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“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después de creerle”. Mateo 21: 28-32. La contemplación de esta vasta arena y de esta desbordante asamblea me trae a la memoria otros espectáculos que tenían lugar en los anfiteatros del antiguo Imperio Romano, en días que felizmente hace ya mucho tiempo que transcurrieron. En derredor, en las graderías, se reunían las multitudes con sus crueles ojos y sus impertérritos corazones; y en el centro, estaba de pie un hombre solitario, sin amigos, en espera de que se alzaran las puertas de la jaula del león para ser inmolado como un testigo de Cristo y como un sacrificio para la furia popular. El viajero más incauto sabría de inmediato cuál era el discípulo de Cristo y cuáles eran los enemigos del Crucificado. Allí permanecía el discípulo, gallardamente tranquilo aunque a punto de morir, pero en torno suyo, en esas inmensas graderías del Coliseo.
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EXTRACTO Un sermón predicado la Mañana del Domingo 7 de Febrero, 1864 por Charles Haddon Spurgeon En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres."Y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente." Éxodo 33:19 Puesto que Dios es el hacedor, y el creador, y el sostenedor de todas las cosas, Él tiene el derecho de hacer con todas Sus obras lo que le agrade. "¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" La supremacía absoluta de Dios y Su soberanía sin límites fluyen naturalmente de Su omnipotencia, y del hecho que Él es la fuente y el sostén de todas las cosas. Más aún, si no fuera así, la excelencia superlativa del carácter divino le daría el derecho de un dominio absoluto. El jefe debe ser el mejor. El que no puede errar, siendo perfecto en sabiduría; el que no va a errar, siendo perfecto en santidad; el que no puede hacer mal, siendo supremamente justo; el que debe actuar de acuerdo con los principios de la bondad, porque Él es en esencia amor, es la persona más adecuada para gobernar. |
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