el demonio habla mentira, esto ya es malo. Cuando usa al mundo para perpetrar la mentira, es peor. Pero cuando los miembros de la iglesia se transforman en sus instrumentos para diseminar una sabiduría demoníaca, nos encontramos ante la peor de todas las situaciones. La carta de Santiago da la impresión de que el demonio empleaba a algunos de los miembros de la iglesia. Santiago comprueba esto observando una verdad de conocimiento común: “Porque donde hay envidia y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de mala costumbre”. Nótese la correlación específica que, mostrada gráficamente, es así: donde allí hay hay envidia desorden ambición egoísta toda clase de mala costumbre. Una cosa lleva inevitablemente a la otra en una secuencia de causa y efecto. Si tienes envidia encontrarás desorden. ¿Qué es la envidia? He aquí una explicación: “Envidia es la resentida y hasta odiosa aversión por la buena fortuna o bendición de otros”.199 Santiago llama “amarga” a la envidia (3:14). La envidia destruye la mutua confianza, arrasa con la unidad y es demoníaca en su designio. Tal como lo señala Santiago, la envidia genera desorden. La expresión desorden “parece tener algunas de las connotaciones negativas de nuestra palabra ‘anarquía.’ ” Además, la ambición egoísta invariablemente lleva a la mala conducta, puesto que los motivos egoístas avasallan y finalmente eliminan el amor a Dios y al prójimo. En sí misma la ambición es una fuerza benéfica que busca promover el bienestar de otros. Pero cuando se vuelve egoísta, la misma degenera, en mala conducta. Cuando percibió celos y contenciones entre los corintios, Pablo los reprochó por ser mundanos (1 Co. 3:3). En cambio, los creyentes deben ser colaboradores de Dios. Consideraciones prácticas acerca de 3:13–16 Versículo 15 Santiago menciona dos tipos de sabiduría. Una que procede del cielo y otra de la tierra. El primeramente nos dice algo acerca de la sabiduría terrenal, antes de explicar el significado de la sabiduría celestial. La sabiduría terrenal no es verdadera sabiduría, puesto que antepone el propio ego a cualquier persona o cosa. Cuando uno insiste estridentemente en ser el primero, es inevitable que haya serios conflictos. Cuando permitimos que la envidia y el egoísmo entren en el círculo familiar, pronto encontramos que la estabilidad del hogar queda seriamente amenazada. Entonces el hogar queda lleno de tensión. Esto hace que el padre, la madre y los hijos estén inquietos, que disminuya su testimonio cristiano y se debilite su bienestar espiritual. Tomemos a Maria como caso típico. Ella creó fricciones inexpresables en el círculo familiar de Moisés al insistir en ser la primera en Israel (Nm. 12:1–2). La fricción que ella causó en su familia y en su comunidad no es diferente a la que es creada hoy en día por los conflictos de personalidades que encontramos entre miembros de la iglesia. Estos problemas impiden seriamente la eficacia de muchas congregaciones en su ministerio. Para encontrar paz en la familia y en la iglesia debemos lograr la reconciliación, confesando el pecado, abandonando la ambición egoísta y orando por la misericordia, amor y paz del Espíritu de Dios. 2. Sabiduría celestial 3:17–18 La verdadera sabiduría tiene su origen en Jesucristo y exhibe, por lo tanto, las características de Cristo en el creyente que ha recibido la sabiduría celestial. Además, el creyente manifiesta esta sabiduría ante todo aquel que entra en contacto con él—sea creyente o no creyente. 17. Pero la sabiduría que viene del cielo es primeramente pura; después pacífica, amable, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincera La verdadera sabiduría desciende del cielo como don de Dios al creyente que la pide (Stg. 1:5, 17). Esta sabiduría se hace evidente cuando el hombre toma decisiones que dependen de la voluntad de Dios y que están en armonía con la misma. La sabiduría celestial tiene su propia característica: es ‘pura”. En este texto, pureza es la primera de siete palabras o frases que Santiago usa para describir la sabiduría. Representa a la sabiduría como inmaculada, incontaminada, inocente, así como Cristo mismo es puro (1 Jn. 3:3). ¿Por qué se menciona la pureza como primera característica