meditaciones
IGLESIA Y FAMILIA
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La primera regla trató con lo que una persona necesita ser, antes de poder cumplir con el deber de la mortificación del pecado. La segunda regla trata con la actitud necesaria para cumplir con este deber. Esta actitud puede ser resumida en la siguiente regla:
Usted no podrá mortificar ningún pecado, a menos que sincera y diligentemente intente tratar con todo pecado . Para decirlo en forma simple, no le ha sido dado al creyente la opción de decidir cuáles pecados en su vida necesitan ser mortificados. A menos que el creyente esté comprometido a tratar con todos y cada uno de los pecados en su vida, nunca tendrá éxito en la mortificación de uno de ellos. Déjeme explicarle lo que esto significa en una forma más detallada. Un creyente es probado por un deseo pecaminoso, semejante a lo que fue descrito al principio del capítulo cinco. Este deseo pecaminoso inquieta al creyente (piense en el pecado que más le inquieta a usted). Este pecado le derrota repetidamente y le inquieta tanto que anhela: o la liberación completa de él. Pero no solamente esto, la creyente realmente lucha contra ese pecado, ora y se lamenta cuando es derrotado por él.
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Diciembre 2020
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