Juan oye la voz del Todopoderoso. Es una gran voz porque el Señor está lleno de ira a causa de la impenitencia de los seguidores de Satanás. Dice la voz: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios». Al estudiar estas copas, observe su notable semejanza con algunas de las plagas de Egipto. Estas plagas descritas en Éxodo 7-10, son indicativas de todas las manifestaciones de la ira de Dios sobre los malvados (véase Dt. 28:20). A lo largo de toda la historia, especialmente durante toda esta nueva dispensación, Dios usa cada área del universo para castigar a los malvados e impenitentes perseguidores de su pueblo. El que se rehúse a ser amonestado por las trompetas de juicio (Ap. 8-11) será «destruido» por las copas de ira. Para una persona, cierta calamidad puede ser una trompeta de juicio, mientras que para otra el mismo evento puede ser una copa de ira. Así, la enfermedad que arrojó al Rey Herodes Agripa al infierno sirvió como una advertencia a otros. Los que continúan impenitentes serán malditos en la ciudad y malditos en el campo (Dt. 28:16). A veces nuestro Señor usa úlceras malignas e incurables o cualquiera otra enfermedad incurable para lanzar los inicuos al infierno. Esto viene de la primera copa (16:2; Éx. 9:10; Dt. 28:27; Hch. 12:23). Piense en Herodes y recuerde que durante esta dispensación entera nuestro Señor está haciendo continuamente lo mismo. Respecto a los creyentes en Cristo, las aflicciones de la carne no son nunca copas de la ira (véase Ro. 8:28). Por tanto, leernos que esta plaga afectaba solamente a aquellos que tenían la marca de la bestia (véase Ap. 13:15-17). A veces se usa el mar como instrumento de destrucción. Éste es el propósito de la segunda copa (16:3; Éx. 7:17-21; 15:1; Sal. 48:7; 78:53). El mar, de acuerdo a la visión de Juan, se convierte en sangre corno de un muerto, sangre coagulada que emite un olor repugnante. Aquí, de nuevo, tenernos que recordar que aunque el símbolo está arraigado en la historia del Antiguo Testamento, sin embargo, se está usando el mar continuamente para ese mismo propósito.
Así como todas las calamidades marítimas son advertencias para los inicuos, así también por medio de algunos de estos desastres los impenitentes son arrojados al infierno. Esto sucede repetidas veces durante toda la historia. La tercera copa trae maldición sobre los ríos y las fuentes, haciendo que se conviertan en sangre (16:4-7; Éx. 7:24; 1 R. 17:1; 18:5,40). El ángel de las aguas proclama la justicia de Dios que castiga así a los impenitentes. Es una retribución justa. Debajo del altar las almas de los mártires habían clamado por venganza (véase 6:9, 8:3-5). Por lo tanto, cuando se ejecuta esta venganza es el altar que contesta: «Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos». Con frecuencia el Señor hace que el sol queme a los malvados, la calamidad que la cuarta copa produce (16:8, 9; Dt. 28:22: «Jehová te herirá de ardor, y de calor»). Pero estos hombres no son santificados por medio del sufrimiento. Al contrario, se hacen aún más inicuos y blasfeman al Dios del cielo que tiene potestad sobre estas plagas. No se arrepienten. Vemos claramente que esta descripción es verdadera respecto a todos los impenitentes perseguidores de Cristo y de su iglesia durante esta dispensación entera. También se derrama a veces la ira de Dios sobre el trono de la bestia. Esto ocurre con la quinta copa (16:10, 11). Este trono de la bestia es el centro del gobierno anticristiano (véase Nah. 3:1; Hab. 3:12-14). Cuando caiga Asiria, o Babilonia, o Roma, parece que se arruina el universo entero del impenitente (véase Ap. 17:9-18). Los inicuos pierden todo su valor. Se desesperan. Continúan mordiendo de dolor sus lenguas, no solamente a causa de esta plaga sino también a causa de sus úlceras, recibidas cuando se derramó la primera copa. Note que con las copas se hace hincapié en cuanto a su finalidad. Mientras que solamente murió la tercera parte de las criaturas vivientes que estaban en el mar cuando se tocó la segunda trompeta, en cambio la destrucción hecha por la segunda copa es completa: «y murió todo ser viviente». De nuevo, mientras que la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo cuando se tocó la tercera trompeta, en cambio al ser derramada la tercera copa todo el abastecimiento de agua existente se convierte en sangre, etc. Ésta es la ira final de Dios. La sexta copa produce Armagedón (16:12-16). Últimamente se han oído muchos sermones y disertaciones respecto a Armagedón, 2 pero para poder interpretar correctamente esta batalla, empecemos con un breve resumen de la historia del Antiguo Testamento en el cual este símbolo está probablemente radicado. Lo encontramos en Jueces 4 y 5. Israel está de nuevo en la miseria. En esta ocasión el rey Jabín, el cananeo, es el opresor. Los despojadores salen para saquear los sembrados y pillar las cosechas de los israelitas. Tan numerosos son estos despojadores que los israelitas se esconden y tienen miedo de aparecer en las carreteras (Jue. 5:6). ¿Pero acaso no pueden luchar y echar fuera a estos cananeos? No. El rey Jabín y el general Sísara son fuertes. ¡Tienen novecientos carros herrados! Israel no tiene siquiera un escudo o una lanza (Jue. 5:8). ¿Tendrá acaso que perecer el pueblo? En las montañas de Efraín habita Débora (Jue. 4:5), quien un día dice a Barac el juez: «Levántate; porque éste es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti?» (Jue. 4:14). Se pelea una batalla en Meguido (Jue. 5:19). En esta batalla los enemigos de Israel son derrotados. Jehová mismo venció a los enemigos de Israel. «Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara» (Jue. 5:20). Por tanto, Armagedón es el símbolo de todas las batallas en las cuales, cuando la necesidad es más grande y los creyentes son oprimidos, el Señor manifiesta de repente su poder a favor de su pueblo angustiado y vence al enemigo. Cuando los ciento ochenta y cinco mil de Senaquerib son muertos por el ángel de Jehová, esto es una sombra del Armagedón final. Cuando Dios concede a un pequeño puñado de macabeos una gloriosa victoria sobre un enemigo que los excede grandemente en número, esto es un tipo de Armagedón. Pero la verdadera, grande y final batalla de Armagedón coincide con aquel período cuando Satanás será desatado «un poco de tiempo» (véase Ap. 11:7-11). Cuando el mundo, bajo la dirección de Satanás, del gobierno anticristiano y de la religión anticristiana -el dragón, la bestia y el falso profeta- se congrega contra la iglesia para la batalla final, y la necesidad es mayor; cuando los hijos de Dios, oprimidos por todos lados, claman por ayuda; entonces Cristo aparecerá de repente y dramáticamente para librar a su pueblo. Aquella tribulación final, aquella aparición de Cristo en nubes de gloria para librar a su pueblo, esto es Armagedón. Es por esta razón que Armagedón es la sexta copa. La séptima es el día del juicio. Como ya hemos indicado, esta sexta copa, lo mismo que las anteriores, se manifiesta repetidas veces en la historia. Sin embargo, lo mismo que las otras copas, llega a su final y más completo cumplimiento inmediatamente antes y en conexión con el ultimo día. Juan ve que se derrama la sexta copa sobre el río Éufrates. Este río representa a Asiria, a Babilonia, al mundo inicuo. Cuando leemos que el agua del río se secó, quiere decir que está preparado el camino para que todas las potencias anticristianas puedan atacar a la iglesia. El apóstol ve salir de la boca del dragón (Satanás) y de la boca de la bestia (el gobierno anticristiano) y de la boca del falso profeta la religión anticristiana) tres espíritus inmundos. Estos espíritus o demonios son comparados a ranas para indicar su carácter abominable, repugnante y repulsivo. Representan ideas, planes, proyectos, métodos y empresas satánicas e infernales, nacidas en el infierno e introducidas por el infierno dentro de la esfera del pensamiento y la acción. Así, cuando los reyes de la tierra se congregan para hacer guerra contra los creyentes, esta batalla o persecución es inspirada por el infierno mismo. Aquí se dice muy poco respecto a esta batalla final, pero tenemos que recordar que en Apocalipsis 11:7-10 y especialmente en Apocalipsis 19:11-21 y 20:7-10 se describe este mismo conflicto de Armagedón. 3 En este momento de tribulación y angustia, de opresión y persecución, Cristo aparece de repente (v. 15). Aparece repentina e inesperadamente como ladrón (véase Mt. 24:29-51; 1 Ts. 5:4; 2 Ts. 2:8-12; 2 P. 3:10). Por tanto, que el creyente se mantenga vigilante. Que guarde sin mancha sus vestiduras de justicia, para que los hombres no vean sus pecados (véase Ap. 3:18; 7:14). Esta sección, lo mismo que las anteriores, termina con una descripción muy gráfica del terror del juicio final, que es simbolizada con la séptima copa (16:17-21). La caída final de Babilonia es un golpe devastador para los que tienen la marca de la bestia. Todo lo que les encanta ahora se derrumba. Se encuentra completamente arruinado. Se derrama esta copa por el aire. Cuando una maldición cae sobre el aire, la vida que hay en la tierra perece. De repente Juan oye salir del santuario una gran voz -la voz de Dios mismo- diciendo, «Hecho está». Ha venido la revelación final y completa de la ira de Dios, por tanto tiempo restringida; ha llegado el día del juicio. En la imagen el apóstol ve relámpagos, oye voces y truenos, ve un terremoto, el más grande de todos los tiempos. La gran ciudad de Babilonia se parte en tres y se derrumba. Así, el imperio anticristiano entero, considerado como un centro de seducción, el reino entero del mundo, cae y es destruido. Sus ciudades y naciones son arruinadas. En este gran día del juicio se ve claramente que, después de todo, Dios no ha olvidado los pecados de Babilonia. Su ira, por tanto tiempo detenida, estalla ahora completamente. El mundo recibe ahora el cáliz del vino del furor de su ira (véase Ap. 14:10). Todas las islas huyen y no son hallados los montes (véase nuestra explicación de Ap. 6:14). Juan, estando en el espíritu, ve caer ahora sobre estos hombres endurecidos e impenitentes enormes piedras de granizo, ¡como del peso de 50 kilogramos! El significado es el siguiente: en el juicio final se destruye el imperio entero de maldad. Es completamente arruinado. Además, note que este granizo cae del cielo; simboliza el juicio de Dios, la efusión final y completa de su ira. ¡Pero aun en el infierno, a causa de la dureza de sus corazones y a causa de la plaga enormemente grande, estos pecadores impenitentes blasfeman contra Dios!
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