• SERIE LAS CONSECUENCIAS DE LAS IDEAS•
Vías para la demostración filosófica de Dios antes de Cristo "Albores de la filosofía cristiana"5/2/2021 Platón y Aristóteles reflexionaron largamente sobre el tema Dios. Lo que ellos dijeron será desarrollado de una y otra manera por los filósofos y teólogos cristianos. La teología, reina de las ciencias No es a los escolásticos a quienes debemos la Importante calificación de reina de las ciencias aplicada a la teología, sino a Aristóteles. Es él, sólo él, quien acuñó esta expresión. Así, pues, no es una expresión de presunción y dominio eclesiales, sino consecuencia Inevitable de una filosofía centrada en el ser como realidad suprema. Toda ciencia se ocupa de Indagar ciertos principios y ciertas causas, argumenta Aristóteles, con ocasión de cada uno de los objetos a que se extiende su conocimiento. Esto hacen la medicina, la gimnástica y las demás diversas ciencia creadoras, asi como las ciencias matemáticas. Cada una de ellas se circunscribe a un género determinado, y trata únicamente de este género; le considera como una realidad y un ser, sin examinarlo, sin embargo, en tanto que ser. La ciencia que trata del ser en tanto que ser, es diferente de todas estas ciencias y está fuera de ellas. La ciencias que acabamos de mencionar -continúa- toman cada cual por objeto en cada género la esencia, y tratan de dar, sobre todo lo demás, demostraciones más o menos sujetas a excepciones, más o menos rigurosas. Las unas admiten la esencia percibida por los sentidos; las otras asientan desde luego la esencia como hecho fundamental. Es claro entonces que no ha lugar, con esta manera de proceder, a ninguna demostración ni de la sustancia, ni de la esencia. La física trata de los seres que tienen en si mismos el principio del movimiento. La ciencia matemática es una ciencia teórica ciertamente y que trata de objetos Inmóviles; pero estos objetos no están separados de toda materia. La ciencia del ser Independiente e inmóvil es diferente de estas dos ciencias; en el supuesto que haya una sustancia que sea realmente sustancia, quiero decir, Independiente e Inmóvil, lo cual nos esforzaremos por probar. Y si hay entre los seres una naturaleza de esta clase, será la naturaliza divina, será el primer principio, el principio por excelencia. En este sentido hay tres ciencias teóricas: Física, Ciencia matemática y Teología. Ahora bien, las ciencias teóricas están sobre las demás ciencias. Pero la última nombrada supera a todas las ciencias teóricas. Ella tiene por objeto el ser, que está por encima de todos los seres, y la superioridad e Inferioridad de la ciencia se gradúa por el valor del objeto sobre que versa su conocimiento (Aristóteles, Metafísica, XI, 7; VI, l. Cf. Francisco Suárez, Introducción a la metafísica, prefacio). Dios según Platón Los argumentos de Platón para demostrar la existencia de Dios, y que se van a repetir en el cristianismo, son los siguientes: a) La existencia del mundo sensible exige la existencia de una causa eficiente. b) El orden y la armonía del Universo revelan la existencia de una causa inteligente divina. c) El movimiento del Universo reclama la existencia de un primer motor, que se mueve a sí mismo y mueve la existencia de todas las demás cosas. d) Ha de existir un premio o un castigo para los que han obrado bien o mal, pues de lo contrario carecería de sentido la propia vida. El argumentos, los argumentos, de Platón no se reducen, como hemos hecho nosotros por amor de la claridad expositiva, a una serie de deducciones lógicas (mera jerga racionalista), sino que tienen un fundamento antropológico que los hace comprensibles. Según Platón hay un contacto divino en el hombre, y este contacto es la raíz del alma, en el sentido riguroso de que Dios nos tiene suspendidos de él. El hombre está inserto en Dios, está arraigado en la Divinidad. Este contacto divino es la causa primera de todo movimiento del espíritu hacia Dios; la causa segunda es un esfuerzo humano para suprimir el obstáculo que se opone a ese impulso. Para mirar a Dios no basta volver hacia él la razón sola, sino que es menester volver el alma entera. Sin una conversión total del alma, consistente en volver de las cosas pasajeras al ser mismo, no es posible el conocimiento de