La ciudad de Éfeso era rica, próspera, magnífica y famosa a causa de su templo de Diana. Estaba situada cerca de la costa occidental de Asia Menor, en el mar Egeo, y cerca de la embocadura del río Cayster. Su puerto -en sus días de gloria- tenía capacidad para albergar las naves más grandes. Además, era fácilmente accesible por tierra, ya que por medio de carreteras Éfeso se hallaba conectada con las más importantes ciudades de Asia Menor. Por mucho tiempo Éfeso fue el centro comercial de Asia. El templo de Diana era a la vez una tesorería, un museo, y un lugar de refugio para los criminales.
Suplía de empleo a muchos, inclusive a los plateros que hacían templecillos de Diana. Pablo visitó esta ciudad (Hch. 18:19-21) cuando iba de Corinto hacia Jerusalén, es decir, en su segundo viaje misionero alrededor del año 52 d.C. Dejó allí a Priscila y Aquila (Hechos 18:26), yen este lugar Apolos, de espíritu ferviente, enseñaba diligentemente (18:25). En su tercer viaje misionero Pablo se detuvo por tres años en Éfeso (Hechos 20:31). Su obra fue grandemente bendecida, no sólo en Éfeso, sino también en la región circunvecina. La venta de los templecillos de plata empezaba a disminuir, y cuando el templo de Diana fue incendiado en 262 d.C. nunca volvió a ser reconstruido. Al regreso de su tercer viaje misionero, Pablo, de una manera muy conmovedora se despidió de los ancianos de la iglesia en Éfeso (Hch. 20:17-38).
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Enero 2021
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