“Has luchado con Dios.” Génesis 32: 28. SERMÓN PREDICADO LA NOCHE DEL JUEVES 16 DE SEPTIEMBRE DE 1875 POR CHARLES HADDON SPURGEON EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES, Y PUBLICADO EL JUEVES 8 DE MARZO DE 1906. Insistencia ante el Creador Los hombres tienen en muy alta consideración a cualquiera que ostente poder con la realeza. Si yo dijera, en relación a cualquier persona aquí presente: “Ese individuo tiene gran poder con la reina”, muchísimos de ustedes se voltearían de inmediato para ver a esa persona. Quien tiene un gran poder con algún príncipe terrenal, puede estar seguro de que tendrá muchos aduladores a su alrededor, que le rendirán homenaje por causa del beneficio que esperarían obtener a través de su mediación. Pero, queridos amigos, ¡qué mayor honor es todavía tener poder con el Rey de reyes! El poder con los hombres podría ser algo malo, pero, ¡qué bendición proviene del poder con Dios! ¡Cómo ennoblece el alma del hombre que lo posee! Este hombre, Jacob, que tiene poder con Dios, es llamado Israel, un príncipe, pues lo es; sólo que los príncipes no tienen una dignidad como la suya, a menos que tengan también poder con Dios, pues es “un príncipe de Dios”.
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"Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. Líbrame de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud." Génesis 32:9-12. Un sermón predicado la noche del Domingo 16 de junio, 1867por Charles Haddon SpurgeonEn el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.
Y publicado el Jueves 18 de octubre, 1906. El amigo de confianza de Dios Habrán notado, queridos amigos, cuán frecuentemente Dios hace que la vida de un hombre sea el reflejo de su carácter. Hay un eco del carácter interno del hombre en su experiencia externa. "Menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos." -- Génesis 32:10 Sermón predicado la mañana del Domingo 22 de Junio de 1884por Charles Haddon Spurgeon
Propensión al engaño El carácter de Jacob no era impecable, pero tampoco era despreciable. Poseía gran fortaleza de carácter y poder de juicio, y esto se convirtió en una especie de trampa para él, de manera que no siempre caminó a través de la vida con el sosiego infantil de Isaac o la regia serenidad de Abraham, sino que a veces era taimado y dado al engaño como sus parientes maternos. Yo sin embargo me opongo a ese menosprecio del carácter de Jacob, tan común en ciertos círculos, pues utilizó los recursos disponibles para la oración y oró. Nuestro Dios es el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob; y muy frecuentemente es llamado el Dios de Israel, y aún el Dios de Jacob. "Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos": y si no se avergüenza de llamarse Dios de Jacob, ningún creyente tiene derecho de avergonzarse de Jacob. Nobleza en la historia Con todas sus imperfecciones (y ciertamente las tenía) era un hombre noble. Algunas buenas personas están construidas a una escala demasiado diminuta como para manifestar cualidades buenas o malas en algún grado relevante: no les permitamos que vituperen a un hombre tan grande como Jacob. Él ha grabado su carácter sobre numerosas generaciones, y una nación entera lleva su herencia. Era un hombre lleno de energía, activo, aguantador, intrépido, y por ello sus debilidades llegaron a ser más notorias de lo que hubieran sido si hubiera tenido una naturaleza más apacible. “Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es este; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim.” Génesis 32:1, 2. “Luego que David llegó a Mahanaim, Sobi hijo de Nahas, de Rabá de los hijos de Amón, Maquir hijo de Amiel, de Lodebar, y Barzilai galaadita de Rogelim, trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel, manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen; porque decían: El pueblo está hambriento y cansado y sediento en el desierto.” 2 Samuel 17:27-29. DOMINGO 20 DE JUNIO, 1880, POR CHARLES HADDON SPURGEON, EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES Determinación en las contiendas Vayamos a Mahanaim y veamos este grandioso espectáculo. Primero, vayamos con Jacob y veamos los dos campamentos de ángeles, y luego vayamos con David para observar sus tropas de amigos. Jacob tendrá nuestra primera consideración. ¡Cuán variada es la experiencia del pueblo de Dios! Su peregrinaje es sobre arena cambiante; su tienda siempre está en movimiento y la escena que les rodea todo el tiempo está cambiando. Allí está Jacob, contendiendo en un tiempo con Labán por su manutención, haciendo una trampa tras otra para no dejarse de su suegro; luego prospera y decide no permanecer más bajo esa servidumbre; huye, es perseguido, debate con su enojado pariente, y pone punto final a la contienda con una tregua y un sacrificio. “Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró.” Génesis 27:38. TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES, Y PUBLICADO EL JUEVES 24 DE SEPTIEMBRE, 1908.