Dios. El obstáculo que impide esa visión es doble: la concupiscencia y el orgullo. Quien está preso en esa doble esclavitud no puede elevarse a la región más alta y sólo tiene pensamientos mortales. Esto quiere decir que Platón parte de una situación de desorden en el hombre. A pesar de poseer el hombre el contacto divino y la facultad de elevarse a la contemplación de las ideas y de la misma Idea del Bien, no puede hacerlo sin un previo esfuerzo moral que domine el orgullo y la sensualidad y, quitando el obstáculo, permita que se desarrolle el sentido de lo divino e inmortal. Por tanto, al primer elemento, que es la radicación en Dios, que nos tiene suspendidos por nuestra raíz, se añade, según Platón, un esfuerzo del hombre para lograr la remoción del obstáculo y volver a la razón, no sola, sino con el alma entera, hacia lo divino. Sólo en este momento podrá comenzar el proceso dialéctico, propiamente dicho, la marcha de la razón hacia el ser, que Incluye esencialmente las etapas anteriores como su fundamento. El conocimiento que el hombre puede llegar a tener de Dios es sólo una Imagen de Olas, no su visión misma. Por un proceso dialéctico llegamos a Dios mediante la semejanza y el contraste. Si lo finito tiene alguna virtud, Dios tiene toda virtud; si en lo finito hay poder, Olas lo puede todo; si en lo finito hay mal, en Dios no tiene lugar el mal y si todo bien. El procedimiento consiste, pues, en afirmar hasta el infinito las cualidades positivas y suprimir los limites de lo negativo. De este modo se llega al infinito y al bien sumo. El deber de la razón es conocer a Olas por las cosas visibles. No tiene excusa si no lo hace. En palabras del apóstol Pablo: "Lo que de Olas se conoce les es manifiesto, pues Dios se los manifestó. Porque las cosas Invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Ro. 1:19-20). Conocer a Dios sólo lo realiza la razón sana y libre; hay una razón perversa y esclava, que elige la nada en su misma raíz e invierte el proceso dialéctico, destruyéndose a sí propia: esta es la sofistica o falsa sabiduría. Hay, pues, un contacto divino en la raíz del alma, al que se opone un obstáculo moral procedente del estado de desorden en que el hombre se encuentra. Para salvarlo es necesario un esfuerzo del alma para convertirla hacia el ser y llegar así a su término en la visión de Dios. Esta va a ser, esencialmente, la base de la teología mística cristiana. Lo que pasa, como en cualquier aculturación o trasvase de un sistema de ideas en otro diferente, el cristianismo, aparte de adoptar los resultados de Platón, los va a adaptar a una experiencia superior de vida. La conversión del alma o renacimiento no puede proceder del hombre solo, ni ser resultado del alma, sino que ha de darla el propio Dios. Dios abre la marcha en la búsqueda del alma. Este es el principio básico y fundamental del cristianismo. Después del renacimiento sobrenatural, o segundo nacimiento, se puede ver a Dios. Visión que. comienza en esta vida mediante la fe (Cf. -69- Julián Marias, "La historia del problema de Dios", La filosofia del padre Gratry). El motor inmóvil de Aristóteles Aristóteles deduce la existencia de Dios del hecho del movimiento. Fiel a su teoría del conocimiento, Aristóteles parte de un hecho de la experiencia: hay movimiento, luego hay un primer motor inmóvil, que llamamos Dios. "Todo lo que muda es algo, y el cambio tiene una causa y un fin. La causa es el primer motor, el sujeto es la materia, y el fin es la forma" (Metafisica, XII, 3). Según Aristóteles, Dios es un viviente eterno y perfecto, porque en él está dada la vida continua y eterna, y esa vida es Dios, el primer motor inmóvil. Como no contiene en si ninguna potencia ni materia, no puede haber nada en él que se mueva. ¿Cómo es, entonces, ese motor? ¿Cómo mueve si es Inmóvil? Dios mueve sin ser movido como el objeto del amor y del deseo. Dios mueve como lo amado, es decir, se trata de una atracción; Dios es el fin, el telos de todos los entes. He aqui como mueve. Lo deseable y lo inteligible mueven sin ser movidos, y lo primero deseable es idéntico a lo primero inteligible. Porque el objeto del deseo es lo que parece bello, y el objeto primero de la voluntad es lo que es bello. Nosotros deseamos una cosa porque nos