Y ahora Juan ve a otro ángel descender del cielo. Este ángel tiene gran autoridad y su fulgor alumbra la tierra. Clama en voz alta: «Ha caído, ha caído la gran Babilonia (véase Is. 21:9; Jer. 50:2; 51:8), y se ha hecho habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecibles. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación, y los reyes de la tierra han fornicado con ella; y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites». Tan cierta es la caída de Babilonia que se anuncia aquí como si ya hubiese sucedido. ¡Que esto sea una advertencia para todos! La desolación total de Babilonia se describe muy gráficamente cuando se dice que aun los espíritus inmundos y las aves inmundas y aborrecibles la consideran una prisión (véase Is. 13:20-22; Jer. 50:39, 45; 51:37, 42; Sof. 2:14). Se da en Apocalipsis 18:3 la razón o justificación de la caída de Babilonia: las naciones y los reyes y los mercaderes llegaron a sentirse infatuados con los placeres y los tesoros de Babilonia. Estos mercaderes representan a todos los que han puesto toda su obsesión en las mercancías del mundo. Una voz del cielo se dirige a los creyentes: «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades».
La admonición de salir de Babilonia es hecha al pueblo de Dios a lo largo de todas las épocas (véase Is. 48:20; 52:11; Jer. 50:8, 41-44; Zac. 2:7). Por este hecho entendemos también que Babilonia no es solamente la ciudad del tiempo postrero, sino el mundo como centro de seducción en cualquier época. Salir de Babilonia significa no participar de sus pecados y no ser engañado por sus tentaciones y seducciones. Los que ponen toda su obsesión en el mundo recibirán también de sus plagas. Puede parecer como si Dios hubiera olvidado los pecados de Babilonia, pero no los ha olvidado. El día que Babilonia caiga, será evidente que Dios los habrá recordado. En ese tiempo Babilonia recibirá el doble según sus obras. Esto no quiere decir que recibirá dos veces más castigo del que merece, sino precisamente la cantidad de castigo que ha ganado. El castigo es el «doble», la contraparte del pecado. El tormento y llanto (v. 7) son el equivalente exacto de su orgullo y arrogancia. Las balanzas se equilibran exactamente. En su propia glorificación, su presunción, y su jactancia ha dicho en su corazón -lo que es aún peor que decirlo a otros- «Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto» (véanse Is. 14:13, 14; 47:8; Jer. 50:29). Por lo cual, en un día será arruinada por la muerte, el llanto y el hambre, porque es fuerte el Señor Dios, a quien ella ha resistido. En la sección que sigue (vv. 9-20) se presenta una lamentación triple, a saber, por parte de los reyes, los mercaderes y los marineros, la cual es seguida por los regocijos del cielo. Primero, los reyes u hombres poderosos, gente de influencia en la tierra, se lamentan. Han fornicado con esta ramera, Babilonia. En otras palabras, se han rendido a sus tentaciones y han gozado de sus deleites. Cuando vean el humo del gran incendio de Babilonia desde lejos, por el temor de su tormento dirán: «¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!» Luego, los mercaderes -todos aquellos que han puesto su obsesión en las mercaderías y los _deleites del mundo- lloran y se lamentan porque de repente sus posesiones han quedado sin valor alguno (véase Lc. 12:16-21). Repentinamente todo lo que les proporcionaba gozo es destruido. Se ven impotentes para salvarlo. Contemplan de «lejos». Babilonia, el mundo loco de placer, la seductora, perece completamente desamparada. Note la lista de los cargamentos que habían sido el deleite de Babilonia. Primero, había cargamentos de oro, de plata y de piedras preciosas, y de perlas (véase la descripción de la ropa suntuosa y de los adornos de la gran ramera, Ap.17:4). Ninguna de estas cosas tiene valor duradero. Todas perecen. «La moda (axf¡f.Lcx, la apariencia exterior yel glamour) de este mundo se pasa» (1 Co. 7:31). Después, en estrecha conexión con lo anterior, se mencionan varias clases de vestidos costosos: lino fino, escarlata, seda y grana (de nuevo, compare Ap. 17:4, y también Lc. 16:19). Luego, varias clases de materiales que acostumbraban usar en la construcción de artículos de lujo: madera olorosa, usada para incrustaciones y para incienso, vasos de marfil y otros utensilios hechos de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol. Además, especias y ungüentos: canela, cardamomo (hierba aromática), perfume e incienso. Se hace hincapié en el lujo. Luego, se mencionan las mejores clases de alimentos y bebidas: vino, aceite, flor de harina y trigo. Aquí encontramos el aceite y el vino de los ricos malvados, y la mejor harina también. Pero esto no permanece tampoco. ¡Perece! Después, se menciona el ganado, animales comerciales, tales como vacas y ovejas. Los últimos artículos son caballos, carros y cuerpos, aún las almas de los hombres. Estas personas perversas trafican con los cuerpos y almas de los esclavos como si fuesen meramente artículos de venta. Hacen cualquier cosa y todas las cosas con el fin de enriquecerse. La descripción dada por el apóstol se basa enteramente en las condiciones que prevalecían a su alrededor en el tiempo preciso cuando veía y escribía estas visiones. Sin embargo, en esencia la imagen de Babilonia que recibe y reproduce es válida para cualquiera época. Observe que a esta lista de cargamentos que pertenecen a Babilonia y que perecen, todos los departamentos de la existencia les dan su contribución: el reino mineral (oro, plata, etc.); el reino vegetal Lino fino, seda, etc.); el reino animal (marfil, ganado, ovejas, etc.); y aun el reino humano los cuerpos y almas de los hombres). Por tanto, cuando Babilonia perece, el caos económico es completo; se arruina el mundo del incrédulo, aquello en lo cual ha puesto