Para entender este primer paso principal hacia la sistemática, trataremos dos asuntos: Primero, los cambios culturales experimentados por la iglesia durante el período patrístico; Y segundo, los cambios teológicos que surgieron en la cultura. Consideremos primero los cambios culturales que surgieron en el período patrístico. La Patrística abarca los 8 primeros siglos de la era cristiana, siendo San Isidoro de Sevilla (muerto en 636) el último Padre latino, y San Juan Damasceno (muerto 746) el último Padre griego. Cambios Culturales Uno de los cambios más grandes que enfrentó la iglesia primitiva después de tiempos de los apóstoles, fue un movimiento en el centro del cristianismo de su morada en Palestina hacia una nueva morada en el mundo gentil. Este cambio fue tan decisivo que los gentiles, en lugar de judíos, se convirtieron en los teólogos guías de la iglesia. Esta transición de liderazgo trajo cambios muy significativos en la forma en que los cristianos construyeron su teología. A medida que teólogos gentiles buscaron predicar el evangelio en su mundo gentil, comenzaron a explicar y defender su fe de manera que tuviera importancia para la cultura grecorromana en aquel entonces. Comenzaron a describir el cristianismo en términos de las filosofías helenísticas de sus días. Resulta interesante ver, que los cristianos no fueron los primeros en poner en contacto de una manera significativa, las Sagradas Escrituras con la cultura helenística. Siglos antes de Cristo, un sinnúmero de judíos se habían esparcido a lo largo del mundo gentil. Al vivir su fe en el Antiguo Testamento en ese mundo, misioneros judíos o proselitistas intentaron cruzar el espacio que había entre el judaísmo y el mundo gentil. Ahora, conforme estos judíos alcanzaron a los gentiles, tomaron dos caminos, que los cristianos después de ellos siguieron. Por un lado, muchos judíos helenizaron su fe tanto que cayeron en el sincretismo. Inadecuadamente mezclaron la fe verdadera del Antiguo Testamento con prácticas y creencias paganas. Uno de los mejores ejemplos conocidos de tal sincretismo aparece en los escritos de Filón de Alejandría quien vivió del año 30 AC. al año 50 AC. Filón trató de minimizar las diferencias entre la fe del Antiguo Testamento y la cultura intelectual de los gentiles tomando los libros de Moisés como alegóricos y argumentando que su fe judía era respetable porque tenía armonía con la filosofía griega clásica. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos judíos durante estos siglos encontraron formas de predicar legítimamente en sus culturas helenísticas sin comprometer seriamente su fe bíblica. Un buen ejemplo de esta clase de ministerio fue la creación de la Septuaginta, el Antiguo Testamento griego. Las versiones griegas del Antiguo Testamento fueron traducidas en sinagogas por todo el mundo mediterráneo para que los judíos y los gentiles que no entendían hebreo tuvieran acceso a las Sagradas Escrituras. Durante el período patrístico los teólogos cristianos se movieron en estas dos direcciones también. Por un lado, muchos líderes de la iglesia cayeron en el sincretismo cristiano porque fueron demasiado lejos en sus intentos de helenizar la fe en el Nuevo Testamento. Mezclaron el verdadero cristianismo con las prácticas y creencias paganas. Algunas formas de sincretismo ya habían surgido en la iglesia del Nuevo Testamento, pero durante el período patrístico algunas sectas no-ortodoxas bien conocidas como el ebionismo, la de Basílides, y el gnosticismo se desarrollaron en el cristianismo. Por otra parte, aun cuando los teólogos cristianos ortodoxos se resistieron al sincretismo, encontraron formas legítimas de predicar en su mundo pagano interactuando con puntos de vista universales helenísticos a su alrededor. Conforme estos verdaderos creyentes llevaban la comisión de Cristo a todas las naciones, expresaban su teología con puntos de vista filosóficos contemporáneos y religiosos sin comprometer la verdad bíblica. Con estos cambios culturales en mente, debemos echar un vistazo a algunas de las formas en las que la auténtica teología cristiana se enfrentó al reto de predicar en el mundo gentil durante el período patrístico. ¿Cuáles fueron las tendencias teológicas generales que surgieron en esta etapa de la teología cristiana? Cambios Teológicos Durante el período patrístico, la corriente filosófica y religiosa dominante en el mundo mediterráneo fue un punto de vista comúnmente conocido como neoplatonismo. El término