1. LOS DIVERSOS LIBROS DE LA BIBLIA CONSTITUYEN UNA UNIDAD ORGÁNICA. Debemos hacer énfasis aquí en la palabra «orgánica». Esto significa que tal unidad no es simplemente mecánica, como si consistiera en diversas partes preparadas con vistas a su mutua relación (como las partes de un reloj), las cuales fueron en última instancia recolectadas en un volumen. No debemos comparar la Biblia a una catedral construida según los planos específicos de un arquitecto, sino a un árbol corpulento, producto de un crecimiento progresivo. La Biblia no fue hecha, sino que creció; y la composición de sus diversos libros marca los peldaños de su desarrollo progresivo. Es, en última instancia, el producto de una solamente, la expresión de un solo principio fructífero, ramificándose en diversas direcciones. Sus diferentes partes son mutuamente dependientes y juntas, sirviendo al organismo como un todo. La misma Escritura testifica de su unidad en más de una forma. Observemos particularmente lo siguiente: a. Los pasajes que hemos citado para probar la inspiración de la Biblia, y muchos otros que pudieran añadirse, destacan el hecho de que la Escritura tiene un autor primordial. Es en todas sus partes producto del Espíritu Santo. b. El contenido de la Biblia, a pesar de su variedad, revela una unidad maravillosa. Todos sus libros tienen a Jesucristo como centro de su unidad, todos ellos se refieren de alguna manera a la obra redentora y al establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra. Además, todos concuerdan en su enseñanza doctrinal y en su valor práctico para la vida. Ha sido una de las maravillas de los siglos el que 66 libros, que surgieron gradualmente en el transcurso de 1,600 años, revelen tan notable unanimidad. c. El carácter progresivo de la revelación divina es también una prueba firme de su unidad. El estudio de la teología bíblica o historia revelationis, demuestra este hecho de un modo creciente. Las Escrituras revelan el desarrollo de un solo pensamiento divino con varias subdivisiones, a saber, el plan de la gracia de Dios en Jesucristo para la redención de los pecadores. Nos muestran el capullo de la promesa divina abriéndose gradualmente hasta convertirse en una hermosa flor. Cristo proyecta la sombra de su venida y finalmente aparece en persona. d. Las citas colectivas de la Escritura destacan también su unidad. Los escritores del Nuevo Testamento a menudo ilustran o prueban alguna verdad particular citando varios libros del Antiguo Testamento; con esto revelan la convicción de que los distintos libros poseen la misma autoridad divina. Hallamos ejemplos de esto en Romanos 3:10–18, donde Pablo cita Eclesiastés 7:20; Salmo 14:2–3; 5:10; 140:4; 10:7; Isaías 59:7, 8 y Salmo 36:2. Para otros ejemplos véase Hebreos 1:5–13; 2:6–8, 12, 13. En relación con el texto en Romanos, Turpie dice: «Esta referencia, formada con diversos pasajes del Antiguo Testamento, nos da un ejemplo de cita combinada, y puesto que le precede un «como está escrito» nos hace saber que los diversos escritos de donde fue tomada—esto es, Salmos, Eclesiastés e Isaías— son igualmente Sagrada Escritura y se hallan situados en el mismo plano. Si estas afirmaciones fueran de diferente valor, ¿cómo podía el apóstol ponerlos todos juntos?» 7 e. De un modo indirecto, la unidad de la Escritura queda demostrada por el hecho significativo de que los autores del Nuevo Testamento, al citar del Antiguo Testamento, ocasionalmente alteran los pasajes citados o los aplican en un sentido que no aparece en el Antiguo Testamento. Este proceder difícilmente puede ser defendido, excepto si presuponemos que el Espíritu Santo sea el autor de toda la Biblia, lo cual le da naturalmente el derecho de citar y aplicar sus propias palabras como lo ve oportuno. 2. JUNTO CON ESTA UNIDAD, SIN EMBARGO, LA BIBLIA REVELA TAMBIÉN LA MAYOR DIVERSIDAD. Hay varias distinciones que deben tenerse en cuenta al interpretar las Sagradas Escrituras. a. Las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Éstos difieren en los siguientes aspectos: (1) Respecto al contenido. El Antiguo Testamento contiene la promesa; el Nuevo Testamento el cumplimiento. El primero señala a la venida de Cristo y nos conduce a él; el segundo parte de él, señalando su completo sacrificio como la expiación por el pecado del mundo. El Antiguo Testamento es el capullo; el Nuevo Testamento, la flor; o como lo expresara San Agustín: «El Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo y el Antiguo nos es abierto en el Nuevo». (2) En cuanto a la forma. El Antiguo Testamento es profético, mientras que el Nuevo es apostólico. El elemento simbólico, muy prominente en el primero, es reducido al mínimo en el segundo. Además, el factor divino es más