Advertencia Introducción a lo profano y el engaño Ustedes conocen la historia de Esaú y Jacob. Esaú era el mayor de los dos hijos gemelos de Isaac y Rebeca. La primogenitura era suya por derecho, pero él la menospreció. Esaú era una persona profana que no valoró el privilegio hereditario que era realmente suyo pues vendió de hecho su derecho a la primogenitura a su hermano menor, Jacob, por un plato de guisado de lentejas. El tiempo transcurrió, e Isaac, sintiendo que las debilidades de la edad se iban apoderando él, resolvió dar a Esaú la bendición a la que tenía derecho como su hijo mayor. Rebeca quería que la bendición fuera otorgada a su hijo menor y por eso recurrió a una estratagema con el fin de hacer creer al pobre padre ciego que Jacob era Esaú, y de esa manera Jacob ganó la bendición por fraude. Cuando Esaú entró, y descubrió que la bendición había sido dada a Jacob, y que no podía ser revocada, lloró amargamente, y suplicó a su padre que le diera “una sola bendición.” “Entonces Dios le abrió los ojos.” Génesis 21:19. 1457UN SERMÓN PREDICADO POR CHARLES HADDON SPURGEON, EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES. Incapacidad de tener visión Todo el tiempo hubo una fuente de agua cerca de Agar aunque ella no la viera. Dios no abrió la tierra para hacer que manaran nuevas aguas ni tampoco había necesidad de eso. La fuente ya estaba ahí, pero para todo propósito práctico bien podía no haber estado ahí, pues Agar no podía verla. Le faltó el agua del odre, el hijo se estaba muriendo de sed, y ella misma estaba a punto de desfallecer, y, sin embargo, el fresco manantial burbujeaba muy cerca de ese punto. Era necesario que Agar viera la fuente, tan necesario como que el manantial estuviera allí, y, por tanto, con gran compasión, el Señor la condujo a verlo o como lo expresa el texto: “Dios le abrió los ojos.” Charles Spurgeon “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.” Génesis 17:1-2. Comenzamos (en días anteriores) nuestra exposición de la vida de Abram con su llamado, cuando fue sacado de Ur de los Caldeos y apartado para el Señor en Canaán. Luego pasamos a su justificación, cuando creyó a Dios, y le fue contado por justicia; y, ahora, espero que sean indulgentes con nosotros si proseguimos con el mismo tema hacia una nueva etapa, y procuramos describir el más pleno desarrollo de la piedad vital de Abraham, en la abierta y clara revelación de su consagración a Dios.
Un llamado a santificación y justificación En el capítulo que estamos considerando, vemos su santificación para el Señor, su ordenación para el servicio, y su purificación como un vaso apto para uso del Señor. Todos los llamados son justificados, y todos los justificados son santificados por obra del Espíritu Santo, y son vueltos aptos para ser glorificados posteriormente con Cristo Jesús. “Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida.” Génesis 7:15. . Las parábolas es el túnel del entendimiento
Cristo enseñó siempre por parábolas. De ahí la popularidad y el poder de Su enseñanza. Las masas nunca fueron capaces de recibir instrucción alguna—y tal vez nunca lo sean—de otra manera que por ilustraciones parabólicas. Aquel que quiera ser un ministro exitoso, debe abrir su boca en parábolas; aquel que quiera ganar los corazones de la multitud, debe imitar estrechamente a su Maestro y predicar en parábolas que todos los hombres puedan entender. Yo creo que hay muy pocos seres capaces de idear una parábola. Quienes poseen efectivamente esta rara habilidad, son verdaderamente muy escasos; yo mismo no profeso pertenecer a esa honorable confraternidad. Algunas veces me he empeñado en elaborar una parábola, y aunque me ha parecido fácil, por momentos, crear una figura, no puedo construir una parábola por ningún medio. Me alegra decir que no se me requiere que lo haga, ya que la Palabra de Dios, si es usada correctamente, es capaz de evocar miles de parábolas; tampoco tengo razón para temer que me quede corto en temas para la predicación, si soy capaz de encontrar tantas parábolas en la Palabra de Dios. Realidad sustitutiva Esta noche voy a predicarles una parábola. Se trata de la parábola del arca. Mientras lo hago, han de comprender que el arca fue una cosa real: que realmente fue diseñada para que flotase sobre las aguas y llevase en su seno a Noé y su familia, y “de dos en dos de toda carne.” Esto es un hecho y no un mito; pero yo voy a tomar este hecho real y voy a usarlo como una parábola. Haciendo que el arca represente a la salvación, voy a predicar la parábola del arca a todos aquellos que están al alcance del sonido de mi voz. El arca, que salvó de las corrientes de las aguas, es un hermoso cuadro de Jesucristo como el medio de salvación, por quien multitudes de toda carne son preservadas y salvadas de perecer en las corrientes de la perdición eterna. “Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.” Génesis 