neoplatonismo cubre una gran variedad de puntos de vista y representa una amplia filosofía religiosa. Se llama "neoplatonismo" porque tiene sus raíces en las enseñanzas de Platón, pero también incluye nuevas ideas introducidas por filósofos como Plotino, quien vivió desde el año 203 DC. hasta el 279 DC. Aunque esta filosofía religiosa era compleja, podemos resumir sus temas centrales en tres partes: El dualismo, el racionalismo y el misticismo. En primer lugar, el neoplatonismo era dualístico. Enseñó una antítesis fundamental entre los terrenos espiritual y material. En el dualismo neoplatónico, el espíritu puro era considerado bueno y la materia pura era considerada completamente mala. Aunque se pensaba que Dios controlaba ambos terrenos, el espiritual y el material, en su bondad Dios dividió su intelecto divino, su luz o logos en los mundos espiritual y material. Esta fuerza divina salió de Dios y fluyó hacia la realidad, trayendo grados de orden y forma, comenzando primero en el terreno espiritual y luego bajando al mundo material. Este punto de vista dualístico tuvo ciertas implicaciones en la manera en la que los seres humanos vivían. Se decía que la gente nacía en el mundo material, incluso presos del terreno físico. Pero el neoplatonismo enseñaba que lo mejor para la vida humana era buscar a Dios eliminando toda atadura al mundo material. Este concepto de romper con el mundo material buscando a Dios, nos lleva al racionalismo como segunda parte del neoplatonismo. Conforme la gente buscaba escapar de esa prisión del mundo material comenzaron enfocándose en el razonamiento humano, la capacidad espiritual e intelectual que cada uno tenemos. Por medio del razonamiento y la reflexión, la gente pudo dar grandes pasos para sobreponerse a las cuestiones malignas que los envolvían. Dentro de su importancia, la reflexión racional fue sólo el comienzo de la persona verdaderamente recta. El neoplatonismo llamó a las personas a ir más allá del razonamiento humano y adentrarse en el misticismo. Para alcanzar la total separación entre la materia y la unión completa con Dios, la gente tuvo que caminar más allá de sus propios poderes intelectuales humanos y alcanzar la grandeza de Dios mismo. Debido a que los neoplatónicos creyeron que Dios está más allá de todo, incluso más allá del razonamiento humano, al final los seres humanos podrían tener unión con Dios sólo si recibían revelación mística que fuera mucho más allá de la mera reflexión humana. Se suponía que este éxtasis espiritual vendría por la inspiración de la luz divina y la palabra proveniente a todo lo largo de la creación. Y se dijo que el resultado era la unión absoluta con Dios, felicidad suprema, el gran cumplimiento del destino humano. Estos conceptos filosóficos y religiosos prevalecían tanto en el mundo mediterráneo durante el período patrístico, que los teólogos cristianos fieles no podían evitar la interacción con ellos. De hecho, muchos de sus argumentos teológicos se basaban en creencias neoplatónicas. Muchos de estos esfuerzos fueron bastante legítimos. Por ejemplo, los grandes concilios ecuménicos de la iglesia primitiva como el de Constantinopla y el de Calcedonia expresaron creencias bíblicas con perspectivas neoplatónicas. Conocidos teólogos cristianos como Clemente de Alejandría, Orígenes e incluso Agustín, también se expresaron en términos que eran familiares para los neoplatónicos. Los teólogos cristianos fieles en el período Patrístico no permitían que su atención al neoplatonismo reemplazara sus compromisos básicos con el verdadero evangelio. Se apegaron fuertemente a la verdad bíblica. Pero sus conocimientos del neoplatonismo los ayudó a explicar las Sagradas Escrituras de manera que ellos y sus contemporáneos podrían entender. Que al interactuar con sus culturas de este modo, propagaron el evangelio, construyeron la iglesia, y llevaron a muchos no-creyentes al conocimiento de la salvación en Cristo. Hay muchas formas en las que podríamos resumir la influencia del neoplatonismo en la teología patrística. Pero para nuestros propósitos, hablaremos de tres características de la teología patrística que van a la par con nuestro resumen del neoplatonismo: Las prioridades espirituales de la teología patrística, la importancia de la razón y la importancia del misticismo. Consideremos primero las prioridades de la teología patrística conforme fueron influenciadas por el neoplatonismo. Prioridades Usted recordará que una característica del neoplatonismo