Desde la atadura de Satanás hasta el juicio final Apocalipsis 19:19-21 nos ha llevado al final de la historia, al día del juicio final. En Apocalipsis 20 regresamos al principio de la dispensación actual. Así, la conexión entre los capítulos 19 y 20 es semejante a la que existe entre los capítulos 11 y 12. Apocalipsis 11:18 anuncia «el tiempo de juzgar a los muertos». Ha llegado el fin. Sin embargo, en Apocalipsis 12 volvemos al principio del periodo neotestamentario, porque Apocalipsis 12:5 describe el nacimiento, la ascensión y la coronación de nuestro Señor. De la misma manera con el capítulo 20 empezamos de nuevo. Ahora, hay un paralelo muy notable entre los capítulos 11-14, por una parte, y el capítulo 20, por otra. Ambos realizan las mismas divisiones respecto a los períodos de la historia, aunque el punto de vista es distinto. Observe usted el paralelo: Apocalipsis 11-14: 12:5-12. En conexión con el nacimiento, la muerte, la ascensión y la coronación de Cristo, Satanás es arrojado del cielo. Sus acusaciones pierden toda semejanza de justicia. Apocalipsis 20: 20:1-3. Satanás es atado y arrojado al abismo; su poder sobre las naciones es refrenado. En lugar de que las naciones venzan a la iglesia, la iglesia empieza a vencer (evangelizar) a las naciones. 11:2-6; 12:14-17. Un largo período de poder y de testimonio para la iglesia, la cual es mantenida «lejos de la presencia de la serpiente (Satanás)>>. La influencia del diablo es refrenada. 117-19; 13:7. Un breve periodo de la más severa persecución. Éste es el «poco tiempo» de Satanás, la manifestación más terrible y final del poder perseguidor del anticristo. 11:17, 18; 14:14-20. La sola y única segunda venida de Cristo para el juicio. 20:4-6. Un largo período de poder para la iglesia, ya que Satanás ha sido atado. Este permanece atado durante mil años, es decir, durante toda esta era evangélica (Ap. 20:2, 3). (En el cielo, las almas de los redimidos viven y reinan con Cristo). 20:7-10. Un breve período de la más severa persecución: Satanás congrega el ejército de Gag y Magog contra la iglesia. Ésta es la batalla de Armagedón. 20:11-15. La sola y única segunda venida de Cristo para el juicio. Una vez que podamos ver este «orden de eventos» o «programa de la historia», no es difícil entender Apocalipsis 20. Solamente será necesario recordar el orden de sucesión: la primera venida de Cristo es seguida por un largo período en el cual Satanás permanece atado; éste a su vez es seguido por el «poco tiempo» de Satanás; y el poco tiempo de Satanás es seguido por la segunda venida de Cristo, es decir, su venida para el juicio. Debe quedar claro para cualquiera que lea con cuidado Apocalipsis 20, que los «mil años» anteceden a la segunda venida de nuestro Señor para el juicio. No se describe esta segunda venida para el juicio hasta que llegamos al versículo 11. Es claro que la teoría de los premilenarios está en contraposición a los hechos aunque sin embargo, aunque en Apocalipsis 20 recorremos el mismo terreno que en las visiones anteriores, a saber, esta dispensación entera desde la primera hasta la segunda venida de Cristo, la consideramos desde un aspecto diferente. Recuerde que Apocalipsis 12 introduce a cinco enemigos de la iglesia. ¡Todos caen juntos! Sin embargo, el relato de su derrota se encuentra en distintas visiones. Las visiones anteriores nos han contado lo que sucede a cuatro de los cinco enemigos presentados en el capítulo 12. Queda uno solo, a saber, Satanás mismo. Se describe su derrota en nuestra visión actual. En esta conexión recordemos el tema principal del libro entero. El tema es: La victoria de Cristo y de su iglesia sobre todos sus enemigos. Cuando Satanás también es arrojado en el lago de fuego y azufre Cap. 20:10. No queda ni un solo enemigo para vejar a la iglesia. Somos vencedores; y aun somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó, porque no solamente triunfamos sobre todos los enemigos, sino también vivimos y reinamos con Cristo. Y en esta suprema felicidad participarán muchos de los que nos resistieron en tiempos pasados (véase Ap. 3:9). En verdad, ¡somos más que vencedores! 