Alrededor del trono central Juan ve veinticuatro tronos, y sentados sobre estos tronos veinticuatro ancianos que probablemente representan a la iglesia entera de la antigua y de la nueva dispensación. Piense usted en los doce patriarcas y los doce apóstoles (cotéjese Ap. 21:12-14). Están vestidos de ropas de santidad, y tienen sobre sus cabezas coronas de oro de victoria.
Se menciona primero a estos veinticuatro ancianos por la sencilla razón de que son primeros en importancia y en gloria entre todas las criaturas que están en el cielo (Gn. 1:26; Heb. 2:8). Sin embargo, no debemos olvidar que la verdadera razón porque se mencionan aquí estos veinticuatro tronos con sus ocupantes es con el fin de acrecentar la gloria del trono que está en el centro. Ese trono representa la soberanía de Dios. Los veinticuatro ancianos están constantemente dando homenaje al Ser sentado sobre el trono. ¡Cuan grande es el trono! ¿A quién adoran estos ancianos? ¿Solamente al Padre? No, adoran al Trino Dios. Como en 1:4, 5, así también aquí tenemos una descripción de la Trinidad en términos del simbolismo del templo. El Padre está sentado sobre el trono del cual salen relámpagos, y truenos, y voces. Él está representado aquí como habitando en el lugar santísimo celestial. Además, así como en el lugar santísimo del tabernáculo terrenal, así también aquí son vistas por Juan siete lámparas de fuego. Aquí las ve como ardiendo delante del trono. (Véase el diagrama). Simbolizan al Espíritu Santo siempre activo, superlativamente sabio, que todo lo ve, que está lleno de fuego para, los malos, y lleno del poder santificador para los piadosos. Además, así como el atrio del tabernáculo terrenal tenía su fuente o «mar», así también aquí Juan ve un mar, el cual está delante del trono. Este mar es de vidrio semejante al cristal, indicando el poder santificador. Debemos considerarlo como si estuviese lleno, simbólicamente, de la sangre purificadora de Cristo, el Hijo, en la cual los santos han «lavado sus ropas, y las han blanqueado» (7:14). «y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás» (4:6). Cada uno de estos «seres vivientes» está de pie a un lado del trono, y en medio de las escaleras que conducen al trono, de modo que hay un «ser viviente» para cada lado del trono y los cuatro rodean el trono (Consulte el diagrama). Estos cuatro «seres vivientes» que están listos a prestar servicio a Dios en cualquiera de las cuatro direcciones, es decir, en cualquier parte del universo, representan a todos los «seres vivientes», así como los veinticuatro ancianos redimidos representan el ejército entero de los redimidos. Pero, ¿quiénes son estos «seres vivientes»? Para poder responder esta pregunta debemos tener presente que hay una conexión muy estrecha entre esta visión entera del trono y los capítulos uno y diez de Ezequiel. Sugerimos al lector que estudie con cuidado estos capítulos. Nótense los siguientes parecidos sorprendentes. En ambos casos estos seres son llamados «seres vivientes» (cotéjense Ez. 1:5; Ap. 4:6). En ambos casos el número simbólico es el mismo, a saber, cuatro (cotéjense Ez. 1:5; Ap. 4:6). En ambos casos se compara la figura de sus rostros al rostro del hombre, del león, del buey y del águila (cotéjense Ez. 1:10; Ap. 4:6). En ambos están estrechamente asociados con el trono (cotéjense Ez. 1:26; Ap. 4:6). En ambos casos fuego se mueve de un lado a otro entre los «seres vivientes» (cotéjense Ez. 1:13; Ap. 4:5). En ambos casos se dice que estos «seres vivientes» están llenos de ojos (cotéjense Ez. 1:18; 1:21; 10:12; Ap. 4:8). En ambos casos hay un arco iris alrededor del trono con el cual los «seres vivientes» están asociados (cotéjense Ez. 1:28; Ap. 4:3). Las pocas diferencias menores en la descripción de los «seres vivientes» no deben sorprendernos. En realidad debemos esperarlas, porque concuerdan perfectamente con el propósito preciso que cada autor tiene presente. No