Finalmente, el juicio de los inicuos es llevado a cabo por dos ángeles. Un ángel sale del santuario, es decir, después de haber recibido órdenes del Dios Santo. Este ángel también tiene en su mano una hoz aguda. Sale ahora otro ángel del altar (véanse 6:9, 10; 8:3-5). Éste es el altar en conexión con el cual las oraciones incensadas de todos los santos han ascendido al trono. El juicio de los inicuos es la respuesta final de Dios a estas oraciones. El segundo ángel clama al primero: «Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras» (véase Is. 63:1-6). La viña de la tierra simboliza a la multitud entera de los hombres inicuos; sus uvas son los incrédulos. Así como las uvas son holladas y pisadas, así también los inicuos van a ser destruidos y castigados eternamente. Las uvas son echadas en el grande lagar de la ira de Dios, y pisadas. En la imagen que Juan vio, aparece un lago de sangre tan profundo que los caballos pueden nadar en él. Se extiende por todos lados hasta por mil seiscientos estadios. Recuerde que cuatro es el número del universo o la tierra. Éste es el juicio sobre la tierra, sobre los malvados. Diez es el número de entereza. tanto, parece que mil seiscientos, que es el producto de cuatro multiplicado por cuatro, multiplicado por diez, multiplicado por diez, significa que éste es el juicio enteramente completo sobre la tierra y sobre los inicuos. Y el lagar de la ira de Dios fue hollado fuera de la Santa Cuidad.
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