1. Satanás es atado (20:1-3) Estudiemos primeramente la visión en la cual Satanás es atado por mil años y arrojado al abismo. Juan ve a un ángel descendiendo del cielo. El ángel tiene una llave con la cual va a cerrar el abismo (véase Ap. 9:1, 11). Este abismo es un hoyo profundo cuya entrada es un pozo (Ap. 9:1) que tiene una tapa. Esta tapa puede ser abierta (Ap. 9:2), cerrada (Ap. 20:3) e incluso sellada (Ap. 20:3). Sin embargo, tenga en cuenta que todo esto es simbólico. Colgada de la mano del ángel hay una cadena. Evidentemente está listo para atar a alguien con el fin de encerrarlo en el abismo. ¿Qué sucede? Juan ve de repente al «dragón» fuerte, astuto y grotesco. Es «la serpiente antigua», sagaz y engañosa. Para poder describirle aún con mayor exactitud, se le llama también «el diablo», es decir, «calumniador» y «Satanás», es decir, «adversario» o «acusador falso». Estando en el Espíritu, Juan nota ahora que el ángel prende a Satanás. Le hace impotente y le ata segura y firmemente. El diablo permanece atado durante mil años. El ángel le arroja al abismo y lo encierra, y pone un sello sobre él. Así, Satanás permanece «encerrado» durante mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. ¿Cuál es el significado de este símbolo? Para poder entender lo que significa en verdad «atar y arrojar a Satanás al abismo» tenemos que plantearnos primeramente la pregunta: ¿qué significado o importancia tenía precisamente este pasaje para los cristianos perseguidos del tiempo de Juan? Por tanto, transportémonos al mundo de Juan el apóstol, e imaginemos que la lenta manecilla del reloj de la historia nos indica el primer siglo d.C. Ahora, miremos a nuestro alrededor en todas direcciones. ¡Qué cuadro tan terrible de tinieblas y desolación espiritual! Trate de contar la abundancia de ídolos que hay por las calles y los santuarios de la Roma imperial. Son verdaderamente horribles las abominaciones, la suciedad, la corrupción, las supersticiones, los vicios, etc. que acompañan a las fiestas paganas. Por todo el mundo las capillas y los templos están llenos de adoradores ignorantes y medio desesperados. Vemos unas cuantas iglesias dispersas establecidas por medio de los esfuerzos de Pablo y de otros. Respecto a los demás, el paganismo triunfa por todas partes. Ahora, retroceda la manecilla del reloj de la historia hasta aquel período largo antes de la ascensión de Cristo. Note que todas las naciones -salvo los judíos- están bajo el dominio de Satanás. Claro que no en el sentido absoluto de la palabra, porque el reinado de Dios es siempre supremo, sino en el sentido de Hechos 14:16: «En las edades pasadas él [Dios] ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos». Si durante esta época actual el diablo «ciega los entendimientos de los incrédulos» (2 Ca. 4:4), ¡cuánto más durante la dispensación antigua! Con un suspiro de horror exclamamos, «¿No cambiará nunca esta condición? ¿Continuará para siempre esta época del Antiguo Testamento)? ¿Mantendrá el diablo su dominio sobre las gentes de la tierra? ¿Acaso no penetrará nunca en los palacios y las casas de Asia y de Europa la luz del glorioso evangelio? ¿Continuarán para siempre estas intensas tinieblas morales y espirituales? ¿Ha encerrado Dios con ira sus piedades?». La respuesta es: «iRegocíjense!» porque Cristo puede decir: «Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi Hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra» (Sal. 2:7-8). Además, «Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán... Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado» (Sal. 72:8-11, 17; véase también Gn. 12:3; Am. 9:11, 12; Miq. 4:12). Aquella era la profecía. Las tinieblas espirituales que cubren las naciones no continuarán; Satanás no engañará más a las naciones. Y ahora el cumplimiento. Jesús nace y empieza su ministerio. Los fariseos le acusan de echar demonios por el poder del mismo Satanás. Él les contesta, «¿Cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte (es decir, Satanás), y saquear sus bienes, si primero no le ata? Yentonces saqueará su casa» (Mt. 12:29). Aquí Mateo usa exactamente la misma palabra atar que se encuentra en Apocalipsis 20. Esta obra de atar a Satanás empezó cuando nuestro Señor triunfó sobre él durante sus