obstante, Ezequiel 10:20 nos dice claramente que estos «seres vivientes» son los querubines. Por tanto, creemos que aquí en el Apocalipsis también estos «seres vivientes» son los querubines. Son ángeles de un orden superior, de uno de los más superiores. Esta conclusión es enteramente razonable. Los querubines guardan las cosas santas de Dios (Gn. 3:24; Éx. 25:20). Por tanto, aquí en esta visión es enteramente normal y natural encontrarlos muy cerca del trono. Además, los vemos aquí en el lugar santísimo celestial, precisamente donde esperamos verlos (Éx. 25:20). Observe también que la canción de estos «seres vivientes» es la canción de los ángeles. En Isaías los serafines la cantan (Is. 6:1-4). Entonces, ¿no pueden los querubines también cantarla? Esta conclusión se corrobora aún más por la descripción dada de estos «seres vivientes». Se les describe como semejantes al león en su fortaleza, al becerro en su capacidad para servir, al ser humano en su inteligencia -note usted también sus muchos ojos, indicando su penetración intelectual- y al águila en su presteza, siempre listos a obedecer los mandamientos de Dios ya prestar servicio. Ahora merece atención el hecho de que las características de fortaleza, servicio, inteligencia y presteza se atribuyen siempre a los ángeles (véanse Sal. 103:20, 21; Heb. 1:14; Dn. 9:21; Lc. 12:8; 15:10; etc.). Cuando leemos en 5:11 que «muchos» ángeles rodeaban a los veinticuatro ancianos, esto no contradice de ninguna manera la conclusión de que los «seres vivientes» que están en las escaleras del trono son los querubines, y cuando leemos en 7:11 que «todos» los ángeles estaban alrededor de los veinticuatro ancianos, la palabra «todos» se refiere, por supuesto, a los «muchos» de 5:11, es decir, todos los «muchos» ángeles estaban alrededor de los veinticuatro ancianos. No creemos que haya un significado más profundo respecto a estos querubines. No creemos que ellos representen a toda criatura. Cuando el vidente quiere aludir a toda criatura, lo hace en lenguaje muy claro (Ap·5:13)· Surge la pregunta: ¿para qué estos querubines? La respuesta: son presentados, lo mismo que los veinticuatro ancianos, con el fin de acrecentar el significado del trono. Tan grande es el trono que aun los querubines santos y gloriosos se agrupan alrededor de él con reverencia, humildad y sumisión, siempre listos a cumplir la voluntad del Soberano del universo. Dan la gloria y la honra y la acción de gracias al Ser eterno que está sentado sobre el trono (Ap. 7:12). Lo hacen no solamente una sola vez, sino repetidas veces. Continuamente dicen: «Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir». Así estos querubines glorifican a Dios, el Padre, el cual representa la Trinidad (véase Is. 6:3). Esto no es extraño, porque habitan en su misma presencia, ven su gloria, observan su sabiduría, y entienden mejor que nosotros, en este mundo tan pecaminoso, que la historia es la realización o el cumplimiento de su voluntad. Así, pues, se postran en un acto de adoración (5:8). Cada vez que dicen, «Santo, Santo, Santo», sus palabras son seguidas inmediatamente por la canción de los ancianos. Es la canción de alabanza al Padre, el Creador. Estos ancianos que representan al ejército entero de los redimidos, se postran sobre sus rostros y con profunda humildad rinden homenaje divino (5:14; 7:11); adoran, reverencian, echan sus coronas de victoria delante del trono, porque comprenden bien que deben su victoria al ocupante del trono, y dicen: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (véase Ap. 7:12). Es la canción de la creación. La voluntad soberana de Dios es la razón verdadera y fundamental de la existencia de todas las cosas. Toda criatura «era», es decir, existía idealmente en la mente de Dios desde la eternidad. «Fue creada», es decir, su verdadera existencia siguió a su existencia ideal en la mente de Dios.
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