era la dualidad entre el área espiritual y la física. La teología patrística respondió a esta dualidad organizando y presentando las enseñanzas de la Biblia de modo que dieran prioridad al área espiritual sobre las cuestiones mundanas, una parte de la teología que llamaremos "la teología desde arriba". En pocas palabras, la teología desde arriba, es la teología que le da el primer lugar a la reflexión espiritual más alta, sobre la reflexión más baja, cuestiones más terrenales. Reflexiones sobre Dios y sus caminos – ¿Cuál es la esencia de Dios? ¿Cuáles son sus atributos? ¿Qué es la unidad de Dios? ¿Qué es la Trinidad? Estas inquietudes eran de mayor interés en la teología patrística que en la reflexión sobre la condición humana y la vida en el mundo físico. Estas prioridades se convirtieron en un sello de la teología patrística. En segundo lugar, los teólogos cristianos realmente se preocuparon por la importancia de la razón en la teología, enfocándose en la reflexión lógica como una herramienta principal para la teología. Razón Como lo hemos visto, uno de los valores principales en el neoplatonismo era la creencia de que los seres humanos tenían el deber de usar el razonamiento humano para elevarse por encima del mundo material. En respuesta al énfasis del neoplatonismo sobre la reflexión intelectual, los primeros padres de la iglesia también comenzaron a enfatizar la reflexión intelectual en la teología cristiana. Los principales teólogos cristianos se enfocaron más que nunca en la investigación racional minuciosa y la explicación de las creencias cristianas, de tal manera que muchas de las doctrinas que el Nuevo Testamento dejó sin especificar, ni profundizar, se convirtieron en el objetivo de la reflexión racional. Por ejemplo, la teología del Nuevo Testamento permitía que doctrinas como la Trinidad permanecieran prácticamente sin explicación alguna; Los escritores del Nuevo Testamento no se ocuparon de los detalles de la relación entre las personas de la trinidad. Pero en el período patrístico, los teólogos usaron un análisis lógico para explicar lo que los escritores del Nuevo Testamento creían acerca de la Trinidad, aun cuando los escritores bíblicos no habían señalado sus puntos de vista explícitamente. En respuesta a enseñanzas falsas acerca de Dios el padre, el hijo y el Espíritu Santo, los primeros padres de la iglesia hicieron un estudio minucioso por medio de la reflexión racional, trabajando en todos los detalles posibles que el Nuevo Testamento dejó sin mencionar. En este sentido, aplicar la razón a la teología se convirtió en un valor importante para los teólogos conforme ministraban en su mundo neoplatónico. En tercer lugar, la teología patrística se enfocó en el misticismo o la iluminación espiritual trascendente, en respuesta al énfasis neoplatónico sobre el misticismo. Misticismo Como hemos visto, en el neoplatonismo, el razonamiento detallado por medio de la atención a la mente humana fue meramente un punto de apoyo para alcanzar niveles místicos más altos de unión con Dios. La razón estaba limitada y no podía alcanzar un terreno espiritual más alto, y para alcanzar estos niveles más altos se requería de una iluminación especial. De manera muy parecida, cuando los primeros padres exponían doctrinas como la Trinidad, o la divinidad y la humanidad de Cristo, o los sacramentos y la iglesia, a menudo confesaban que algunos elementos de estas doctrinas estaban más allá de la razón humana. Muchas veces, sus discursos racionales incluían asuntos sobre las verdades más importantes de la fe cristiana que simplemente no podían ser explicadas o defendidas racionalmente. Más bien, sólo podían ser comprendidas a través de una iluminación mística, experiencias sobrenaturales que excedieran los límites de la razón humana. La teología patrística utilizó el razonamiento al servicio de la revelación de Dios, pero se inclinó mucho más por la intuición espiritual que por la prueba lógica. Así es que mientras los teólogos del período patrístico confrontaban los desafíos de la enseñanza, explorando y defendiendo la teología cristiana en su mundo gentil, sus estrategias y énfasis cambiaron. Estos cambios hacia la prioridad de lo espiritual sobre lo físico, o la teología desde arriba, el uso del análisis racional y la confianza en el misticismo establecieron un camino para la iglesia que eventualmente conduciría a lo que hoy conocemos como la teología sistemática. Ahora que hemos visto cómo los teólogos comenzaron a