tentaciones en el desierto (Mt. 4:1-11; Lc. 4:1-13). Producto de ello, Cristo empieza a «echar fuera» demonios. El poder y la influencia que Satanás ejerce sobre el pueblo engañado empieza a reducirse. y cuando los setenta misioneros regresaron, dijeron: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre». Observe lo que sigue: «y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc. 10:17, 18). En este pasaje, la «caída del cielo» de parte del diablo se asocia con la actividad misionera de los setenta. Es un pasaje muy importante que servirá de mucha ayuda para explicar Apocalipsis 20. En otra ocasión ciertos griegos quisieron ver a Jesús. Jesús les dice: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Observe que en este pasaje se usa una palabra que tiene en el original la misma raíz que la palabra que hemos traducido como «arrojar» o «lanzar» al abismo (Ap. 20). Aun más importante es el hecho de que en Juan 12:20-32, el echar fuera a Satanás se relaciona con el hecho de que no solamente los judíos, como era la regla en los tiempos pasados, sino «todos» -tanto griegos como judíos- serán atraídos a Cristo. Todo esto sucederá como resultado de los sufrimientos de Cristo en la cruz y el envío del Espíritu Santo. Colosenses 2:15 asocia claramente el «despojo» de Satanás y de sus ejércitos con el triunfo de Cristo en la cruz. Apocalipsis 12:5-17 demuestra claramente que «el lanzar fuera» a Satanás fue el resultado de la coronación de Cristo. Observe, por tanto, que en todos estos pasajes el atar y el lanzar fuera o la caída de Satanás se relacionan de alguna manera con la primera venida de nuestro Señor Jesucristo. Cuando decimos «la primera venida», aludimos a todos los eventos relacionados con ella desde la encarnación hasta la coronación. Por tanto, podemos decir que el atar a Satanás, según todos estos pasajes, empieza con aquella primera venida. Además, en algunos de los textos que hemos citado, este atar, etc., se relaciona claramente con la obra de las misiones y con la expansión del testimonio de la iglesia entre las naciones. Antes de la venida de Cristo -su victoria sobre el diablo en las tentaciones, su ministerio, su muerte, ascensión y coronación- la salvación se limitaba mayormente a los judíos. Dios había permitido que Satanás cegara los ojos de las naciones, de modo que éstas andaban en sus propios caminos. Un gran cambio iba a acontecer. La «verdad» del evangelio reemplazaría gradualmente la «mentira» del diablo. Satanás es atado a fin de que no pueda engañar más las naciones. Cristo atraerá a «todos» a sí mismo. Los elegidos de todas las naciones serán salvos. Por tanto, en estrecha armonía con todos estos pasajes bíblicos -y nuestra exégesis tiene que basarse siempre en la analogía de la Escritura- concluimos que también aquí en Apocalipsis 20:1-3 atar a Satanás y arrojarlo al abismo para permanecer allí por mil años, indican que durante esta era evangélica actual, que empieza con la primera venida de Cristo y se extiende casi hasta su segunda venida, se restringe la influencia del diablo en la tierra. No puede impedir la extensión de la iglesia entre las naciones por medio de un activo programa misionero. A lo largo de todo este período se le impide que incite a las naciones -al mundo en general- a destruir la iglesia como una poderosa institución misionera. Por medio de la predicación de la palabra administrada por el Espíritu Santo, los elegidos de todas partes del mundo son traídos de las tinieblas a la luz. En este sentido la iglesia vence a las naciones, y no las naciones a la iglesia. Durante todo este período se establecen iglesias. No sólo individuos pero instituciones y leyes también son afectados más o menos por el evangelio de la gracia de Dios. El aire mismo está lleno del evangelio! En las regiones donde al diablo se le había permitido ejercer autoridad casi ilimitada durante los tiempos del Antiguo Testamento, ahora se le fuerza a ver a los siervos de Cristo ganando poco a poco territorio. Dentro de un término comparativamente breve el cristianismo se extiende por todo el sur de Europa. Pronto conquista al continente entero. Y a medida que los siglos pasan es proclamado por dondequiera, de