de la sabiduría? La sabiduría que encuentra su origen en Dios es pura porque Dios mismo es puro, es decir, santo. Por consiguiente, la palabra pura es sinónimo de “santa”. Comparamos la pureza con la luz que disipa la oscuridad, que todo lo ilumina pero que a su vez no es influenciada por nada.204 La sabiduría celestial entra entonces en este mundo pecador sin ser afectada por el mismo. Las seis características que siguen forman tres categorías, de las cuales la primera incluye los adjetivos pacífica, amable y dócil. Estos adjetivos describen la actitud del hombre sabio. a. Actitud. El creyente que ejerce el don de la sabiduría celestial posee un temperamento controlado que manifiesta paz. En su actitud hacia otros él demuestra que ama la paz. La paz de Dios domina su pensamiento de modo tal que todos los que se encuentran con él lo ven como fuente de fortaleza. Es cierto, todos sus caminos son agradables y todos sus “senderos son paz” (Pr. 3:17). Otro atributo de la sabiduría es la amabilidad. La persona que es amable es justa, razonable y considerada en todas sus opiniones. Reúne cuidadosamente todos los hechos antes de dar su opinión. Evita colocarse en primer lugar y siempre considera que otros son mejores que él (Fil. 2:3; 4:5). La tercera característica de esta categoría es la de ser “dócil”. Esto quiere decir que el hombre sabio es capaz de escuchar sugerencias, que está siempre listo a oír las opiniones ajenas y dispuesto a aceptar exhortaciones y correcciones. b. Acción. La próxima categoría describe a la sabiduría como “llena de misericordia y buenos frutos”. Estos atributos hacen que el hombre sabio está dispuesto a ponerse en contacto con la gente a su alrededor. La persona llena de sabiduría celestial pone en práctica las palabras de Jesús: “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia” (Mt. 5:7; véase también Stg. 2:13). Demostramos misericordia para con gente necesitada que no la merece; de otra manera no sería misericordia. Concedemos misericordia, porque Dios da el ejemplo y espera que le sigamos (véase, por ejemplo, Mi. 6:8). El hombre sabio está lleno de misericordia. Y también está lleno de buenos frutos. Santiago no especifica cuales son esos frutos, pero las consecuencias de la religión lo ejemplifican (Stg. 1:26–27). C. Juicio. La última categoría de características tiene que ver con el juicio discernidor del hombre sabio. Santiago escribe que la sabiduría es “imparcial y sincera”. La persona sabia no escoge bando en una disputa cuando sirve de árbitro. Escucha cuidadosa y objetivamente los argumentos que se le presentan y luego pronuncia un juicio que es en primer lugar imparcial, y luego sincero. El sabio es capaz de no involucrarse personalmente o mostrar favoritismo, y aun así actuar sinceramente (Ro. 12:9; 2 Co. 6:6; 1 P. 1:22). Un hombre tal recibe el respeto de la comunidad en que vive y trabaja. 18. Los pacificadores que siembran en paz levantan una cosecha de justicia Al concluir esta presentación, Santiago parece recurrir a un proverbio popular de su tiempo. Este dicho tiene un sonido familiar. Nos recuerda frases similares de los libros proféticos del Antiguo Testamento, de las palabras de Jesús y de las epístolas del Nuevo Testamento. Aquí van algunos textos: El fruto de la justicia será la paz; el efecto de la justicia será la calma y la confianza para siempre. [Is. 32:17] Pero habéis transformado la justicia en veneno y el fruto de la equidad en amargura. [Am. 6:12] “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”. [Mt. 5:9] Y el que suministra semilla al sembrador y pan para el alimento, suplirá y multiplicará vuestra semilla para sembrar y aumentará la cosecha de vuestra justicia. [2 Co. 9:10] Ninguna disciplina parece agradable en el momento, sino penosa. Más tarde, sin embargo, la misma produce una cosecha de justicia y paz para aquellos que han sido ejercitados por ella. [Heb. 12:11] ¿Cuál es la tarea de los pacificadores? Dicho en términos simples, ellos son los que buscan reunir a los contendientes para lograr armonía y paz. Pero, me apresuro a añadir, ellos también practican la paz tratando de [p 151] vivir en paz con todos (Ro. 12:18). En suma, harán todo lo que esté a su alcance