William Hendriksen nos habla de los destinatarios bajo este encabezamiento, y se intentará contestar dos preguntas:
¿Cómo se originó la iglesia de Roma? ¿Qué grupo predominaba numéricamente: el de los judíos o el de los gentiles? Durante el ministerio terrenal de Cristo (26–30 d.C.) la gente fue llevada le la oscuridad a la luz (Jn. 3:26; 12:19); sin embargo, no todos los “seguidores” poseían una “fe salvadora” (Mt. 13:1–7, 18–22; Jn. 6:66), aunque algunos sí la tenían (Mt. 13:8, 23; Lc. 12:32; Jn. 17:6–8). Incluidos en el grupo de los que eran creyentes genuinos había no solamente judíos (Mt. 19:28) sino también gentiles (Mt. 8:10, 11; cf. 21:41) y samaritanos (Jn. 4). Además, en el día de Pentecostés y después el número de los discípulos creció a pasos agigantados (Hch. 2:41; 4:4). Comunicación primitiva La actividad del evangelio se reanudó en Samaria. Filistia y probablemente Etiopía oyeron el mensaje (Hch. 8). Lo que estaba sucediendo en todas estas regiones no fue pasado por alto en otras partes, porque si bien los modernos métodos de comunicación—radio, televisión, teléfono, etc.—no existían, la gente viajaba extensamente, manteniéndose así informados unos a otros sobre sucesos de todas las partes del Imperio Romano.
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Los siguientes datos apuntan hacia Corinto como el lugar donde el apóstol compuso la epístola a los romanos:
1. El encomienda a la iglesia a Febe, a quien llama “una servidora de la iglesia de Cencrea”. Ahora bien, Cencrea era el puerto oriental de Corinto, Generalmente se supone, y es probable que esto sea correcto, que Febe llevaba la carta de Pablo a su destino. 2. El llama a Gayo su “hospedador”. Esta persona bien puede haber sido aquella cuyo nombre es mencionado en 1 Co. 1:14, donde el apóstol informa a los corintios que él había bautizado a este miembro de su congregación. En Ro. 16:23 Gayo envía saludos. Aplicabilidad:
Siempre y en todo lugar Un Señor para todos La iglesia en Roma estaba formada por judíos y gentiles. ¿Cuál grupo predominaba? . Existía el peligro de que un grupo mirase al otro con desdén: los judíos a los gentiles (2:1s), los gentiles a los judíos (11:18). Pablo, en consecuencia, destaca que “no hay distinción entre griego y judío, porque el mismo Señor es Señor de todos” (10:12). También hoy es necesario que se subraye esta verdad ya que, en un sentido, el hecho de que “ante Dios todos los hombres son iguales”, no es de ningún modo reconocido universalmente. Ni siquiera la iglesia, triste es decirlo, ha tomado siempre en serio las plenas implicaciones de este principio. La gente a la que se dirige esta epístola estaba también expuesta a otro mal, a saber, la herejía de inferir que, visto que la salvación no depende de la obras sino que descansa totalmente en la gracia, por eso el hacer buenas obras es innecesario; en realidad, hasta podría llegar a ser un obstáculo para un desarrollo espiritual pleno. Si la salvación es el producto de la gracia, ¿por qué no, por medio de una vida de pecado, ofrecer a la gracia un amplio campo para operar? ¿Por qué no “continuar en pecado para que abunde la gracia” |
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