modo que todos los confines de la tierra oyen el evangelio del Crucificado y muchos se arrodillan delante de ÉL . La iglesia se ha hecho internacional. Esta iglesia internacional es muy poderosa: «La iglesia de Dios se mueve como un poderoso ejército». Los mapas del Atlas Misionero Mundial (World Missionary Atlas) están llenos de pequeñas líneas rojas subrayando los nombres de los lugares donde hay obras misioneras. El particularismo de la antigua dispensación ha dado lugar al universalismo de la nueva. Se ha traducida la Biblia a más de 1000 idiomas. No se puede estimar en un valor excesivo la influencia del evangelio sobre los pensamientos y la vida de la humanidad. En algunos países las benditas verdades del cristianismo afectan la vida humana en todos sus aspectos, a saber, político, económico, social e intelectual. La única persona que no puede apreciar las glorias de la era milenaria en que estamos viviendo ahora es la que carece del sentido histórico y, por tanto, es incapaz de ver el presente a la luz de las condiciones que prevalecieron por todo el mundo antes de la ascensión de Cristo. Realmente, está cumpliéndose delante de nuestro mismos ojos la profecía que se encuentra en el Salmo 72. Le rogamos que no mal entienda nuestra interpretación. No estamos diciendo que el mundo va mejorando cada vez más, y que luego casi todos se unirán a las filas del ejército del Señor. Muchos oirán el evangelio, pero no le prestarán atención. Además, las trompetas del juicio de Dios no convertirán un mundo que está endureciéndose debido a la incredulidad. La mayoría estará siempre del lado del diablo. Rechazamos muy enfáticamente el sueño de una era de paz, prosperidad y justicia universal en la tierra que logren los hombres y que antecederá la segunda venida de Cristo. De igual manera rechazamos en forma categórica la idea similar de que en el desarrollo de la civilización la todopoderosa «ley de la evolución» efectuará una tendencia siempre ascendente. No estamos cerrando los ojos frente a las maldades que nos rodean, ni tampoco ignoramos el hecho de que el humanismo contemporáneo, que se esconde detrás del disfraz de una mejor interpretación del cristianismo, es en realidad el gusano que está carcomiendo las raíces del árbol de la religión verdadera. Sin embargo, aunque estamos completamente enterados de todos estos síntomas de maldad y precursores de miseria, los hechos que hemos presentado son verdaderos y ningún argumento puede cancelarlos. La iglesia en verdad, ejerce una tremenda influencia para el bien de casi todo el conjunto de la vida humana. En este sentido -no en un sentido total el diablo está atado. Repetimos: el diablo no está atado en un sentido total. Su influencia no está destruida completamente. Por el contrario, dentro de la esfera en que se le permite a Satanás ejercer su influencia para mal, él brama furiosamente. Un perro atado firmemente con una cadena larga y fuerte puede hacer mucho daño dentro del círculo de su prisión. Sin embargo, fuera de aquel círculo el animal no puede hacer ningún daño a nadie. Asimismo Apocalipsis 20:1-3 nos enseña que el poder de Satanás ha sido refrenado y su influencia restringida respecto a una sola esfera definida de actividad: «para que no engañe más a las naciones». Claro está que el diablo puede hacer mucho durante este período actual de mil años. ¡Pero hay una cosa que él no puede hacer durante este período! Respecto a esta cosa está firme y definitivamente atado. No puede destruir a la iglesia como una poderosa organización misionera, publicadora del evangelio a todas las naciones. No puede hacerlo hasta que se cumplan los mil años. Hemos visto, por lo tanto, que los «mil años» de Apocalipsis 20 significan algo glorioso para el pueblo de Dios en la tierra. Sin embargo, las glorias del cielo durante este período superan ampliamente a las que pertenecen a la tierra. Ahora, los tres versículos, que siguen 20:4-6) describen la condición de los santos victoriosos en el cielo, no en la tierra. Por supuesto, estos dos aspectos del milenio están muy estrechamente relacionados, es decir, el terrenal (vv. 1-3) y el celestial (vv. 4-6), el atar a Satanás y el dominio de los santos. Satanás está atado y su influencia en la tierra se encuentra parcialmente paralizada debido al dominio personal de nuestro divino y humano Mediador como resultado de su obra redentora (véase Ap. 5). Debido a la conexión con este mismo dominio personal de Jesús en el cielo y desde éste, que las almas de los santos muertos reinan en lo alto (véase Ap. 3:21). Este dominio personal de Cristo en el cielo y desde éste es la base fundamental de todas las visiones del Apocalipsis. Es la clave para la interpretación de los «mil años». 