Juan ve el cielo abierto, no tan solo una puerta abierta en el cielo (Ap. 4:1). Sobre un caballo blanco -lo mismo que en Apocalipsis 6:2- está sentado Cristo. Su nombre es «Fiel y Verdadero». Éste es nuestro Señor al momento de su segunda venida, para juicio: para juzgar y pelear. Está a punto de juzgar con justicia, porque sus ojos penetrantes son una llama de fuego (1:14). En su cabeza el apóstol ve muchas diademas reales, porque él es Rey sobre todo. Son «diademas» reales ahora y no la corona de victoria o «OTÉcPCXVO» (véase Ap. 6:2). Ninguno conoce su nombre sino él mismo. ¿Expresa este nombre el carácter interior de su relación con el Padre? Considerando que ha llegado para el juicio, está vestido de una ropa teñida en sangre, no la sangre de la cruz sino, simbólicamente, por supuesto, la sangre de sus enemigos (Is. 63:1-6; Ap. 14:20). Se le llama «el Lagos (o el Verbo) de Dios» (Jn. 1:1). Nadie sino él entiende el pleno significado de este nombre. Todo lo que podemos decir es que se llama «el Verbo de Dios» porque en él Dios se expresa y se revela completamente (Jn. 1:18; 10:30).
En su segunda venida, vendrá acompañado de los ejércitos del cielo, es decir, los santos ángeles (Mt. 25:31). Son santos ángeles y, por tanto, están vestidos de lino finísimo, blanco y limpio. De su boca sale una espada aguda (Ap. 1:16; 2:12, 16). Esta espada no es la dulce historia del evangelio. Es símbolo de destrucción, como indica claramente el contexto entero. Viene para «herir las naciones» y «regirlas con vara de hierro» (Ap. 2:27; 12:5). Pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Viene para llevar a cabo la sentencia del Dios Todopoderoso (Mt. 25:31-46; Jn. 5:22; Hch. 17:31). Por medio de la destrucción de la bestia y sus aliados, él se revela completamente ahora como el Rey de reyes y el Señor de señores. Tan cierta es esta victoria de Cristo sobre la bestia y el falso profeta y sobre todos aquellos que les adoran, que un ángel que estaba en el sol clamó a todas las aves para que viniesen y se congregasen a la gran cena de Dios y para que comiesen las carnes de reyes, de capitanes, de fuertes, de caballos y sus jinetes, y aun las carnes de todos los malos, libres y siervos, pequeños y grandes (véase Ap. 6:15; 17:12, 15). iEs una enorme matanza! Es la matanza de Armagedón. Recuerde que Armagedón consta de dos elementos: el ataque final del poder anticristiano -la bestia- contra la iglesia, y la victoria de Cristo sobre este ejército inmenso al momento de su segunda venida para el juicio. Juan ve a la bestia, el poder perseguidor personificado en el gobierno mundial y dirigido contra Cristo y su iglesia, y los reyes de la tierra y sus ejércitos congregados contra el que monta el caballo blanco y su ejército. Por tanto, el apóstol ve a todo el mundo incrédulo congregado para el ataque final contra la iglesia. Observe, por favor, que no se describe la batalla misma. Esta batalla de Armagedón no es un conflicto prolongado, venciendo ahora con este ejército y después con el otro. No, «con el aliento de su boca» Cristo al momento de su segunda venida vence al enemigo. «Con el resplandor de su venida» destruye sus enemigos C2 Ts. 2:8). De la misma manera aquí en Apocalipsis. Se nos dice solamente que las fuerzas anticristianas están congregadas contra Cristo y su ejército, y que son vencidas. La bestia CAp. 13:1-10) es tomada, y asimismo el falso profeta, es decir, la bestia de la tierra (Ap. 13:11-18), el gran engañador (Ap. 13:13, 14). Estos dos son lanzados vivos dentro de un lago ardiendo con fuego y azufre (Ap. 20:10). Como estos son los líderes de la persecución anticristiana y de la religión y filosofía anticristiana respectivamente, se dice que son lanzados vivos a la perdición; mas los hombres que les adoran son muertos primeramente y después lanzados en el lago de fuego y azufre. Esto quiere decir que en la segunda venida de Cristo, la persecución de Satanás contra la iglesia y su poder para engañar en la tierra cesan para siempre. Toda influencia de Satanás, ya sea en el sentido de persecución o de engaño, marchará junto con él al infierno, y nunca jamás aparecerá fuera del infierno. Cristo, el jinete montado en el caballo blanco, triunfa completamente. Tan perfecta es su victoria sobre sus enemigos que, según el simbolismo que empieza en el versículo , todas las aves se hartaron de las carnes de los malos (v. 21). Así, en un lenguaje simbólico se ha descrito de nuevo el día del juicio. Hemos visto el fin de los hombres que llevan la marca de la bestia (Ap. 15, 16). Hemos contemplado también la caída de Babilonia (Ap. 17:1). Hemos leído la descripción de la victoria de Cristo sobre la bestia y sobre el falso profeta (Ap. 19:11-21). Todos ellos son derrotados. Su derrota no es consumada hasta el día de la venida de Cristo para el juicio. En aquel tiempo todos serán derrotados juntamente, aunque se hayan presentado sus historias bajo diferentes símbolos y en distintos párrafos. Queda un solo enemigo, el líder de todos ellos. Es el dragón, Satanás. En la sección final del Apocalipsis se describe su caída.
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