explicar la teología cristiana a su cultura helenística durante el período patrístico, debemos pasar a la teología medieval, cuando los cristianos aplicaron más consistentemente puntos de vista helenísticos de la racionalidad humana y la lógica a la teología cristiana. Pondremos mucha atención a un movimiento teológico, llamado a menudo "escolasticismo", que se desarrolló aproximadamente del año 600 DC. hasta el año 1500 d.C. La patrística es el estudio del cristianismo de los primeros siglos y de sus primeros autores conocidos como padres de la Iglesia. La palabra deriva de la forma combinada del latín pater y del griego patḗr (padre). Se considera que el periodo corre desde la parte final del Nuevo Testamento, específicamente desde los Hechos de los Apóstoles (año 100 DC) y hasta 451 (la fecha del Concilio de Calcedonia), o hasta el Segundo Concilio de Nicea, del siglo VIII. En su contenido ideológico, la patrística se caracterizó por ser el periodo en que se gestó el contenido doctrinal de las creencias religiosas cristianas, así como su defensa apologética contra los ataques de las religiones paganas primero, y sucesivamente de las interpretaciones que dieron lugar a las herejías, después.1 Para ser reconocido un padre de la Iglesia, era necesario reunir las siguientes condiciones: Antigüedad Santidad de la vida Doctrina ortodoxa Aprobación eclesiástica La religión cristiana encontró en la filosofía griega los argumentos para justificar su doctrina, pues la religión cristiana era para los padres de la Iglesia la expresión cumplida y definitiva de las verdades que la filosofía griega había logrado encontrar de manera imperfecta y parcial. "En efecto, el logos que se hizo carne en Cristo y que se tiene en la palabra por Él revelada plenamente a los hombres, es la misma en la cual se inspiraron los filósofos paganos e intentaron traducir en sus especulaciones".1 África noroccidental Dos grandes personalidades del África noroccidental fueron el presbítero Tertuliano (160-245), originario de Cartago, y su discípulo el obispo San Cipriano (160-258), de Cartago también, decapitado en la persecución de Valeriano. Tertuliano Tertuliano, iniciado en el culto de Mitra cuando joven, debió convertirse después al cristianismo y luego pasó (213) al montanismo, creencia considerada entonces herejía, predicada por el frigio Montano, enemigo de la Iglesia jerarquizada. Tertuliano fue un rigorista extremado. San Cipriano San Cipriano, retórico convertido al cristianismo en edad madura, es un asceta y un moralista, pero es sobre todo un espíritu práctico. Dos problemas le preocupan en especial: el de los lapsi cristianos asustadizos que ante la persecución negaban su condición de tales y prestaban adoración al emperador (a quienes considera readmisibles en el seno de la Iglesia mediante ciertas condiciones), y el de los bautizados por los considerados herejes (que no cree lo estén en realidad). Una de las obras de San Cipriano, escrita en 251 con ocasión del cisma provocado en Roma por Novaciano al negar a la Iglesia el derecho a readmitir a los lapsi en la comunión de los fieles, se titula "La Unidad de la Iglesia católica", y en ella advierte que no todos los peligros derivan de la persecución: "no hay que temer únicamente la persecución o todo aquello que con descubierta acometida se dirige a derribar y derrotar a los siervos de Dios; cuando el peligro está a la vista, es más fácil la cautela, y cuando el adversario se declara, el ánimo se apresta de antemano al combate. Hay que temer sí y guardarse más del enemigo cuando se presenta a escondidas, cuando engañando con cara de paz, se arrastra con paso oculto" (cap. I). "¿Y qué cosa más astuta y sutil, que el enemigo encubierto y apostado junto a la senda de Cristo (...) tramara un nuevo engaño, como el de engañar a los incautos con el mismo título de nombre cristiano? Inventó, pues, herejías y cismas, con los cuales destruye la fe, corrompe la verdad, rompe la unidad". "Todo esto sucede", sigue diciendo Cipriano, "por no volver al origen de la verdad, por no buscar la cabeza" (cap. III). Y recuerda entonces las palabras de Jesucristo a San Pedro cuando cimentó en él su iglesia. "Sobre uno únicamente, insiste, edifica su iglesia". "Quien no se cuenta en esta unidad de la Iglesia ¿cree que tiene la fe?". La esposa de Cristo, la Iglesia, según imagen de San Pablo, que es incorrupta y honrada, no puede adulterar. Ha conocido una sola casa y guarda, con casto pudor, la santidad de un solo