su esperanza y edificado su confianza. Esto es verdad respecto a la caída de todas las Babilonias -sea la Babilonia literal o Nínive o Roma. Es verdad especialmente respecto al reino final del anticristo al cierre de la historia. Así, la ramera Babilonia ve huir de ella el colmo de la concupiscencia de su vida; sus cosas exquisitas y suntuosas perecen, de modo que los hombres no pueden hallar en ella nada que sea atractivo. Al final resulta que la ramera es un engaño grande y amargo (véase Ap. 17:16). Completamente impotente se encuentra Babilonia; los mercaderes están «lejos» de ella y lamentan cuando hacen una comparación entre la condición actual de la ramera y su esplendor anterior -lino fino, púrpura, escarlata, oro, piedras preciosas y perlas. En una sola hora han sido destruidas todas estas abundantes riquezas! La tercera lamentación procede de la boca y del corazón de gente dedicada a la navegación marítima. Se mencionan cuatro clases: los pilotos, los pasajeros resueltos a negociar, los marineros y cuantos se ganan la vida en el mar, a saber, los exportadores, los importadores, los pescadores, los que se zambullen en busca de perlas, etc. Todos estos ven desde lejos el humo del incendio de Babilonia. Recuerdan su grandeza y esplendor pasados. Casi no pueden creer lo que sus ojos ven: la-ruina y la caída completa de todas sus esperanzas y deseos. Echan polvo sobre sus cabezas en señal de aflicción (Ez. 27:30) y dicen: «¡Ay, ay, de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada!» Puesto que los malos basan toda su esperanza en las riquezas y placeres de esta vida, cuando la «moda» de este mundo perece, ellos perecen juntamente con ella. Desaparece el «todo» de su vida. Pero los santos, los apóstoles y los profetas de Dios son llamados a regocijarse desde su habitación celestial, porque la caída de Babilonia es la retribución justa de Dios sobre el mundo porque perseguía a la iglesia. El último párrafo de este capítulo indica el carácter completo, irrevocable e irreparable de la caída de Babilonia. El símbolo usado es muy llamativo (véase Jer. 51:63, 64). Un ángel aparece. Observe que es un ángel Fuerte. Lo que va a hacer requiere fuerza. Sin ayuda alguna alza una gran piedra de molino. No es una piedra de molino ordinario que trabaja a mano, sino una gran piedra de molino, es decir, de un molino que gira por medio de un animal. ¿Qué hace el ángel con esta gran piedra de molino? ¿La deja caer sobre la tierra? No, la echa en el mar para que la piedra desaparezca completamente. ¿Sencillamente la deja caer? No, la alza y la arroja en el mar para que sea sepultada en lo profundo del océano. Igualmente precisa y completa será la caída de Babilonia. Nunca jamás será recobrada la gran piedra de molino. Así, este mundo inicuo, como centro de seducción, perecerá para Siempre. Note el hecho de que la frase negativa «no/nunca... más» se encuentra seis veces en los versículos 21-23. Observe también el clímax en el orden de estas seis frases: «Nunca más será hallada» Babilonia. La ciudad como tal ya no existe. Ésta es una declaración general, no tan vívida como las que siguen. Después leemos: «y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y trompeteros no se oirán más en ti». Toda música ha desaparecido (véase Jer. 25:10). ¿Qué es el mundo sin música? Sin embargo, es posible vivir sin ella. En realidad, parece que algunas personas prefieren vivir sin ella. Lo que sigue hace las condiciones más serias. «y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti». Trate de imaginarlo que sería la vida en cualquier ciudad grande sin ningún artífice. Pero en lo que sigue a continuación parece que se quita todo lo que sustenta la vida. «Ni ruido de molino se oirá más en ti» (véase Jer. 25:10). La figura está acercándose a su clímax terrible. «Luz de lámpara no alumbrará más en ti» (véase Jer. 25:10). Reinan densas tinieblas, tan densas que pueden palparse, tinieblas que simbolizan la efusión final y completa de la ira de Dios sobre este mundo malo, seductor y amante del placer. Y aquella condición continúa por toda la eternidad. y ahora la última pincelada. Todo lo que imparte unidad, toda relación de amor, ha desaparecido completamente y para siempre. «Ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti» (véase Jer. 25:10). ¿y cuál es la razón de esta terrible sentencia? Los mercaderes de Babilonia eran los «poderosos» de la tierra (véase Ap. 6:15). Se olvidaron completamente de Dios. Los mercaderes tenían una sola ambición, la de ser grandes, tener poder y autoridad a semejanza de Dios. Y a todo esto se añade: «pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones» (véase Is. 47:9-15). El oro y el encanto de este mundo engañaron a los malos. La bestia que subió de la tierra, que también se llama «el falso profeta», había tenido buen éxito en su esfuerzo de seducir a las gentes. Además, la ramera las había hecho alejarse cada vez más y más de Dios. Finalmente fue hallada en Babilonia la sangre de todos los profetas de Dios, de los santos, y aún de todos los mártires cristianos. Babilonia los había matado a todos ellos. Aquí tenemos otra razón por la que pensamos en el término «Babilonia» como mostrando el mundo como una realidad pasada, presente y futura, y no simplemente como una ciudad que existirá en los últimos tiempos. Sin embargo, el punto principal que debemos observar es que este mundo arrogante y sediento de placer, con todas sus riquezas y placeres seductores, con toda su filosofía y cultura anticristiana, con sus multitudes que han abandonado a Dios y vivido conforme a las concupiscencias de la carne y los deseos de la mente, perecerá. Los malos sufren desesperación eterna. Esta sentencia no estará completa hasta el día del juicio final.
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