Se han presentado a cinco enemigos del Cristo: el dragón, la bestia que sube del mar, la bestia que sube de la tierra o el falso profeta, la ramera Babilonia, y las personas que tienen la marca de la bestia. Hemos visto lo que sucede a las personas que reciben esta marca (cap. 15, 16). En la visión actual el apóstol nos muestra por medio de imágenes simbólicas lo que sucede a Babilonia, a la bestia que sube del mar y al falso profeta. En Apocalipsis 20 se describirá la derrota del dragón. En general, se puede subdividir esta sección como sigue: El capítulo 17 describe la naturaleza y cuenta la historia de la gran ramera, Babilonia. El capítulo 18 nos muestra el carácter inevitable, completo e irrevocable de la caída de Babilonia. El capítulo 19 nos introduce al regocijo en el cielo a causa de la completa derrota de Babilonia y a causa de las bodas del Cordero. También presenta al autor de esta victoria, el jinete sentado sobre el caballo blanco, el cual triunfa sobre Babilonia, sobre la bestia y sobre el falso profeta, y ejecuta juicio final sobre todos sus enemigos. A. El juicio de Babilonia 1. La mujer y la bestia (17:1-6) Aparece a Juan uno de los siete ángeles que tenían las siete copas. El hecho de que aparece uno de estos ángeles indica que la visión es una de calamidad para los malvados y de felicidad para la iglesia (véase Ap. 21:9). Este ángel habla de una manera amigable a Juan y le dice: «Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas». Así, en el Espíritu (véase Ap. 1:10) Juan es llevado al desierto donde ve una bestia escarlata. 1 Es la bestia que sube del mar, la cual simboliza al mundo como el centro de persecución. Este espíritu de persecución se manifiesta por medio de los gobiernos y pueblos de este mundo, especialmente por medio de los grandes imperios mundiales que en la historia siguen el uno al otro. Juan ve esta bestia en el desierto, porque había huido hacia allá la mujer radiante de Apocalipsis 12, la cual representa a la iglesia. La bestia no está sola. Una mujer está sentada sobre ella. No debemos confundir esta mujer de Apocalipsis 17 con la mujer radiante de Apocalipsis 12. Las dos son enemigas. La mujer de Apocalipsis 17 - la que está sentada sobre la bestia- es la gran ramera. Está vestida suntuosamente y ataviada con exceso. Está «adornada con oro». Está vestida de púrpura y escarlata, porque está sentada como reina. Sus adornos son piedras preciosas y perlas. Los reyes de la tierra son sus amantes. Las gentes mundanas se embriagan con el vino de su fornicación. En su mano tiene un cáliz lleno de abominaciones: las cosas impuras relacionadas con su fornicación. En su frente, posiblemente una cinta atada a su frente, está escrito un nombre: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. No solo sus amantes, sino también ella misma, todos están embriagados, a saber, con la sangre de los mártires de Jesús. Juan se maravilla grandemente. No entiende el significado de esta imagen y, por lo tanto, el ángel se lo explica. Esta ramera es evidentemente Babilonia(17:5, 18; 19:2, 3). La cuestión es la siguiente: ¿qué representa Babilonia? 3 Para poder interpretar correctamente el significado simbólico de esta figura, tenemos que tener en cuenta primero que Babilonia se llama la gran ramera. En otras palabras, el símbolo indica lo que atrae, tienta, seduce y distrae a las gentes, separándolas así de Dios. En segundo lugar, tenemos que recordar que esta ramera es una ciudad mundana, a saber, Babilonia. Nos hace pensar en la antigua Babilonia, loca de placer, arrogante y presuntuosa. La descripción de esta Babilonia simbólica de Apocalipsis 17-19 nos hace recordar también a Tiro, aquel centro pagano de maldad y seducción. Observe la semejanza notable entre Apocalipsis 17-19 y Ezequiel 27, 28. Además, cuando estudiamos el catálogo de las mercaderías que se encontraban en Babilonia (Ap. 18:11-16) es muy evidente que el símbolo se refiere a una gran metrópoli industrial y comercial. Por tanto, Babilonia tiene que significar el mundo como centro de industria, comercio, arte, cultura, etc. Por medio de todas estas cosas, Babilonia procura atraer y seducir al creyente, es decir, distraerle de Dios. Simboliza la concentración del lujo, del vicio y del encanto de este mundo. Es el mundo visto como la personificación de «los deseos de la carne, y los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida» (1 Jn. 2:16). En tercer lugar, Babilonia vista así es la Babilonia pasada, presente y futura. Su forma cambia; su esencia permanece la misma. Recordemos