lecho. Ella nos guarda para Dios, ella anota para el reino los hijos que engendró. Quien separándose de la Iglesia se junta a una adúltera, este tal se separa de las promesas de la Iglesia y no alcanzará los premios de Cristo, quien abandonó la Iglesia de Cristo. El tal extraño es profano, es enemigo. Ya no puede tener por padre a Dios, quien no tiene a la Iglesia por madre. Padres de la Iglesia Se llama Padres de la Iglesia a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos cristianos, obispos en su mayoría, que van desde el siglo I hasta el siglo VIII, y cuyo conjunto de doctrina es considerado testimonio de la fe y de la ortodoxia en el cristianismo post apostólico. Para el protestantismo, los escritos emanados de la patrística son eminentemente testimoniales, corroborativos en la medida en que se sometan a una sólida exégesis de la Biblia. Los Padres de la Iglesia son un grupo de escritores cuyas enseñanzas tuvieron gran peso en el desarrollo del pensamiento y la teologíacristiana según su interpretación de la Biblia, la incorporación de la Tradición y la consolidación de la Liturgia, por lo que fueron dejando una doctrina en conjunto. Son sus puntos en común los que se toman en cuenta. A menudo los Padres de la Iglesia tuvieron que dar respuesta a cuestiones y dificultades emergentes, planteadas por la moral y la teología, en medio de un ambiente convulsionado por persecuciones externas y conflictos internos producidos por herejías y cismas de la Iglesia postapostólica. Por eso, se les considera como los continuadores inmediatos de la obra que los apóstoles habían iniciado, y a los que con ella pasaron a sustituir ventajosamente, pues dejaron un amplio testimonio de sus trabajos y enseñanzas, escritos respaldados muchas veces directamente por la jerarquía eclesiástica encabezada por el Papa. El título de «padres» para este grupo apareció desde el siglo IV, tal como puede observarse en las palabras de Basilio de Cesarea: "Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres". El papa Gelasio I confeccionó una primera lista oficial de los Padres de la Iglesia. A partir de allí han surgido dos nuevas ciencias en relación a su estudio, íntimamente relacionadas entre sí: Al estudio y análisis de la obra de estos escritores se le llama Patrística. Al estudio de la vida y persona de los padres se le llama Patrología. Estas dos ciencias han establecido una clasificación por generaciones y procedencias culturales, con objeto de facilitar una comprensión más exacta del desarrollo de la teología cristiana por ellos expuesta. Los Padres apostólicos Los Padres Apostólicos es la denominación que desde el siglo XVII reciben aquellos primeros Padres de la Iglesia que tuvieron una cercanía inmediata con los apóstoles de Jesucristo, por lo que cronológicamente se ubican en el siglo I y primera mitad del siglo II. Sus escritos son respuestas específicas a comunidades eclesiales, la mayoría de contenido moral antes que doctrinal, en forma de cartas, documentos o recomendaciones, por lo que su estilo es sencillo y directo. Entre estos escritores se cuenta a Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Papías de Hierápolis, Policarpo de Esmirna y, a los autores (hasta ahora desconocidos) de la Didaché, la Carta a Diogneto y el Pastor de Hermas. Los Padres Apologistas Como Padres Apologistas, se les conoce a aquellos Padres de la Iglesia que surgieron a partir de finales del siglo II d.C., cuando con la muerte de los discípulos de los apóstoles se extinguían las referencias más directas a la vida de Jesús y de los orígenes de la época apostólica. En esta etapa, los cristianos solo tenían como referencia las Escrituras y la Tradición Apostólica, y por ello lucharon para hacer frente a los peligros que amenazaban la existencia misma de la Iglesia naciente. Los Padres Apologistas se encargaron de defender el cristianismo en un momento en que, además de las persecuciones de las autoridades civiles, surgieron nuevos planteamientos teológicos por parte de gentiles, y miembros de la propia Iglesia. Los escritores sagrados, desde la muerte de esta generación, solo tuvieron el testimonio de las Sagradas Escrituras, de la Liturgia y de la Tradición mantenida en cada una de las Iglesias particulares. Estas primeras generaciones de escritores cristianos aún vivieron en la persecución y se les conoce como Apologistas por la defensa que hacían del cristianismo frente a los paganos o gentiles y otras doctrinas de la época. Entre