prominente en el Antiguo Testamento que en el Nuevo. No se sabe quiénes fueron los autores humanos de muchos libros del Antiguo Testamento y en los libros proféticos a menudo parecen sumergidos en su autor divino. Además, el Espíritu Santo obra sobre ellos desde fuera. En el Nuevo Testamento en cambio, el Espíritu Santo reside en la Iglesia y opera en los apóstoles desde dentro. Por esto el factor divino se pierde de vista. (3) En su lenguaje. El Antiguo Testamento está escrito en lengua hebrea, con excepción de algunas partes de Daniel y unos pocos versículos de Jeremías y Esdras; mientras que el Nuevo Testamento está escrito en griego helenístico. b. Distinción entre los varios libros de la Biblia. El hecho de que el Espíritu Santo empleara a profetas y apóstoles con sus idiosincrasias personales, sus talentos naturales y su conocimiento adquirido, da naturalmente lugar a una diversidad considerable. Cada autor puso en su libro un sello definido. Cada uno desarrolló sus propios pensamientos de forma distinta, los presentó según la ocasión requería y los expresó en su estilo característico. Hay una gran diferencia, por ejemplo, entre Isaías y Jeremías, entre Pablo y Juan. No todos tienen el mismo vocabulario ni escriben en el mismo estilo. Sus escritos no tienen el mismo contexto histórico y no presentan la verdad desde el mismo punto de vista. Cada libro de la Biblia tiene un carácter individual. c. La diferencia entre las formas fundamentales de la revelación divina. (1) Dios expresó parte de su revelación en forma de narración histórica. Es muy importante recordar que los hechos históricos narrados en la Biblia forman también parte esencial de la revelación divina y deben ser interpretados como tales. 7 Turpie, The New Testament View of the Old, p. 33. (2) Dios nos hizo conocer parte de su voluntad por medio de discursos o escritos didácticos. En el Antiguo Testamento, la hallamos especialmente en la Ley y en la literatura sapiencial; mientras que en el Nuevo Testamento se encuentra en las parábolas y discursos del Señor, así como en las epístolas apostólicas. (3) También Dios nos da una visión de los misterios de su consejo por medio de la profecía. Ésta interpreta los caminos de Dios en el pasado, revela su voluntad para el presente y abre brillantes visiones del futuro para consolación del pueblo de Dios. (4) Finalmente, él se revela también en la poesía, por la cual oímos las vibrantes notas de una poderosa orquesta. El doctor Stuart Robinson dice poéticamente: «Notas del conmovido corazón de Dios llevan el canto; y las cuerdas de corazones humanos, tocadas por su gracia, son el coro que responde». Preguntas de repaso 1. ¿Es la Biblia un libro planeado? En tal caso, ¿en qué sentido? 2. ¿Por qué constituye una unidad orgánica más bien que mecánica? 3. ¿Qué lazos de unión hay entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? 4. ¿Por qué razón se enfatiza en nuestros días más bien la diversidad que la unidad de la Biblia? 5. ¿Por qué deberían los intérpretes de la Biblia proceder sobre la base de la unidad de la Biblia? 6. ¿Por qué deben tomar también en consideración su diversidad? C. La unidad del significado de las Escrituras Es muy importante entender desde el principio que la Escritura tiene solamente un significado y es, por tanto, susceptible a la investigación lógica y científica. Este principio fundamental debe colocarse en primer plano, en oposición a la tendencia (que la historia nos muestra y que persiste en algunas esferas aun en nuestro tiempo) de aceptar diversos significados; tendencia que hace imposible la ciencia hermenéutica y abre la puerta a toda clase de interpretaciones arbitrarias. La ilusión del significado múltiple viene principalmente del hecho de que se ha malentendido algunos rasgos importantes de la Sagrada Escritura: tales como su lenguaje figurado, sus aspectos misteriosos e incomprensibles, sus hechos, acciones y ritos simbólicos, sus profecías con un doble o triple cumplimiento, y sus tipos de realidades venideras. 