que la ramera, Babilonia, está muy estrechamente asociada con la bestia; en realidad la relación es tan estrecha que se dice que ella está sentada sobre la bestia (17:3). La bestia es todo el movimiento perseguidor anticristiano a lo largo de toda la historia, personificado en sucesivos imperios mundiales. Es obvio que la bestia es del pasado, presente y futuro ( Ap. 17:8-10). Por tanto, concluimos que la ramera también representa el mundo como el centro de seducción anticristiana en cualquier momento de la historia. Que la ramera Babilonia existía en cierta forma o personificación en los días de Juan, se deduce de lo que dice Apocalipsis 17:9, «Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer». Aquí se refiere claramente a Roma. La ciudad imperial atraía con sus placeres a los reyes de las naciones, a los gobernantes de cada esfera de la vida: arte, industria, comercio, etc. (véase Ap. 17:2). El apóstol ve la Roma de su propio tiempo llena de vanidad, de lujo y de placer. Era una ciudad loca por los placeres. Hasta los santos eran despedazados en sus circos para la diversión y pasatiempo del público. La ramera estaba embriagada de la sangre de los santos (17:6). En Apocalipsis 18:4, cuando se da la admonición, «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados», esta orden fue destinada no solamente para las personas que estarán viviendo cerca del fin de la historia del mundo, sino también para los creyentes que vivían en los días y tiempos de Juan; y, en realidad, para los creyentes de todos los tiempos. Por lo tanto, Babilonia es el mundo como centro de seducción en cualquier momento de la historia, particularmente a lo largo de toda la dispensación actual. La ramera, Babilonia, es siempre aquella que se opone a la esposa, la Nueva Jerusalén (Ap. 21:9-27). Ambos símbolos son introducidos por «uno de los siete ángeles que tenían las siete copas». Pero son contrarios. En consecuencia, la caída de Babilonia se refiere no solamente a la destrucción final del mundo, visto como el centro de cultura y seducción anticristiana, en el momento de la segunda venida de Cristo, sino también a la demolición de cada concentración anterior de tentación mundana. La ruina de Babilonia sucede repetidas veces a través de toda la historia, pero especialmente en el gran día del juicio final. La caída de la última gran Babilonia -Babilonia en su forma final- coincide con la venida de nuestro Señor para el juicio. Ahora, según la figura usada aquí, la ramera tiene en su mano un cáliz de oro. Un cáliz de oro incita a la bebida, porque uno espera de un vaso tan precioso la bebida más preciosa. Sin embargo, el cáliz no contiene nada sino abominaciones, las cosas impuras relacionadas con la fornicación de la mujer. Sea lo que fuere la cosa usada por el mundo con el fin de distraer a los creyentes de su Dios, esta cosa está en este cáliz: las revistas pornográficas, los deportes en los cuales uno se obsesiona tan intensa y plenamente, el lujo, la fama y el poder mundano, las concupiscencias de la carne, etc. Haga cada uno su propia lista. La lista incluye cosas que son malas en sí, así como cosas que llegan a ser malas porque no se las considera como medios, sino como un fin en sí mismo, es decir, arte por amor al arte, etc. El ángel le revela a Juan el misterio de la mujer y de la bestia que la trae (vv. 7-18). Observe la asociación estrecha entre la bestia, o el imperio del mundo, y la mujer, o seducción. Esta asociación es real en un sentido doble: en primer lugar, las gentes mundanas toman el vino de la fornicación de la mujer y se entregan a sus placeres; en segundo lugar, el mundo como el centro de persecución y el mundo como el centro de lujo, cultura anticristiana y placer, trabajan siempre en estrecha cooperación al oponerse a la iglesia. El profeta Balaam estaba enterado de esto. Por tanto, aconsejó a Balac que hiciese uso del astuto arte del engaño con el fin de engañar y destruir a Israel (Nm. 31:16; Jud. 11; Ap. 2:14). En los días de Juan, Roma no solamente perseguía a la iglesia por medio de la espada, sino que también procuraba seducir a los creyentes por medio de las tentaciones de la gran ciudad. Lo mismo sucede también hoy día. Los gobiernos anticristianos no destruyen todos los edificios de la iglesia; ¡cambian algunos de ellos en lugares de diversión mundana! Así, durante su larga historia la bestia y la mujer siempre están asociadas. Siempre, hasta que... la bestia se vuelva contra la mujer (véanse los vv. 16-18).
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