1. TROPOS PRINCIPALES USADOS EN LA SAGRADA ESCRITURA. En la presente sección no nos referimos a figuras de sintaxis o de pensamiento, sino a aquellas figuras de expresión que comúnmente se denominan «tropos», en las que una palabra o expresión es usada con un sentido distinto del que le corresponde. Se basan en el parecido que tengan o en alguna relación específica. Los principales «tropos» son: la metáfora, la metonimia y la sinécdoque. a. La metáfora. Se podría decir que es una comparación tácita. Es una figura de dicción en la cual se compara un objeto con otro afirmando que es ese otro o describiéndolo como si fuera el otro. Se diferencia del símil en que no menciona la palabra que indica la semejanza. Las metáforas son muy comunes en la Biblia. En el Salmo 18:2 hallamos 6 metáforas en un solo versículo. Jesús emplea esta figura de dicción cuando dice a los fariseos: «Id, y decid a aquella zorra», Lucas 13:32. Hay dos clases de metáforas en la Biblia que se refieren a la divinidad, las cuales merecen especial atención: (1) El antropopatismo, y (2) el antropomorfismo. En el primer caso, se atribuyen a Dios emociones, pasiones y deseos humanos. (Veáse Gn. 6:6; Dt. 13:17; Ef. 4:30). En el segundo caso se le asignan extremidades humanas y actividades físicas. (Véase Éx. 15:16; Sal. 34:16; Lm. 3:56; Zac. 14:4; Stg. 5:4). Sin duda hay mucho de metafórico en la descripción del cielo como una ciudad, con calles de oro y puertas de perlas, en la cual el árbol de la vida produce fruto mes tras mes; y en la representación de los tormentos eternos como «el gusano que no muere», «fuego que nunca se apaga» y «humo del tormento que sube por los siglos de los siglos». b. Las metonimias también son numerosas en la Biblia. Esta figura, así como la sinécdoque, se basa en una relación, más que en una semejanza. En el caso de la metonimia, esta relación es más bien mental que física, se usa para relaciones de causa y efecto, progenitor y posteridad, sujeto y atributo, signo y cosa significada. Pablo dice en 1 Tesalonicenses 5:19: «No apaguéis al Espíritu», queriendo referirse a las manifestaciones especiales del Espíritu (la causa por el efecto). Cuando en la parábola del rico y Lázaro, Abraham dice: «A Moisés y a los profetas tienen», Lucas 16:29, naturalmente se refiere a sus escritos (la causa por el efecto). En Isaías 22:22, «la llave de la casa de David» indica la idea de control sobre la casa real. La circuncisión recibe el nombre de pacto en Hechos 7:8, porque era la señal del pacto (el objeto de la señal por la señal misma). c. La sinécdoque se parece en algo a la metonimia, pero su figura se funda más bien en una relación física que mental. En esta figura hay cierta identidad entre lo que se expresa y lo que se quiere dar a entender. La parte sustituye al todo o el todo por la parte; el género por la especie o la especie por el género; el individuo por la clase o la clase por el individuo; un plural por su singular, o un singular por su plural. Por ejemplo, se dice que Jefté fue enterrado «en las ciudades de Galaad» (Jue. 12:7), queriendo dar a entender, por supuesto, una sola ciudad de aquella región. Cuando el profeta dice en Daniel 12:2: «Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados», ciertamente no tenía la intención de afirmar la idea de una resurrección parcial. Cuando Lucas nos informa en Hechos 27:37 que había en el barco «doscientas setenta y seis almas», no quiere decir que había espíritus desencarnados a bordo del barco. En el texto inglés, Berkhof usa el ejemplo: «in the cities of Gilead», lo cual es traducción literal del texto hebreo. 14Una vez más, se usa el texto griego (psujai = almas) como traducción literal en este pasaje. 2. RECURSOS INTERNOS PARA DETERMINAR SI LA INTENCIÓN ES OFRECER UN SIGNIFICADO LITERAL O FIGURADO. Es de vital importancia que el intérprete sepa cuándo una palabra se usa según su significado figurado o literal. En el relato de los Evangelios, notamos que los judíos e incluso los discípulos de Jesús, a menudo erraban desastrosamente al interpretar de un modo literal lo que el Señor decía en forma figurada. Véase Juan 4:11, 32; 6:52; Mt. 16:6–12. Incluso, no haber podido entender el lenguaje figurado que el Señor usó cuando dijo: «Esto es mi cuerpo», se convirtió en una profusa fuente de división entre las iglesias de la Reforma. Por tanto, es importantísimo que el intérprete llegue a tener certeza en este punto. Las siguientes consideraciones pueden ayudarle a decidir la cuestión. a. Hay ciertos escritos en los que el uso del lenguaje figurado es imposible a priori. Entre tales escritos se encuentran las leyes y toda clase de medios legales, escritos históricos, obras estrictamente filosóficas y científicas, y confesiones de fe. Tales escritos tienen el propósito