parece buena, y no nos parece mal porque la deseamos: el principio aquí es el pensamiento. Ahora bien; el pensamiento es puesto en movimiento por lo inteligible, y el orden de lo deseable es inteligible en si y por si; y en este orden la esencia ocupa el primer lugar; y entre las esencias, la primera es la esencia simple y actual. Pero lo uno y lo simple no son la misma cosa: lo uno designa una medida común a muchos seres; lo simple es una propiedad del mismo ser. De esta manera lo bello en si y lo deseable en sí, entran ambos en el orden de lo inteligible; y lo que es primero es siempre excelente, ya absolutamente, ya relativamente. La verdadera causa final reside en los seres Inmóviles, como lo muestra la distinción establecida entre las causas finales, porque hay la causa absoluta y la que no es absoluta. El ser inmóvil mueve con objeto del amor, y lo que él mueve Imprime el movimiento a todo lo demás. Luego en todo ser que se mueve hay posibilidad de cambio. Si el movimiento de traslación es el primer movimiento, y este movimiento existe en acto, el ser que es movido puede mudar, si no en cuanto a la esencia, por lo menos en cuanto al lugar. Pero desde el moménto que hay un ser que mueve, permaneciendo él Inmóvil, aun cuando exista en acto, este ser no es susceptible de ningún cambio. En efecto, el cambio primero es el movimiento de traslación, y el primero de los movimientos de traslación es el movimiento circular. El ser que Imprime este movimiento es el motor Inmóvil. El motor Inmóvil es, pues, un ser necesario; y en tanto que necesario, es el bien y por consiguiente un principio, porque hay varias acepciones de la palabra necesario: hay la necesidad violenta, la que coarta nuestra Inclinación natural; después la necesidad, que es la condición del bien; y por último lo necesario, que es lo que es absolutamente de tal manera y no es susceptible de ser de otra (Metafislca, XII, 7). O las es el primer motor en el orden de los movimientos y la causa primera en el orden de las causas, "así puede decirse que el hombre es anterior al semen, no sin duda el hombre que ha nacido del semen, sino aquel de donde él proviene" (Id., XII, 7). En cuanto causa primera, en la que desembocan todas las series causales, incluida la de las causas finales, e igualmente causa final, Dios es origen del orden del universo al que Aristóteles compara con un ejército. "El bien de un ejército lo constituyen el orden que reina en él y su general, y sobre todo su general: no es el general obra del orden, sino que es el general causa del orden. Todo tiene un puesto marcado en el mundo: peces, aves, plantas" (Id., XII, 10). De la misma manera, Dios es quien determina el orden del universo, como el general de una tropa y el jefe de familia en su casa. Se puede decir que Dios es el creador del orden, pero procediendo con cautela, toda vez que el concepto creación tal como se entiende propiamente en el sentido hebreo, no existe en griego. Dios es creador del orden del mundo, pero no del ser de dicho mundo. Tanto para Aristóteles como para Platón, la estructura sustancial del universo está más allá de los límites de la creación divina: no es susceptible de principio y de fin. Sólo la cosa individual, compuesta de materia y forma, nace y muere, según Aristóteles, mientras la sustancia que es forma o razón o aquella que es materia ni nace, ni muere. Al igual que Platón, Aristóteles es politeísta. Primero, porque Dios no es la única sustancia inmóvil. Dios es el principio que explica el movimiento del primer cielo; pero, como además de éste, están los movimientos igualmente eternos de las otras esferas celestes, la misma demostración que vale para la existencia del primer inmóvil vale también para la existencia de tantos motores, cuantos son los movimientos de las esferas celestes. Aristóteles admite así numerosas inteligencias motoras, cada una de las cuales preside el movimiento de una esfera determinada y es principio del mismo a la manera que Dios, como inteligencia motora del primer cielo, es el principio primero de todo movimiento del universo. Habrá que esperar al monoteísmo de Filón de Alejandría para que la doctrina de la creación entre en el ámbito de la filosofía.
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