para evitar la lucha y promover la paz. Es una cosecha de justicia la que es sembrada en paz por aquellos que buscan la paz. Las traducciones y muchos comentarios proporcionan variantes en la redacción. Algunos traductores entienden la frase cosecha de justicia como “una cosecha que consiste en justicia”. Los términos cosecha y justicia son, en tal caso, sinónimos. Otros lo ven de modo diferente y dicen que la frase significa “una cosecha producida por la justicia”. He aquí una traducción representativa: “Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz”.206 Hubiésemos esperado que el escritor dijese que los pacificadores siembran paz y levantan una cosecha de justicia. Pero él dice justamente lo opuesto: la justicia sembrada en paz trae una cosecha de justicia. En otras palabras, lo que se siembra es lo que se cosecha. No debiéramos acusar a Santiago de inexactitudes cuando nosotros mismos en el lenguaje común hacemos exactamente lo mismo. Un hortelano podría decir en primavera: “La semana pasada planté sandías”. El quiere decir que plantó la semilla en la primavera pero espera cosechar el fruto en el verano. Los pacificadores plantan y cosechan justicia en paz. En el contexto del contraste que establece Santiago entre la sabiduría celestial y la terrenal esto significa que “la justicia no se puede producir en un clima de amargura y egoísmo. La justicia crecerá sólo en un clima de paz”. Consideraciones prácticas acerca de 3:17–18 Aunque afirmamos de todo corazón nuestro deseo de paz en el contexto de la familia, la iglesia, la sociedad y la nación, tenemos reservas cuando se nos dice que busquemos la paz a cualquier precio. No deseamos comprometer la verdad porque tal compromiso es equivalente a promover la mentira. No podemos dejar de lado las reglas de conducta que derivamos de la Escritura. Debemos estar firmes en nuestra defensa de la herencia cristiana. Dentro del contexto de la iglesia y de la sociedad, sin embargo, los cristianos muchas veces han predicado el amor de Dios y han citado versículos de las Escrituras para probar lo que decían, pero en la práctica han demostrado “muy poco amor al prójimo. De hecho, el liberal en la iglesia o el humanista en la sociedad frecuentemente demuestran mayor grado de amor al prójimo que el que demuestra aquél al que le gusta citar la Biblia por capítulo y versículo. Es lamentable, pero los cristianos con frecuencia dan al mundo la impresión de estar más interesados en la lucha y en la confrontación que en la paz y en el amor. Durante su ministerio terrenal, Jesús se opuso al pecado y reprochó públicamente a los líderes espirituales de Israel. Sin embargo, los parias morales y sociales (prostitutas y recaudadores de impuestos) experimentaron el amor del Señor Jesús. Ellos supieron que él era “pacífico, amable, dócil, lleno de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincero” Resumen del Capítulo 3 Santiago advierte a sus lectores en contra del peligro de una lengua ingobernable que los lleve al pecado y a la vergüenza. Dice que los maestros “serán juzgados más estrictamente” en razón de su enseñanza. Sin embargo, él mismo no se pone a juzgar a los demás. Se da cuenta de que en uno u otro momento toda persona comete una falta en lo que dice, y que por ende, nadie es perfecto. La persona que sabe refrenar su lengua controla todo su cuerpo. Controlamos a los caballos con frenos relativamente pequeños colocados en sus bocas. Piloteamos una gran nave con “un timón muy pequeño”. Por otra parte, una lengua no refrenada es un fuego que afecta todo el curso de la vida. Tenemos dificultades mucho mayores en refrenar muestra lengua que en domar cualquier criatura del mundo animal. Y finalmente, experimentamos la inquietud de la lengua que alaba a Dios y maldice a los hombres, puesto que esto es contradictorio. Después de una consideración de la lengua, Santiago describe a la persona sabia que demuestra su sabiduría por las obras que hace. Una persona llena de envidia y de egoísmo niega la verdad, posee una sabiduría terrenal que es impía y demoníaca. La sabiduría celestial, sin embargo, es pura, promueve la paz, y produce una cosecha de justicia.
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