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“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después de creerle”. Mateo 21: 28-32. La contemplación de esta vasta arena y de esta desbordante asamblea me trae a la memoria otros espectáculos que tenían lugar en los anfiteatros del antiguo Imperio Romano, en días que felizmente hace ya mucho tiempo que transcurrieron. En derredor, en las graderías, se reunían las multitudes con sus crueles ojos y sus impertérritos corazones; y en el centro, estaba de pie un hombre solitario, sin amigos, en espera de que se alzaran las puertas de la jaula del león para ser inmolado como un testigo de Cristo y como un sacrificio para la furia popular. El viajero más incauto sabría de inmediato cuál era el discípulo de Cristo y cuáles eran los enemigos del Crucificado. Allí permanecía el discípulo, gallardamente tranquilo aunque a punto de morir, pero en torno suyo, en esas inmensas graderías del Coliseo.
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Un sermón predicado la mañana del Domingo 7 de Octubre, 1888 por Charles Haddon Spurgeon En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres. "El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de donde saliste? Y Abraham le dijo: Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá. Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo. Y si la mujer no quisiere venir en pos de ti, serás libre de este mi juramento; solamente que no vuelvas allá a mi hijo." Génesis 24: 5-8. EXTRACTO Un sermón predicado la Mañana del Domingo 7 de Febrero, 1864 por Charles Haddon Spurgeon En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres."Y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente." Éxodo 33:19 Puesto que Dios es el hacedor, y el creador, y el sostenedor de todas las cosas, Él tiene el derecho de hacer con todas Sus obras lo que le agrade. "¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" La supremacía absoluta de Dios y Su soberanía sin límites fluyen naturalmente de Su omnipotencia, y del hecho que Él es la fuente y el sostén de todas las cosas. Más aún, si no fuera así, la excelencia superlativa del carácter divino le daría el derecho de un dominio absoluto. El jefe debe ser el mejor. El que no puede errar, siendo perfecto en sabiduría; el que no va a errar, siendo perfecto en santidad; el que no puede hacer mal, siendo supremamente justo; el que debe actuar de acuerdo con los principios de la bondad, porque Él es en esencia amor, es la persona más adecuada para gobernar. EXTRACTO
Un sermón predicado la mañana del Domingo 23 de Septiembre, 1855por Charles Haddon Spurgeon En la Capilla New Park Street, Southwark, Londres."¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! Hechos 11: 18.Haz clic aquí para editar. El arrepentimiento de nuestro texto no es ese arrepentimiento, sino que es un "arrepentimiento para vida"; un arrepentimiento que es un verdadero signo de salvación eterna en Cristo; un arrepentimiento que nos preserva en Jesús a través de este estado temporal, y que, cuando hayamos pasado a la eternidad, nos proporciona una bienaventuranza que no puede ser destruida. "Arrepentimiento para vida" es la salvación real del alma, es el germen que contiene todos los elementos esenciales de la salvación, que los resguarda para nosotros, y que nos prepara para ellos. 1703 - 1758 JONATHAN EDWARDSJonathan Edwards había sido invitado a predicar a la iglesia de Enfield, una iglesia conocida por su frialdad espiritual y su resistencia al avivamiento, en un momento en el que Nueva Inglaterra estaba empezando a sentir un despertar espiritual que se conocería posteriormente como El Gran Despertar. Pero Edwards nunca fue uno de esos predicadores con alta y fuerte voz, de hecho, su estilo de predicación era sencillo: voz débil y pocos gestos; simplemente leía desde un manuscrito que había memorizado.Edwards no pudo culminar su predicación aquel día. Los gritos de terror de las personas que lo escuchaban no lo dejaron concluir, mientras clamaban: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. El plan de Edwards era finalizar su sermón mostrando el consuelo del evangelio. Irónicamente, sus oyentes no lo dejaron llegar a ese punto.Con todo, este sermón, tal vez el más famoso en la historia de la iglesia, es usado como un supuesto ejemplo de la predicación terrorífica calvinista de El Gran Despertar, y como una muestra de la frialdad de Edwards casi al borde del sadismo en relación a la justicia de Dios.Edwards estaba más interesado en mostrar la Gloria de Dios y la necesidad del pecador de experimentar esa Gloria a través de Cristo.Nuestra necesidad urgente es para el avivamiento Edwards es el teólogo por excelencia del avivamiento. Lea su Historia de la Obra de Redención . El argumento de Edwards es que la estrategia de redención de Dios es avanzar a pasos agigantados a través de la obra de avivamiento y que se hace más por el reino de Dios en esos momentos que en décadas anteriores o posteriores.
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