El último libro de la Biblia es incomparablemente hermoso en estilo por su redacción, en simbolismo, en propósito y en significado. ¿Pudiéramos encontrar alguna obra literaria que exceda a la descripción majestuosa del Hijo del Hombre andando en medio de los siete candeleros de oro CAp. 1:12-20), o una descripción más vívida y pintoresca que la del Cristo victorioso, llamado Fiel y Verdadero, sentado sobre un caballo blanco, vestido de una ropa teñida en sangre, seguido de los ejércitos celestes Cap. 19:11-16)? ¿y dónde encontramos un mayor contraste que el de la ruina de Babilonia y el gozo de la Jerusalén de oro CAp. 18:19; 21:22)? ¿y quién describe el trono celestial y la bendición de la vida celestial de una manera más sencilla y apacible y, sin embargo, hermosa en su misma sencillez Cap. 4:2-5:14; 7:13-17)? ¡Qué abundancia de consolación; qué discernimiento en cuanto al futuro; y sobre todo, que revelación del amor de Dios se encuentran en las palabras de la profecía de este libro! El propósito principal del libro es el de consolar a la iglesia militante en el conflicto que lleva contra la fuerza del mal. El libro abunda en consolaciones y apoyo para los creyentes perseguidos y afligidos. Les ofrece la certeza que: Dios ve sus lágrimas (7:17; 21:4); ¡sus oraciones impactan los eventos mundiales! (8:3, 4); y su muerte es preciosa a los ojos de Dios. Expectativas del Cristiano Su victoria final está asegurada, (15:2); su sangre será vengada (19:2); ¡su Cristo vive, y reina eternamente! Cristo gobierna el mundo a favor de su iglesia (5:7, 8). Viene otra vez para tomar su pueblo a sí mismo en «la cena del Cordero» (Ap. 19:9) y para morar con ellos para siempre en un universo renovado (21:22). Al pensar en esa gloriosa esperanza de la segunda venida, nuestros corazones se llenan de gozo; nuestras almas se consumen con una gran impaciencia. Nuestros ojos intentan traspasar el velo que cubre el futuro, con la esperanza de que el glorioso descenso del Hijo del Hombre aparezca repentinamente. Es un anhelo intenso expresado en las palabras: «El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven» (Ap. 22:17). Sin embargo, al considerar estas verdades, nos damos cuenta de que ya está con nosotros -con nosotros en el Espíritu, caminando en medio de los siete candeleros de oro (1:12-20). «y él puso su diestra sobre mí diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; yel que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. y tengo las llaves de la muerte y del Hades». iEn verdad que somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó! Tema del libro El tema del libro es la victoria de Cristo y de su iglesia sobre el dragón (Satanás) y sus ayudantes. La intención del Apocalipsis es la de mostrarnos que las cosas no son como parecen! La bestia que sube del abismo parece ser victoriosa. «Hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra» (11:7-10). Pero este júbilo es prematuro. En realidad es el creyente quien triunfa. Leemos: «Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado de Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron... Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos» (11:11, 15). Las profecías a través de este maravilloso libro describen a Cristo como el Vencedor, el Conquistador (1:18; 2:8; 5:9-14; 6:2; 11:15; 12:9- 8 Propósito, tema y autoría del libro de Apocalipsis 11; 14:1, 14; 15:2-4; 19:16; 20:4; 22:3). Conquista a la muerte, al Hades, al dragón, a la bestia, al falso profeta y a las personas que adoran a la bestia. Es victorioso; y por ello nosotros también lo somos, aún cuando pareciera que estamos vencidos y sin esperanza. Veamos, por ejemplo, la gran compañía de creyentes que nos presenta el capítulo 7. Sus vestiduras estaban sucias, pero las han lavado y blanqueado en la sangre del Cordero. Aunque se encontraban en gran tribulación, han salido de ella (7:14). Fueron muertos pero se mantienen de pie (11:11). El dragón, la bestia y el falso profeta los persiguen, pero al final los vemos vencedores, de pie sobre el monte Sión. Más bien vemos al Cordero, y con él, ciento cuarenta y cuatro mil personas que tienen su nombre y el nombre de su Padre escrito sobre sus frentes (14:1). Alcanzan la victoria sobre la bestia (15:2). ¿Parece que sus oraciones no fueran oídas? (6:10). Los juicios contra la tierra son la respuesta de Dios a sus plegarias (8:3-5). Estas mismas oraciones constituyen la clave que revelará los misterios de cualquier filosofía de la historia adecuada. ¿Parecieran estar vencidos? iEn realidad están reinando! Sí, reinan sobre la tierra (5:10); en el cielo con Cristo por mil años (20:4); en el cielo y la tierra renovados por siempre jamás (22:5). ¿y qué ocurre a los que parecen ser vencedores, al dragón (12:3), a la bestia (13:1), al falso profeta (13:11) ya Babilonia (14:8)? Son derrotados y justo en orden invertido. Babilonia cae en 18:2, la bestia y el falso profeta son terriblemente castigados en 19:20 y el dragón es confinado a tormento eterno en 20:10. En resumidas palabras, el tema del libro se expresa de manera gloriosa y completa en estas palabras: «Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles» (17:14). La gente a quien el libro se dirige Sobre mi escritorio yace un comentario recién publicado sobre el Apocalipsis. Es un libro muy «interesante» que considera el Apocalipsis como si fuese un especie de historia escrita de antemano. Descubre en este último libro de la Biblia copiosas y detalladas referencias a Napoleón, a las guerras en los Balcanes, a la 1 Guerra Mundial de 1914-1918, al ex emperador alemán, Wilhelm, a Hitler, a Mussolini, etc. Este tipo de explicaciones deben descartarse de inmediato, al igual que otras semejantes. 1 Porque a los cristianos tan severamente perseguidos en la época de Juan, ¿de qué provecho les habrían sido Más que vencedores predicciones tan específicas y minuciosas de las condiciones europeas que predominarían unos dos mil años más tarde? Una interpretación correcta del Apocalipsis tiene que tomar como su punto de partida la posición de que el libro fue destinado para los creyentes que vivían en el día y en la época de Juan. El libro debe su origen, a lo menos en parte, a las condiciones contemporáneas. Es la respuesta de Dios a las oraciones y a las lágrimas de los cristianos severamente perseguidos y esparcidos en las ciudades de Asia Menor. 2 Sin embargo, si bien es cierto que nuestro punto de partida debe ser la época en que Juan vivía, y que aun se debe recalcar que esta profecía responde a condiciones sociales específicas de finales del siglo primero, también es cierto que este libro fue destinado tanto para sus lectores originales como para todos los creyentes durante toda esta dispensación. Presentamos los siguientes argumentos a favor de esta posición:
El autor del libro El autor nos dice que su nombre es Juan, (1:1, 4, 9; 22:8). Pero el problema es: ¿cuál Juan? ¿El apóstolo algún otro? Algunos niegan que el autor del libro haya sido Juan, el discípulo amado. Notan que el autor del cuarto evangelio y de las tres epístolas del amor no menciona Propósito, tema y autoría del libro de Apocalipsis su propio nombre, pero el autor del Apocalipsis nos dice que su nombre es Juan. Además, estos escépticos señalan que hay una diferencia notable entre el estilo y el tono general del Evangelio y de las epístolas, por una parte, y el del Apocalipsis, por otra. Lea el Evangelio de Juan, yal terminar la lectura, lea también el Apocalipsis. ¿Ha notada la diferencia? En el primero las ideas fluyen suavemente; en el segundo son introducidas precipitadamente; no se sabe lo que el autor va a decir a continuación. El primero acentúa el amor de Dios; el segundo -así dicen- acentúa su justicia severa. El primero describe la condición interior del corazón; el segundo trata de la marcha externa de los sucesos. El primero está escrito en un griego hermoso e idiomático; el segundo está escrito en un supuesto «griego hebraizado, bárbaro e inculto».3 Muchos encuentran una diferencia notable entre la doctrina del Evangelio y la del Apocalipsis. El primero es amplio y universal. Predica un Evangelio para «todo aquel» y la salvación por gracia. El segundo, consideran, es fanático y exclusivo; es judaico en su doctrina de la salvación y hace énfasis en la necesidad de las buenas obras.4 Finalmente, notan que alrededor del tercer siglo d.C. Dionisia de Alejandría atribuyó el libro de Apocalipsis a «otro Juan». El historiador de la iglesia, Eusebio, adoptó