ellos destacan Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma, Novaciano, Tertuliano; formando la Escuela de Alejandría, Orígenes —el padre de la Teología—, Panteno, Cipriano de Cartago y Clemente de Alejandría; y, de la Escuela de Antioquía, Luciano de Antioquía. La inclusión de unos autores, bien como apologistas, bien como padres de la Iglesia, depende más bien de criterios de estudio, que por razones generacionales. Padres de la Iglesia En principio, la denominación de Padres de la Iglesia se guardó para cuatro padres de la Iglesia oriental; posteriormente se agregaron otros cuatro de la Iglesia latina o de Occidente. Los cuatro Padres de la Iglesia griegos son: Atanasio de Alejandría Basilio el Grande Gregorio Nacianceno Juan Crisóstomo Y los cuatro Padres de la Iglesia latinos son: Ambrosio de Milán Jerónimo de Estridón Agustín de Hipona Gregorio Magno Sin embargo, también se conoce como Padres de la Iglesia a una serie más amplia de escritores cristianos, que vivieron del siglo III hasta el siglo VIII, y que se caracterizan por la ortodoxia de su doctrina, santidad de vida y reconocimiento por parte de la Iglesia. Su edad de oro fueron los siglos IV y V y florecieron tanto en Occidente, donde escribieron en latín, como en Oriente, en donde lo hicieron en griego, siriaco, copto, armenio, georgiano y árabe. En sus obras se sirven de la cultura griega y latina para explicar los misterios cristianos. Los Padres Orientales Los cuatro Padres Orientales son también conocidos indistintamente como los cuatro Padres Griegos o como los cuatro Padres de la Iglesia de rito griego (es decir, de la Iglesia oriental o de las Iglesias católicas orientales). El más antiguo de ellos es Atanasio de Alejandría (295–373), obispo de Alejandría, que tuvo un papel relevante en el Concilio de Nicea I; luego destacan los «grandes capadocios», título común de los hermanos Basilio el Grande (329–389) y Gregorio de Nisa (335–394), así como su amigo Gregorio de Nacianzo (†389), quienes escribieron abundantemente contra la herejía arriana. En la parte oriental del Imperio romano se desarrollan posteriormente dos escuelas teológicas muy importantes alrededor del Patriarcado de Antioquía —cuyo principal representante es Juan Crisóstomo (344–407), patriarca de Constantinopla, célebre por sus homilías—; y del Patriarcado de Alejandría, con Cirilo de Alejandría (380–444), defensor de la maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso. El ciclo de los cuatro padres orientales lo cerró Juan Damasceno (675–749), agudo teólogo que, además de luchar contra el maniqueísmo y la superstición, anunció casi cinco siglos antes la incorporación del pensamiento de Aristóteles a la filosofía cristiana. Los Padres Occidentales Los cuatro Padres Occidentales son también conocidos como los cuatro Padres Latinos o cuatro Padres de la Iglesia de rito latino (es decir de la Iglesia occidental o de la Iglesia católica). Entre ellos se cuenta a Ambrosio de Milán (333–397), compositor de grandes himnos y persona muy influyente; bautizó al que iba a ser el mayor de todos ellos, Agustín de Hipona (354–430), figura cumbre de la historia cristiana y uno de los pensadores más importantes de la historia universal; Jerónimo (342–420), insigne cultivador de la historiay de la Sagrada Escritura, nos dejó su célebre Vulgata, la Biblia traducida directamente del hebreo y del griego al latín; y al Papa: Gregorio Magno (540–604). Otros padres occidentales En la Iglesia de Occidente figuran el papa León I el Magno (†461); el padre del monacato occidental Benito de Nursia; varios obispos de las Galias, como Cesáreo de Arlés (470–543), quien formuló el Dogma de la Gracia; Gregorio de Tours; Hilario de Poitiers; el grupo de los padres hispánicos, en el que destacan Osio de Córdoba; Martín de Braga; y los hermanos Leandro de Sevilla (†600) e Isidoro de Sevilla (560–636), autor de la primera enciclopedia cristiana, titulada las Etimologías; y, cerrando el ciclo, el inglés Beda el Venerable(673–735), continuador de la obra sapiencial de Isidoro de Sevilla. Además de los Padres de la Iglesia, tanto del rito oriental como del occidental, la patrística estudia la obra de otros muchos escritores cristianos que han recibido igualmente el título de «Padres de la Iglesia». La abundante obra de estos escritores sigue siendo a través de los siglos referencia segura en el planteamiento de las ideas y enseñanzas de la Iglesia.
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