El Antídoto Divino Contra la Impureza Sexual
Por Albert N. Martin Historia Cuando el evangelio llegó al mundo greco-romano en el primer siglo, arribó a un mundo que estaba lleno de nocivo y amargo fruto del paganismo y de la adoración idolátrica. Una de las extensiones más abominables de este amargo fruto del paganismo fue la impureza sexual y la inmoralidad. Parte del ritual de adoración en muchos de los templos paganos involucraba entrar en actos sexuales ilícitos con aquellos que habían sido apartados para esta dimensión de la llamada “adoración de los dioses”. Siendo estos los hechos, no debe sorprendernos la atención que se presta en el cuidado pastoral de la iglesia primitiva, como aparece en Hechos y en las epístolas, al tema de la impureza sexual. En otras palabras, en la mente de los apóstoles no existía la idea de que este problema de la inmoralidad, impureza y desviación sexual sería automáticamente resuelto doquiera que el evangelio se enraizara en el corazón de un hombre o en medio de un grupo de hombres y mujeres que se constituyeron en una iglesia de Cristo. Antes bien, ellos atacaron el tema directamente en el lenguaje más explícito y con una multitud de perspectivas por las cuales armar al pueblo de Dios para resistir la tremenda presión de avanzar en esta característica dominante de la vida y la religión pagana, llamada impureza sexual. Por ejemplo, cuando hubo un concilio en Jerusalén en el que la iglesia y sus líderes se reunieron con los delegados de la iglesia de Antioquía, juntamente con los apóstoles, le envió un decreto a todas las iglesias. Estas eran las palabras que tenían que ir a las iglesias de todo el mundo greco-romano: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación [término general para cualquier forma de impureza sexua]; de las cuales cosas sí os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15:28-29). Nos suena extraño que a estas iglesias infantes se tuviera que dirigir una regulación, no sólo acerca de la libertad cristiana y cosas indiferentes (carne ofrecida a ídolos, animales estrangulados), sino que también necesitaban una directriz específica con respecto a la prohibición de la fornicación. Se tenía que mandar un mensaje a todas las iglesias para que se abstuvieran de la impureza sexual. Tan torpe se habían convertido las conciencias de los hombres de esa generación como fruto de la religión pagana y de la adoración de los ídolos, que el concepto de que la impureza sexual es algo ofensivo a Dios se había borrado de la conciencia de ellos.
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Mayo 2020
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