principal de ofrecer la mayor precisión y claridad posible, y en ellos la belleza de lenguaje es una consideración secundaria. Sin embargo, es necesario tener presente que la prosa de los orientales es mucho más figurativa que la de los pueblos occidentales. b. Hay una antigua y repetida regla hermenéutica que afirma que se debe entender toda palabra según su significado literal, a menos que tal interpretación literal implique una manifiesta contradicción o absurdo. Debe observarse, sin embargo, que en la práctica esta regla no va más allá que apelar al criterio racional de cada individuo. Lo que parece absurdo e improbable a uno, puede ser considerado como perfectamente simple y razonable para otro. c. Los medios más importantes para determinar si una palabra se usa en forma literal o figurada, son los recursos internos antes referidos. El intérprete debe sujetarse estrictamente al contexto inmediato, teniendo en cuenta los modificativos que acompañan a una palabra, el carácter del sujeto de la oración y los predicados que se le atribuyen, el paralelismo (si lo hay) y los pasajes paralelos. 3. PRINCIPIOS ÚTILES PARA INTERPRETAR EL LENGUAJE FIGURADO DE LA BIBLIA. Aquí surge la cuestión acerca de la interpretación del lenguaje figurado de la Biblia. Aun cuando el intérprete debe emplear los recursos internos normales ya mencionados, hay ciertos puntos especiales que no debemos pasar por alto. a. Es importantísimo que el intérprete tenga un claro concepto de las cosas en las cuales se basan tales figuras, o de donde son sacadas, ya que el uso de los tropos se basa en ciertas relaciones y semejanzas. El lenguaje figurado de la Biblia se deriva especialmente de: (1) las características geográficas de la Tierra Santa; (2) las instituciones religiosas de Israel; (3) la historia del antiguo pueblo de Dios, y (4) la vida diaria y costumbres de los distintos pueblos que aparecen en la Biblia. Por ende, debemos entender estos elementos, para poder interpretar correctamente las figuras que de ellos se derivan. En el Salmo 92:12 leemos: «El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano». El expositor no podrá interpretar bien este pasaje si no está familiarizado con las características de la palmera y el cedro. Si quiere explicar el Salmo 51:7: «Purifícame con hisopo, y seré limpio», debe tener algún conocimiento del método de purificación ceremonial de Israel. El autor ofrece una generalización muy extrema de las culturas del Cercano Oriente y del Occidente. b. El intérprete debe esforzarse por descubrir la idea principal, el tertium comparationis, sin dar demasiada importancia a los detalles. Cuando los autores bíblicos emplean figuras como las metáforas, por lo general están pensando en uno o más puntos específicos de coincidencia o semejanza. Y aun cuando el intérprete pueda hallar más puntos de contacto, debe limitarse a aquellos que el autor tenía en mente. Por ejemplo, en Romanos 8:17, a modo de consolación Pablo afirma: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo». Es perfectamente evidente que se refiere a las bendiciones que los creyentes reciben junto a Cristo de parte del Padre común de ambos. Sería ir demasiado lejos hacer que la metáfora contenida en la palabra «heredero» implique la muerte del Padre como testador. El grave peligro de aplicar a una figura todas sus circunstancias particulares, se percibe claramente del pasaje en Apocalipsis 16:15, donde leemos: «He aquí, yo vengo como ladrón». El contexto ayudará a determinar en cada caso hasta dónde debe aplicarse la figura. c. En relación con el lenguaje figurado que se refiere a Dios y a las cosas eternas, el intérprete debe tener en cuenta que todas las figuras ofrecen una expresión muy inadecuada de la realidad perfecta. Se dice que Dios es Luz, Roca, Fortaleza, Torre Alta, Sol y Escudo. Todas estas figuras aportan alguna idea de lo que Dios es para su pueblo; pero ninguna de ellas, ni todas ellas en conjunto, dan una idea completa de lo que es Dios. Y cuando la Biblia representa a los redimidos vestidos con el ropaje de salvación o de justicia, coronados con la corona de la vida, llevando palmas de victoria, las figuras dan alguna idea de la gloria futura de ellos, aunque sea muy imperfecta. d. Uno puede en cierta medida comprobar si entiende las figuras de la Biblia, tratando de expresar en lenguaje literal los pensamientos que comunican. Pero es necesario tener en mente que una gran parte del lenguaje figurado de la Biblia no puede ser expresado de un modo literal. Esto se aplica particularmente a lo que se refiere a Dios y a las cosas eternas. Un diligente y cuidadoso estudio de la Biblia nos servirá mejor que cualquier otra cosa a entender dicho lenguaje figurado.
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