esta opinión. Estos argumentos de que un «Juan» diferente al discípulo amado habría escrito el Apocalipsis han convencido a muchos.5 Algunos todavía creen que Juan, el apóstol, fue el autor del cuarto Evangelio. Otros creen exactamente lo contrario: aceptan a Juan como el autor del Apocalipsis, pero mantienen que otra persona, tal vez otro «Juan», o quizá uno que ni siquiera se llamaba Juan, escribió el Evangelio.6 Y, por supuesto, están los radicales que niegan que el apóstol Juan haya escrito el Evangelio o el Apocalipsis.? Pero, examinemos por un momento los argumentos. El primero es muy débil. El simple hecho de que el autor del Apocalipsis sencillamente se identifica como Juan, nos indica que era muy bien conocido no sólo en una localidad sino en todas las iglesias de Asia. Al llamarse solamente Juan, sin ningún otro calificativo, el autor sabía que todos lo reconocerían. ¿No es razonable concluir que esta persona que era tan bien conocida tenía que ser el apóstol Juan? Supongamos que el autor de este libro que estás leyendo ahora sencillamente se identificara a sí mismo como William. ¿Será que cualquiera pudiera adivinar de inmediato la identidad de este autor? Estamos enteramente convencidos 11 Más que vencedores de que había sólo un Juan que no tenía que añadir a su nombre el título de «apóstol», por la sencilla razón de que él era apóstol. Además, el autor no se identifica a sí mismo como «el Apóstol» por la sencilla razón de que escribió este libro en la capacidad de vidente, a quien le fueron reveladas visiones. (Véase Jn. 15:27; Hch. 1:22, 23; 1 Ca. 9:1). Debemos admitir las diferencias en gramática, en estilo y en el tono general. ¿Pero, es esto una prueba de que Juan, el apóstol, no pudo haber escrito el Apocalipsis? Consideramos que no lo es. ¿Cómo, pues, explicaremos estas diferencias? Algunos mantienen que cuando Juan escribió el Evangelio, tenía ayudantes, tal vez los ancianos en Éfeso (Juan 21:24); y que la gramática peculiar y las características del estilo del Apocalipsis se explican por la ausencia de estos ayudantes cuando Juan estaba en Patmos.S Otros elementos pueden ser importantes para la explicación. Primero, no debemos exagerar estas diferencias de estilo y lenguaje. Existe un importante conjunto de similitudes entre el Evangelio y el Apocalipsis que muchos han notado. Estas similitudes son impresionantes; similitudes aun en las construcciones gramaticales peculiares y también en las expresiones características (compare Jn. 7:37 con Ap. 22:17; Jn. 10:18 con Ap. 2:27; Jn. 20:12 con Ap. 3:4; Jn. 1:1 con Ap. 19:13; y Jn. 1:29 con Ap. 5:6).9 Además, con respecto al estilo, ¿acaso deberíamos esperar el mismo estilo en una narrativa (el evangelio), en una carta personal (las epístolas), yen el Apocalipsis (revelación)? No olvidemos que cuando Juan escribió el último libro de la Biblia, su alma se encontraba en una condición de tan profunda emoción interior, de sorpresa y de éxtasis (estaba «en el Espíritu») que su educación judaica anterior pudo manifestarse con más fuerza y es posible que hubiera podido influir en su estilo y lenguaje. Sin duda, la naturaleza trascendental del tema, el estado profundamente emocional del autor al recibir y escribir estas visiones, y sus frecuentes referencias al Antiguo Testamento (hebreo y griego)1° explican satisfactoriamente las diferencias de estilo, una vez que se hayan tomado en cuenta las similitudes sorprendentes. No hay necesidad de considerar demasiado la supuesta diferencia de énfasis doctrinal. La realidad es que el cuarto Evangelio y el Apocalipsis no están en desacuerdo en ningún punto. En realidad, el acuerdo doctrinal es extraordinario.u Así, el Evangelio llama a Jesús «el Cordero de Dios» (&flVÓC;) en Juan 1:29. El Apocalipsis le llama también así (&pVLOV) ¡veintinueve veces! 