2. El reinado de los santos (20:4-6) Para poder llegar a un entendimiento correcto de los versículos 4- 6 tenemos que retroceder nuestros pensamientos hasta el primer siglo d.C. Las persecuciones romanas prevalecen. Los mártires colocan con calma la cabeza bajo la espada del verdugo. Pablo y asimismo Santiago ya lo habían hecho. Antes que decir «el emperador es Señor» o depositar incienso en el altar de algún sacerdote pagano en señal de adoración al emperador, los creyentes confiesan a su Cristo aún en medio de las llamas y cuando son lanzados a las fieras en los anfiteatros romanos. Pero Cristo no ha olvidado a sus discípulos tan penosamente afligidos. Los sustenta para que puedan continuar fieles hasta el fin. Es precisamente por esta razón que él da a su magullada iglesia la visión de «las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús» (1:2, 9; 6:9). Describe a estas almas, -junto con todos los cristianos que murieron y que a su Señor en esta tierra- reinando con Jesús en el cielo. De hecho, es como si dijera: «¡Aquí en la tierra unos pocos años de sufrimiento; allí en aquella tierra mejor que está arriba, viven y reinan con Cristo mil años!» ¡Qué consolación! ¡Verdaderamente, los padecimientos de este tiempo actual no son dignos de ser comparados con la gloria revelada a las almas de los creyentes que están reinando con su Señor exaltado en el cielo! En conexión con este «reino de mil años» descrito en los versículos 4-6, contestaremos tres preguntas. Primero, ¿dónde ocurre? Según el pasaje que estamos considerando, acontece en tres lugares: 196 Apocalipsis 20-22: Victoria por medio de Cristo a. El reino de mil años sucede donde están los tronos, porque leemos: «y vi tronos, y se sentaron sobre ellos». Ahora, según el libro entero de Apocalipsis, el trono de Cristo y de su pueblo está siempre en el cielo (Ap. 1:4; 3:21; 4:2-10; etc.). b. El reino de los mil años sucede donde están las almas de los mártires separadas de sus cuerpos, porque leemos: «y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús». Juan ve almas, no cuerpos. Está pensando en almas sin cuerpos, porque leemos: «de los decapitados». En este pasaje entero no hay ni siquiera una palabra respecto a una resurrección de cuerpos. Se hace hincapié aún en la diferencia entre alma y cuerpo: «las almas de los decapitados». Es verdad que a veces la palabra «almas» significa «personas» como, por ejemplo, en Génesis 46:27 (Reina-Valera 1909). Pero en aquel caso se puede sustituir por «almas» la palabra «personas». !No podemos hacer lo mismo en Apocalipsis 20! Las almas reinan durante toda esta dispensación actual hasta la segunda venida de Cristo. Después, ya no serán las almas las que reinen. No, para ese entonces cuerpo y alma estarán juntos de nuevo. Por tanto, en ese tiempo los santos reinarán, no por un período limitado aunque largo -mil años- sino «por los siglos de los siglos» (Ap. 22:5). c. El reino de los cielos sucede donde Jesús vive, porque leemos: «y vivieron y reinaron con Cristo... » La cuestión, por consiguiente, es: ¿dónde, según el Apocalipsis, está el lugar desde el cual el Mediador exaltado gobierna el universo? ¿Dónde vive Jesús? Claramente, en el cielo. Es en el cielo que se representa al Cordero como tomando el rollo de la mano de aquel que estaba sentado en el trono (Ap. 5). Apocalipsis 12 claramente declara que Cristo fue «arrebatado para Dios y para su trono... Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos». Por lo tanto, el reinado de los mil años sucede en los cielos. La próxima pregunta que tenemos que responder es: ¿cuál es su carácter? Podemos resumir la naturaleza de este reinado de cuatro maneras: a. Es juzgar junto con Cristo. Las almas redimidas en el cielo alaban a Cristo por sus juicios justos. Cantan continuamente: «Sus juicios son verdaderos y justos». Se describe continuamente a estas almas como tomando parte en todas las actividades del Maestro: se sientan con él en su trono (véase Ap. 3:21); están con él sobre el monte de Sión (véase 197 Más que vencedores Ap. 14:1); cantan delante de su trono (véase Ap. 14:3; 15:3); verán su rostro (véase Ap. 22:4, etc.). b. Es vivir con Cristo: «vivieron y reinaron» (véase Ap. 7:9-17). En el cielo estas almas se comportan de una manera perfecta en una atmósfera perfecta. ¿y no es esto un ejemplo de lo que es la vida? c. Es participar en la gloria real con Cristo. Estas almas celebran la victoria del Cordero y, por tanto, la de ellas. ¡Reinan con él! Son contestadas todas sus oraciones; se están cumpliendo continuamente todos sus deseos. d. Es «la primera resurrección». La primera resurrección es el traslado del alma desde esta tierra pecaminosa al cielo santo de Dios. Es seguida por la segunda resurrección, al momento de la segunda venida de Cristo, cuando el cuerpo también sea glorificado. Nuestra pregunta final es: ¿quiénes participan en este reinado? La respuesta es simple y fácil. En primer lugar, todas las almas de los mártires: «las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús». En segundo lugar, todos los otros creyentes que murieron en la fe: los que «no habían adorado la bestia», etc. Los demás muertos, es decir, todos los que murieron, los incrédulos muertos, no vivirán hasta que los mil años sean cumplidos. Cuando se cumpla este período, entonces habrá un cambio. Luego, entrarán en «la segunda muerte». En otras palabras, reciben el castigo eterno; no solamente -como antes- del alma pero ahora del cuerpo también. Por tanto, su situación no ha mejorado sino más bien ha empeorado. En cambio, los que tienen parte en la primera resurrección son bienaventurados y santos. Sobre ellos la segunda muerte no tiene poder. No solamente reinarán con Cristo, pero también como sacerdotes adorarán a Dios en Cristo durante los mil años (Ap. 1:6; 5:10). 3. El conflicto final (20:7-10) Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión. Por lo tanto, es muy evidente que el propio Satanás instigará de una manera muy directa la más terrible y final persecución, por medio de la cual las fuerzas anticristianas oprimirán a la iglesia. El diablo congrega ahora a Gog y a Magog para un ataque final contra «el campamento de los santos y la ciudad amada». La expresión «Gog y Magog» se toma del libro de Ezequiel, 4 donde la frase indica sin duda el poder de los seléucidas, especialmente tal como había sido revelado en los días de Antíoco Epífanes, el cruel enemigo de los judíos. El centro de su reino estaba en el norte de Siria. Seleuco estableció su residencia allá en la ciudad de Antioquía en el río Orontes. Hacia el oriente, este territorio se extendía más allá del río Tigris. Hacia el norte, el dominio bajo el gobierno de los seléucidas incluía Mesec y Tubal, territorios en Asia Menor. Por consiguiente, Gog era el príncipe de Magog, es decir, Siria. Por lo tanto, la opresión contra el pueblo de Dios por «Gog y Magog» se refiere en Ezequiel a la persecución terrible bajo Antíoco Epífanes, gobernante de Siria. El libro de Apocalipsis usa este período de aflicción y miseria como un símbolo del ataque final de Satanás y sus hordas contra la iglesia. Observe la semejanza. En primer lugar, recuerde que el ataque de Gog y Magog (Siria bajo Antíoco Epífanes) fue la última opresión grande que el pueblo de Dios tuvo que sufrir en la dispensación antigua. Por tanto, es un símbolo apropiado del ataque final de las fuerzas anticristianas contra la iglesia durante la nueva dispensación. En segundo lugar, tenga presente que estos ejércitos de Gog y Magog eran muy numerosos. Por tanto, podían simbolizar adecuadamente la oposición mundial contra la iglesia en los días precedentes a la segunda venida de Cristo. En tercer lugar, piense en el hecho de que la tribulación bajo Antíoco Epífanes, aunque muy cruel, duró poco tiempo. Por tanto, puede indicar de una manera adecuada la breve y última tribulación