Esta ciudad estaba situada en una enorme colina rocosa, la cual se encontraba en el inmenso valle circunvecino. Los romanos la hicieron capital de la provincia de Asia. Allí bajo el emblema de una serpiente, la cual para los creyentes en Cristo era el verdadero símbolo de Satanás, se adoraba a Escolapio, dios de la sanidad. Allí se podían ver muchos altares paganos y el gran altar de Zeus.
Posiblemente Cristo estaba pensando en todas estas cosas cuando llamó a Pérgamo el lugar «donde está el trono de Satanás». Sin embargo, a nosotros nos parece que el propósito evidente del autor es el de llamar la atención al hecho de que Pérgamo era la capital de la provincia y, como tal, era también el centro de la adoración al emperador. Allí el gobierno funcionaba, y allí estaban los templos dedicados a la adoración del César. Allí se pidió a los creyentes que ofrecieran incienso a las imágenes de los emperadores y que dijeran, «César es Señor». Por tanto, Satanás tenía allí su trono; tenía allí completa libertad. «El que tiene la espada aguda de dos filos, dice estas cosas». De nuevo la descripción que Cristo da de sí mismo concuerda con el tono general de la carta. Dice aquí que Cristo tiene la espada aguda de dos filos porque va a pelear contra los nicolaítas, a menos que se arrepientan (versículo 16). Aunque el trono de Satanás estaba allí y a pesar de que Antipas había sido asesinado allí porque rehusó ser infiel a su Señor, los creyentes en Pérgamo mantenían con tenacidad la confesión de su fe en Cristo. Sin embargo, se equivocaron grandemente en una cosa. Descuidaron la disciplina, probablemente porque hicieron hincapié en la salvación personal y olvidaron que el deber del cristiano es interesarse también por el bienestar de la iglesia entera.
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Esta ciudad, situada en un brazo del Mar Egeo, era rival de Éfeso. Pretendía ser la «primera ciudad de Asia en cuanto a belleza y dimensión». De manera gloriosa y pintoresca se inclinaba desde el mar, y sus espléndidos edificios públicos estaban situados en la cumbre redonda de la colina Pagos, formando lo que se llamaba «la corona de Esmirna».
La brisa occidental, el Céfiro, venía del mar y soplaba por toda la ciudad, manteniéndola fresca aún en el verano. Desde el principio del ascenso de Roma al poder, incluso antes de su grandiosa era, Esmirna fue su aliada leal y era reconocida como tal por Roma. La fidelidad y la lealtad de los ciudadanos de Esmirna llegó a ser proverbial. Según toda probabilidad, la iglesia en Esmirna fue fundada por Pablo durante su tercer viaje misionero, 53-56 d.C. De esto no estamos seguros, pero parece que es una conclusión cierta de acuerdo con lo que leemos en Hechos 19:10, «... de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús». Es posible que Policarpo fuera obispo de la iglesia en Esmirna en aquel tiempo. Era un discípulo de Juan. Fiel hasta la muerte, este venerable obispo fue quemado vivo en una pira en el año 155 d.C. Se le pidió que dijera, «César es Señor», pero rehusó hacerlo. Llevado al estadio, el procónsul le instó diciendo, «Jura, maldice a Cristo y te pongo en libertad». La ciudad de Éfeso era rica, próspera, magnífica y famosa a causa de su templo de Diana. Estaba situada cerca de la costa occidental de Asia Menor, en el mar Egeo, y cerca de la embocadura del río Cayster. Su puerto -en sus días de gloria- tenía capacidad para albergar las naves más grandes. Además, era fácilmente accesible por tierra, ya que por medio de carreteras Éfeso se hallaba conectada con las más importantes ciudades de Asia Menor. Por mucho tiempo Éfeso fue el centro comercial de Asia. El templo de Diana era a la vez una tesorería, un museo, y un lugar de refugio para los criminales.
Suplía de empleo a muchos, inclusive a los plateros que hacían templecillos de Diana. Pablo visitó esta ciudad (Hch. 18:19-21) cuando iba de Corinto hacia Jerusalén, es decir, en su segundo viaje misionero alrededor del año 52 d.C. Dejó allí a Priscila y Aquila (Hechos 18:26), yen este lugar Apolos, de espíritu ferviente, enseñaba diligentemente (18:25). En su tercer viaje misionero Pablo se detuvo por tres años en Éfeso (Hechos 20:31). Su obra fue grandemente bendecida, no sólo en Éfeso, sino también en la región circunvecina. La venta de los templecillos de plata empezaba a disminuir, y cuando el templo de Diana fue incendiado en 262 d.C. nunca volvió a ser reconstruido. Al regreso de su tercer viaje misionero, Pablo, de una manera muy conmovedora se despidió de los ancianos de la iglesia en Éfeso (Hch. 20:17-38). El Apocalipsis se arraiga en los sucesos contemporáneos y en las Sagradas Escrituras que Juan y sus lectores sabían bien, y en la revelación especial directa de la mente y propósitos de Dios.
