«y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos».
A la mano derecha del Padre se encuentra un rollo (véase 6:14), el cual representa el plan eterno de Dios, su decreto que es exhaustivo y completo. Simboliza el propósito de Dios respecto al universo entero a lo largo de toda la historia, y respecto a toda criatura de todos los tiempos y hasta toda la eternidad. ¡Por tanto, está escrito por dentro y por fuera! Este rollo es descrito aquí como sellado con siete sellos. Es probable que estos sellos estuvieran colocados en fila por fuera del rollo. Vistos así sellaban el contenido del rollo. Y El significado es este: El rollo sellado indica el plan no revelado y no cumplido de Dios. Si permanece sellado ese rollo, pues los propósitos de Dios no serán realizados, no se llevará a cabo su plan. Abrir aquel rollo, desatando sus sellos, significa no solamente revelar el plan de Dios, sino llevarlo a cabo. Por tanto, un fuerte ángel proclama en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro, y de desatar sus sellos?»
La voz es alta y fuerte para que toda criatura en el universo entero pueda oírla. Nadie en todo el universo -ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra- podía abrir el rollo ni aun mirar su contenido. Por causa de esto, Juan llora mucho.
Usted entenderá el significado de estas lágrimas si tiene en mente que en esta hermosa visión abrir el rollo desatando sus sellos indica el cumplimiento del plan de Dios. Cuando se abre este rollo y sus sellos son desatados, entonces el universo es gobernado a favor de la iglesia, pues el glorioso propósito redentor de Dios está realizándose, su plan está llevándose a cabo, y el contenido del rollo llega a ser una realidad en la historia del universo. Por tanto, si no se abre el rollo, no habrá para los hijos de Dios ninguna protección en las horas de las pruebas amargas; no habrá juicios sobre un mundo perseguidor; no habrá triunfo final para los creyentes; no habrá cielo nuevo ni tierra nueva; no habrá una herencia futura. «y uno de los ancianos me dijo: No llores. Re aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos». y ahora le toca a un anciano hablar. No es un ángel fuerte y poderoso quien ahora habla, sino un anciano, es decir, uno que ha experimentado en su propia alma los efectos de la redención; a él le toca comunicar a Juan el maravilloso mensaje de alegría. «Él ha vencido». En la cruz, Cristo venció el pecado. Se había quitado el gran obstáculo. La sangre se había derramado. Se había logrado la victoria sobre el pecado, Satanás, la muerte, etc. Note con cuidado los nombres dados a Cristo. Se le llama «el León de la tribu de Judá», una referencia muy clara a Génesis 49:9, 10. Al vencer a Satanás y llevar la carga completa de la ira de Dios, Cristo ciertamente demostró ser el León. Sin embargo, también era el Señor de David, la misma raíz a la cual David debía su origen (Mt. 22:41-45). Este León de Judá, esta raíz de David, había vencido sobre la cruz y ganado el derecho de abrir el libro y de desatar sus sellos, es decir, de gobernar el universo de acuerdo con el plan de Dios. «y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono». En la visión Juan ve... ¿qué ve? Sin duda usted diría que ve «al León». Pero leemos más bien que el apóstol ví a «un Cordero». Cristo en sus sufrimientos y muerte demostró las características tanto del león como del cordero. Es el verdadero León, es el verdadero Cordero. Como cordero fue llevado al matadero y sacrificado. El apóstol ve a este Cordero de pie entre el trono y los cuatro querubines de una parte, y los ancianos de la otra. (Véase el diagrama). El Cordero (cotéjense Jn. 1:29; Hch. 8:32; 1 P. 1:19; Éx. 12:3; Is. 53) está allí «como inmolado», es decir, su muerte posee un valor permanente. Este Cordero, a saber, nuestro Señor Jesucristo, tiene siete cuernos, indicando su poder y autoridad, y siete ojos, porque está lleno del Espíritu Santo. El Cordero vino y tomó el rollo de la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono. Esto se refiere muy claramente al hecho de que Cristo, como Mediador, al momento de su ascensión recibió autoridad de gobernar el universo de acuerdo con el decreto eterno de Dios. Se refiere a la coronación del Cristo ascendido (Heb. 2:8, 9); vemos a Jesús coronado con gloria y con honor. Como galardón por su obra redentora, Cristo, al ascender al cielo, recibió para sí el reino (Lc.19:12; Heb. 2:8, 9; Fil. 2:6-11), conforme a lo que había sido predicho y prometido durante la dispensación antigua (Sal. 2; 110; Dn. 7:9-14). Esto no quiere decir que Dios, el Padre, desciende del trono. Lo que quiere decir es que Cristo, el Mediador, está sentado en el trono juntamente con el Padre. Desde este momento en adelante es el trono de Dios y del Cordero (22:1). Dios gobierna el universo por medio del Cordero. Ésta es la recompensa dada a Cristo, y es nuestra consolación. Quiere decir que en el cielo principia una era nueva (20:4), y también en la tierra (20:2, 3). Un momento muy significativo en la historia es esta coronación, esta investidura del Mediador con el oficio de Rey del universo.
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