En el vasto escenario del Apocalipsis, el juicio de Babilonia emerge como una visión impactante que revela la intrincada relación entre la seducción del mundo y el destino final de la humanidad. A través de los ojos de Juan, uno de los siete ángeles portadores de las siete copas, se despliega un relato que fusiona calamidad y redención, presentando a la gran ramera y la bestia escarlata en un ballet cósmico.
1. La Mujer y la Bestia (17:1-6): En el desierto, Juan es guiado por el ángel hacia la sentencia contra la gran ramera. La bestia escarlata, surgida del mar que simboliza el mundo como centro de persecución, personifica el espíritu persecutor de los gobiernos y pueblos a lo largo de la historia. Esta conexión entre la bestia y el mundo establece el telón de fondo para el drama que se desarrolla. 2. La Gran Ramera (17:7-18): La mujer, vestida suntuosamente, se sienta sobre la bestia. Esta figura no debe confundirse con la mujer radiante de Apocalipsis 12; es la gran ramera, adornada con oro, púrpura y escarlata, representando la seducción del mundo. Su cáliz de oro, que incita a la bebida, revela abominaciones, simbolizando las tentaciones que distraen a los creyentes de Dios. Babilonia, la madre de las rameras, personifica el mundo como un imán que separa a las personas de Dios. 3. Asociación entre la Bestia y la Mujer (17:7-18): La estrecha asociación entre la bestia (imperio del mundo) y la mujer (seducción) es palpable. Las gentes mundanas se entregan a los placeres de la mujer, y el mundo, como centro de persecución y seducción anticristiana, trabaja en colaboración para oponerse a la iglesia. Esta asociación ha persistido a lo largo de la historia, desde los días de Roma hasta el presente. 4. Conclusión: La Caída de Babilonia: La profecía revela que la bestia eventualmente se vuelve contra la mujer, marcando su caída. Babilonia, en sus diversas formas a lo largo de la historia, representa el mundo como un centro constante de seducción. Su caída se manifiesta repetidamente a lo largo de los tiempos, pero alcanza su clímax en el gran día del juicio final con la segunda venida de Cristo. En la complejidad simbólica de Babilonia, descubrimos la dualidad del mundo como fuente de placer y persecución. La llamada a "Salir de ella, pueblo mío" resuena a través de los tiempos, recordándonos la eterna lucha entre la fe y las tentaciones mundanas. La visión de Juan nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con el mundo, recordándonos que la verdadera victoria se encuentra en permanecer fieles a Dios en medio de la seducción y la persecución, hasta la caída final de Babilonia en el juicio divino.
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