1. BASES PARA ESTE PRINCIPIO. Debemos sostener que la Escritura tiene tan sólo un significado propio, cualesquiera sean los diversos significados que puedan tener las palabras por separado. Esto se desprende, necesariamente, de las siguientes consideraciones: a. La veracidad de Dios. Es un principio estable entre los hombres que un hombre veraz se exprese normalmente en lenguaje inequívoco. La conciencia humana nunca ha aprobado el método equívoco de los jesuitas. Y si un hombre veraz no haría uso, concienzudamente, de un doble lenguaje, Dios, que es la verdad absoluta, no puede habernos dado una revelación con la idea de engañarnos. b. El propósito de la revelación de Dios. Dios revela su voluntad y el camino de salvación a los hombres, a fin de ser glorificado en la redención de los pecadores. Él tenía en mente un fin glorioso y misericordioso. En vista de esto, es totalmente inconcebible que hubiese provisto para los hombres una revelación dudosa, ya que esto destruiría el mismo propósito que procuró realizar. c. La necesaria congruencia entre la revelación del Logos en la mente del hombre, y su revelación en la naturaleza y en la Escritura. Es precisamente la adaptación de la una a la otra lo que hace posible todo conocimiento. La Revelación, para poder ser comprendida, debe ser racional. Sería el colmo de la inconsistencia pensar que Dios se ha revelado a sí mismo de una forma razonable en la Naturaleza, pero no en la Escritura, que constituye, según creemos, su más perfecta revelación. Significaría que la verdad de la Biblia no podría ser investigada por métodos lógicos, ni comprendida intelectualmente. d. El carácter del lenguaje humano en el cual la Biblia fue escrita. La lógica de la mente humana se refleja naturalmente en el lenguaje que el hombre usa. Y es absolutamente extraño al carácter de este lenguaje que una palabra tenga dos, tres o más significados en conexión con una proposición particular. De ser así, toda comunicación entre los hombres sería enteramente imposible. 2. SALVAGUARDAS CONTRA LA MALA INTERPRETACIÓN DE ESTE PRINCIPIO. Pero aun cuando debemos constantemente tener en cuenta el gran principio de que la Escritura tiene solamente un significado propio, debemos guardarnos contra algunas malas interpretaciones. a. Es necesario distinguir entre el significado real de un pasaje de la Escritura y el significado que le atribuyen diversos intérpretes. Las muchas interpretaciones dadas a menudo a un solo pasaje no destruyen la unidad de significado de la Escritura. b. Debería distinguirse también entre el significado propio de un pasaje y las diferentes formas en que puede ser aplicado. El mismo significado puede ser usado prácticamente según las circunstancias, ya sea para advertir, exhortar, consolar o reprender. c. Es también de gran importancia saber distinguir entre el significado literal y el místico, y comprender que ambos no constituyen un significado doble, sino simple. Varios pasajes de la Sagrada Escritura tienen, junto a su significado literal, un significado simbólico o típico. Las cosas que se mencionan en la narración son símbolos o tipos de otras cosas. En todos estos casos, el significado místico está basado sobre el literal, y constituye el significado propio de la Palabra de Dios. d. Finalmente, debe hacerse una cuidadosa distinción entre un doble significado y el doble cumplimiento de cualquier profecía. Algunas profecías se cumplen por medio de varios hechos o eventos sucesivos. En tales casos, el primer cumplimiento es parcial y típico de aquellos que aún no se han cumplido. Y es sólo en el cumplimiento final que el significado de tales profecías quedará agotado. Sin embargo, esto no nos da derecho para hablar de un significado doble en la profecía. Si se nos preguntara si es permisible hablar de un significado más profundo de la Escritura (huponoia), daríamos una respuesta afirmativa; pero es necesario guardarnos contra una mala interpretación. Propiamente entendido, el significado más profundo de la Biblia no constituye un segundo significado. En todos los casos este significado más profundo está basado sobre el literal, y es el propio y verdadero significado de la Escritura. El significado real de la Escritura no siempre se halla en su superficie. No es cierta la aserción de que la intención de los autores humanos (determinada por el método histórico-gramatical) agota siempre el significado de la Escritura, y que representa en toda su plenitud, el significado del Espíritu Santo. Muchos de los tipos del Antiguo Testamento señalaban en última instancia realidades del Nuevo. Muchas profecías alcanzaron su cumplimiento final en Jesucristo, aun cuando hubiesen tenido cumplimiento parcial en el pasado, y muchos de los salmos dan expresión al gozo o tristeza, no meramente de los poetas, sino del pueblo de Dios como un todo, y en algunos casos a los sufrimientos y triunfos del Mesías. Estas consideraciones nos conducen a lo que podríamos denominar como el significado más profundo de la Sagrada Escritura. Preguntas de repaso 1. ¿Cómo ha podido originarse la teoría del significado doble o triple de la Biblia en relación con su lenguaje figurado, y en relación con tipos y símbolos o en conexión con sus profecías? 2. ¿Cómo fomentan algunos intérpretes la idea de un doble significado? 3. ¿De qué se trata el supuesto «significado más profundo» del cual debemos cuidarnos?
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