12 Propósito, tema y autoría del libro de Apocalipsis Las Epístolas y el Evangelio usan el título «el Logos» en relación con nuestro Señor (Jn. 1:1-14; 1 Jn. 1:1). El Apocalipsis también lo usa (19:13). En el Evangelio, se representa a Cristo como el Ser pre-temporal y eterno (1:1-2). De la misma manera en el Apocalipsis (22:13; cotéjese 5:12,13). En el Evangelio de Juan, se atribuye la salvación del hombre a la gracia soberana de Dios y a la sangre de Jesucristo (1:29; 3:3; 5:24; 10:10,11). El Apocalipsis también lo hace muy enfáticamente (7:14; 12:11; 21:6; 22:17). Y la doctrina de la salvación para «todo aquel» se halla en ambos (Juan 3:16; Apocalipsis 7:9; 22:17). ¡No hay diferencias doctrinales! Y, finalmente, aquella opinión de Dionisio aceptada por Eusebio está fundada en una interpretación equivocada de cierta declaración muy cuidadosa de Papías,12 y probablemente influenciado por la oposición a la doctrina del quiliasmo13 o milenarismo, la cual trató de justificarse usando el libro del Apocalipsis.14 La iglesia primitiva casi unánimemente atribuye el Apocalipsis al apóstol Juan. Ésta era la opinión de Justino Mártir (140 d.C.), de Ireneo (180 d.C.) quien fuera discípulo de un discípulo del apóstol Juan, del Canon Muratoriano (200 d.C.), de Clemente de Alejandría (200 d.C.), de Tertuliano de Cartago (220 d.C.), de Orígenes de Alejandría (223 d.C.), y de Hipólito (240 d.C.).15 Cuando añadimos a todo lo arriba mencionado el hecho de que, según una tradición muy convincente, el apóstol Juan fue desterrado a la isla de Patmos (cotéjese 1:9), y que pasó los últimos años de su vida en Éfeso, a donde fue dirigida la primera de las siete epístolas del Apocalipsis (2:1) la conclusión innegable es que el último libro de la Biblia fue escrito por «el discípulo al cual Jesús amaba». La fecha del libro Ahora, surge la pregunta: ¿Cuándo escribió Juan el Apocalipsis? ¿En el año 69 (o aún antes) o tenemos que revocar la fecha al año 96 (o tal vez 95)? No hemos hallado ningún argumento convincente a favor de la primera fecha. Los argumentos expuestos buscan su apoyo en testimonios recientes e inciertos, en la idea completamente imaginaria de que Juan no sabía aún el griego cuando escribió el Apocalipsis, y en una interpretación literal y muy dudosa de ciertos pasajes cuyo significado es sin duda simbólico. Por ejemplo, se nos dice que el templo de Jerusalén estaba todavía en pie cuando el Apocalipsis fue escrito, porque el capítulo 11:1 dice: «Levántate y mide el templo de Dios». El libro Más que vencedores, La última fecha tiene un apoyo muy fuerte. Dice Ireneo: «Porque fue vista hace poco tiempo (es decir, la visión apocalíptica), casi en nuestros propios días, hacia el final del reino de Domiciano», y también dice: «...la iglesia en Éfeso fundada por Pablo, en la cual Juan quedó permanentemente entre ellos hasta los tiempos de Trajano (98-117 d. C., el reino de Trajano), es un verdadero testigo de la tradición de los apóstoles» . Cuando en conexión con estas fuertes y definidas pruebas recordamos que el Apocalipsis refleja una época en la cual Éfeso ya había perdido su primer amor; Sardis ya estaba «muerta»; Laodicea, la cual fue destruida por un terremoto durante el reino de Nerón, había sido reedificada y estaba jactándose de sus riquezas espirituales (3:17); Juan había sido «desterrado», una forma de persecución muy común durante el reinado de Domiciano; la iglesia ya había sufrido persecuciones en el pasado (20:4); y el Imperio Romano había llegado a ser el antagonista principal de la iglesia (17:9), nos vemos forzados a la conclusión de que la última fecha (95 ó 96 d.C.) es correcta. El Apocalipsis fue escrito por el apóstol Juan casi al final del reino de Domiciano. Sin embargo, el verdadero autor no es Juan, sino el mismo Dios Todopoderoso. Leemos: «La revelación de Jesucristo que Dios le dio... y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan...» (1:1). Es cierto que Juan, el apóstol, escribió el Apocalipsis. Pero Dios, por medio de Cristo, es su verdadero autor. Por tanto, lo que este libro predice no es el producto de la imaginación humana, propensa a equivocarse, sino la revelación de la mente y del propósito de Dios respecto a la historia de la iglesia. En Copenhague, entre las muchas esculturas nobles de Thorwaldsen, hay una del apóstol Juan. Su rostro refleja la serenidad del cielo. En realidad está mirando hacia el cielo. Delante de él está su tablilla. Tiene en la mano su pluma. Sin embargo la pluma del apóstol no está tocando la tablilla. No se atreve a escribir ni siquiera una palabra hasta que le sea dada de lo alto.
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