meditaciones
IGLESIA Y FAMILIA
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En este capítulo resaltaremos la siguiente verdad: La vida, la fortaleza y el consuelo de nuestra vida espiritual depende en gran manera, de que mortifiquemos nuestros pecados. Introduciremos esta verdad explicando dos cosas que la mortificación no significa:
1. Esto no significa que a condición de que los creyentes mortifiquen consistentemente el pecado, disfrutaran automáticamente una vida vigorosa y confortable vida espiritual. Por ejemplo Hemán, autor del Salmo 88, fue un hombre que realmente caminó con Dios y sin embargo, casi nunca disfrutó de algún día de paz y consolación. Si Hemán, un siervo eminente de Dios, no disfrutó la paz y la consolación en su vida que normalmente trae una vida de mortificación del pecado, entonces debemos entender que Dios tuvo una razón para esto.
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En este capítulo fijaremos nuestra atención en la necesidad de depender de la obra del Espíritu Santo para realizar la mortificación del pecado.
El principio básico que Eeste capítulo enfatiza, puede ser resumido en las siguientes palabras: Solamente el Espíritu Santo es competente para hacer esta obra. Todas las formas y medios para efectuar esta obra no lograrán nada sin la ayuda del Espíritu. El Espíritu Santo obra en el creyente según su beneplácito para dirigirse y capacitado en esta obra. Este punto puede ser ampliado bajo dos encabezados principales: Es en vano buscar apoyo en algún otro remedio que no sea el Espíritu Santo Muchos remedios han sido sugeridos, algunos de los cuales son bien conocidos, pero no han ayudado a nadie. Los católicos "más religiosos" se ocupan de medios equivocados para mortificar el pecado. |
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Diciembre 2020
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