Todo esto debe ser considerado con cuidado si el libro ha de interpretarse de manera correcta. A. La necesidad de notar los antecedentes contemporáneos, No podremos entender nunca el libro del Apocalipsis a menos que lo interpretemos a la luz de los sucesos contemporáneos. Debiéramos preguntar siempre: ¿Cómo entendieron los primeros lectores este libro? Debemos hacer un esfuerzo diligente para entender las condiciones y circunstancias de las cuales emanó esta profecía. El propósito inmediato del Apocalipsis es el de fortalecer el corazón agitado de los creyentes perseguidos del primer siglo d.C.! La necesidad de distinguir entre principio y detalle y ¿Qué significan los símbolos? de Apocalipsis5/13/2020 De una manera semejante, tenemos que interpretarlos símbolos del Apocalipsis. No debemos acentuar demasiado los detalles. Por ejemplo, respecto al símbolo de las langostas que salieron del pozo del abismo (9:1-11), no debemos preguntar, ¿cuál es el significado individual de sus cabellos, sus dientes, sus corazas, etc.? Al hacerlo fragmentamos el símbolo, perdiendo así la unidad.
Estos detalles pertenecen a la imagen lo mismo que la bestia, el vino, el aceite, etc. pertenecen a la parábola del Buen Samaritano. Debemos preguntar en primer lugar, ¿qué significa la imagen vista desde su totalidad? Y, en segundo lugar, ¿cuál es el único significado central de esta imagen? El libro del Apocalipsis se compone de una serie de imágenes. Las imágenes se mueven. Están llenas de acción. Todo se mantiene en constante actividad. Vemos una imagen, y pronto da lugar a otra, en seguida otra y otra, y así sucesivamente.
Veamos estas escenas cambiantes. Siete candeleros de oro; alguien anda en medio de estos candeleros. Está vestido con una ropa que le llega hasta los pies, y ceñido por el pecho con una cinta de oro. Sus cabellos son blancos como la nieve, sus ojos como llama de fuego. Tiene en su diestra siete estrellas; y de su boca sale una espada aguda de dos filos. Luego, cambia la escena. Vemos un trono, y alrededor del trono un arco celeste. Y del trono salen relámpagos y truenos y voces. En la mano derecha de aquel que está sentado sobre el trono hay un libro sellado con siete sellos. Ahora, alguien se acerca al trono. ¿Quién es? Es el León de la tribu de Judá, quien toma el libro. Inmediatamente los cuatro seres vivientes alrededor del trono, así como los veinticuatro ancianos, se postran delante del Cordero. Cada uno tiene arpas y copas de oro llenas de incienso y cantan un nuevo cántico. Cuando la música cesa, vemos cuatro caballos, blanco, bermejo, negro y amarillento. Cuando estos caballos y sus jinetes salen, vemos también a gente matándose una a otra. Algunas parecen estar con hambre. En realidad su aspecto es de estarse muriendo de inanición ( Extrema debilidad física). Otras están siendo arrojadas a las fieras. Vemos ahora las almas de las personas que han sido muertas. La Teología Federal o como también se le ha llamado, la Médula de la Divinidad, se refiere a aquella forma de interpretación bíblica por medio de pactos, o aquella que ve la Biblia como la revelación de un Dios trino que se relaciona por medio de pactos con la humanidad. A lo largo de la historia de la iglesia ésta había sido la manera de interpretar la teología bíblica, sin embargo, en la Edad Media la Iglesia Católica Romana la había torcido. Y fue la Reforma Protestante la que trajo consigo su redescubrimiento.
Y los Bautistas Particulares del siglo XVII lucharon por el federalismo bíblico enseñando que éste era la forma más consistente de interpretar las Escrituras.Es nuestro federalismo lo que nos caracteriza como Bautistas Reformados y es también lo que nos separa de nuestros hermanos presbiterianos y de nuestros hermanos bautistas dispensacionalistas. ¿Quién es el verdadero pueblo de Dios? ¿Está ese pueblo conformado sólo por creyentes, o está compuesto de los creyentes y sus hijos? La respuesta a esas preguntas acerca de la continuidad y discontinuidad y la unidad y diversidad de las Escrituras es lo que nos hace Bautistas Reformados. Los dispensacionalistas, como se muestra en el cuadro, tienden a insistir en la discontinuidad entre el Antiguo y el Nuevo pacto. Este sistema teológico enseña que Dios tiene dos pueblos distintos, Israel y la Iglesia, un pueblo físico y un pueblo espiritual. Además, según ellos, Dios tiene dos objetivos distintos, uno con respecto a la nación de Israel y otro referente a la Iglesia. Dios había escogido a Israel en el Antiguo Testamento para bendecirlo y hacer de él una gran nación, sin embargo, este propósito falló. Dios, entonces, se enfocó en la Iglesia, el pueblo espiritual, al cual está edificando hasta su consumación. Una vez que esto haya ocurrido Él se volverá de nuevo a Israel para cumplir las promesas físicas que le había hecho a Abraham y a David. |
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