4:10. “A Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” Hebreos 12:24. El primer derramamiento de sangre humana fue un ensayo muy terrible. Independientemente de que el golpe asesino de Caín haya sido premeditado o no, la vista de un cuerpo humano sangrante debe haber sido una terrible novedad para él. Caín no había sido endurecido por la lectura de los detalles de una guerra, o por escuchar narraciones de crímenes; el asesinato era un nuevo terror para la humanidad, y él, que fue quien encabezó tal violencia, debe haberse llenado de un confundido asombro con el resultado de su golpe, y de temor por sus consecuencias. Me parece verlo de pie junto al cadáver, por un instante paralizado por el terror, sobrecogido por el espectáculo de la sangre. ¿Acaso los cielos lanzarían fuegos malignos sobre él? ¿Acaso la tierra ensangrentada produciría veloces vengadores desde su suelo asombrado? ¡Cuántas preguntas deben haber surgido en la mente del asesino! Pero, he aquí, la tibia sangre de vida fluye en un arroyo carmesí sobre la tierra, y un consuelo espantoso se abre paso en la mente del perverso culpable, cuando observa que la tierra absorbe la sangre. No se queda acumulada en un charco, sino que la tierra abre su boca para recibir y ocultar la sangre de su hermano. Tristes recuerdos salpican la hierba y tiñen de rojo el suelo, pero aun así el terrible charco se está secando, y el asesino siente un gozo momentáneo.
Un encubrimiento en fracaso Tal vez Caín se alejó de allí imaginando que ese terrible asunto había terminado por completo. Había realizado el acto y ya no podía revertirlo; había asestado el golpe, deshaciéndose de la presencia de alguien que era detestable para él; la tierra se había tragado la sangre y el asunto había llegado a su fin por lo que no había necesidad de pensar más en ello. En aquellos días no existía ninguna maquinaria policíaca, ni ley, ni jueces, ni horca, por lo que Caín sentía muy poco o ningún miedo. Era un hombre fuerte y robusto y no tenía a nadie que lo castigara, nadie que lo acusara o lo reprendiera, excepto su padre y su madre, y ellos, probablemente, estaban demasiado abrumados por el dolor y demasiado preocupados por su propia ofensa, como para mostrar resentimiento hacia su primogénito. Por tanto Caín se imaginaba que su acto quedaba en un silencio sin palabras y que ahora el olvido cubriría su crimen, de tal forma que él podría continuar su camino como si no hubiera hecho nada. Sin embargo, no era así, pues aunque la sangre estuviera callada en la endurecida conciencia de Caín, alzaba su voz en otra parte. Una voz misteriosa se elevó más allá de los cielos; llegó a los oídos del Invisible, y conmovió el corazón de la Eterna Justicia, de tal forma que atravesando el velo que oculta al hombre del Infinito, Dios se reveló a Sí mismo y habló a Caín; “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.” Entonces Caín comprendió que la sangre no podía ser derramada vanamente, que el asesinato sería vengado, pues había una lengua en cada gota de esa esencia vital que fluía de la humanidad asesinada, que prevalecía ante Dios, de tal forma que Él interpondría y mantendría una solemne averiguación al respecto. “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Génesis 4:9. El Corazón blasfemo
A qué vergonzoso extremo de insolencia había llegado Caín cuando pudo insultar al Señor Dios de esta manera. Si no estuviera registrado en la página de la inspiración, habríamos podido dudar de que un hombre hablara tan desvergonzadamente a pesar de estar plenamente consciente de que el propio Dios era su interlocutor. Los hombres blasfeman espantosamente, pero esto se debe usualmente a que olvidan a Dios e ignoran Su presencia; pero Caín estaba consciente de que Dios estaba hablándole. Le oyó preguntar: “¿Dónde está Abel tu hermano?,” y, no obstante, se atrevió a replicarle a Dios con la más descarada impertinencia: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Era tanto como decir: “¿Piensas que tengo que guardarlo como él guarda de sus ovejas? ¿Acaso soy también un pastor como lo fue él, y habría de guardarlo como Abel guardaba de una oveja lisiada?” Conciencia blasfema en contra del Creador La descarada insolencia de Caín es un indicativo del estado de su corazón que lo condujo al asesinato de su hermano; y era también una parte del resultado de haber cometido ese crimen atroz. Caín no habría procedido con ese cruel acto de derramamiento de sangre si no hubiera desechado primero el temor de Dios ni hubiera estado dispuesto a desafiar a su Hacedor. Habiendo cometido el asesinato, la influencia endurecedora del pecado en la mente de Caín debe de haber sido muy intensa, y así, finalmente, fue capaz de expresar delante de Dios lo que sentía dentro de su corazón, y de decir: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” |
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