que sucederá al final de la dispensación actual (véase Mr. 13:20; Ap. 11:11). Finalmente, recuerde que la derrota de los ejércitos de Siria, es decir, de Gog y Magog, fue muy inesperada y total. iEra claramente la obra de Dios! Por esta razón también, el asalto contra Israel por Gog y Magog podía servir como un símbolo excelente del conflicto final del mundo impío contra la iglesia. En el pasaje que estamos estudiando «Gog y Magog» son identificados con «las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra». Sin embargo, esta expresión no significa las naciones más lejanas. La expresión «Los cuatro ángulos de la tierra» significa sencillamente «el mundo entero». Todo el mundo inicuo va a perseguir a la iglesia. La oposición será mundial. Por tanto, no hay motivo alguno para considerar que nuestro pasaje esté refiriéndose a un ataque final que ciertas naciones «periféricas» lleven a cabo, por ejemplo, China, Japón e India, contra las naciones de Europa occidental y de América. El Nuevo Testamento sencillamente no contiene ninguna predicción que se aplique específica y exclusivamente a ciertas naciones o estados de nuestra era presente. Simplemente describe el conflicto entre la iglesia y el mundo. ¡No dice nada que se refiera exclusiva o aún específicamente a China, Japón a los Países Bajos o a Louisiana! El conflicto que se describe aquí no es el que sucede entre las naciones «civilizadas» y las «no civilizadas». Es simplemente el último ataque de las fuerzas del anticristo contra la iglesia. Nuestra interpretación se apoya también en la expresión: «y subieron sobre la anchura de la tierra» (véase Hab. 1:6; Is. 8:8; Gn. 13:17; Job 38:18). Entonces, el significado es el siguiente: la era en que la iglesia como una organización misionera poderosa podrá diseminar el evangelio por todas partes no va a durar para siempre, ni siquiera hasta el momento de la segunda venida de Cristo. Observe lo que está sucediendo en ciertos países aun hoy. ¿Están entrando ya en la época breve de Satanás ciertas regiones de esta tierra? En otras palabras, tenemos en Apocalipsis 20:7-10 una descripción de la misma batalla -no «guerra»- que se describió en Apocalipsis 16:12-21 y en Apocalipsis 19:19. En todos los tres casos leemos, en el texto griego, la batalla. Así en Apocalipsis 16:14 leemos: «para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso». Además, en Apocalipsis 19:19: «reunidos para la batalla contra el que montaba el caballo...». Asimismo, aquí en Apocalipsis 20:8: «a fin de reunirlos para la batalla». En otras palabras, éstas no son tres batallas diferentes. Tenemos aquí una misma batalla. En todos los tres casos, es la batalla de Armagedón. iEs el ataque final de las fuerzas anticristianas contra la iglesia! El «nuevo» dato que se revela en Apocalipsis 20 es lo que sucede a Satanás como consecuencia de esta batalla. Este asalto final es contra «la ciudad amada» llamada también «el campamento de los santos». Así, a la iglesia de Dios se la describe aquí bajo el doble simbolismo de una ciudad y un campamento. «y descendió fuego del cielo, y los consumió». Note el carácter repentino de este juicio sobre Gog y Magog. Es tan repentino e inesperado como el relámpago que destruye cayendo desde el cielo (véase 2 Ts. 2.8). ¡Así Cristo aparecerá de repente y derrotará a sus enemigos! Ésta será su única venida para juicio. Satanás había engañado al mundo inicuo. ¡Había engañado a los malos de modo que les hizo creer que era posible una victoria absoluta sobre la iglesia y que se podía vencer a Dios! Por tanto, el diablo, el engañador, será lanzado al lago de fuego y azufre (esto indica que el infierno es un lugar de sufrimiento tanto para el cuerpo como para el alma después del día del juicio) donde están también la bestia y el falso profeta. El significado no es que la bestia y el falso profeta fueron realmente lanzados en el infierno antes de Satanás, sino que el castigo de la bestia y del falso profeta ya han sido descritos (Ap. 19:20). Todos caen juntos: Satanás, la bestia y el falso profeta. Esto tiene que ser cierto, porque la bestia es el poder perseguidor de Satanás, y el falso profeta es la religión anticristiana de Satanás. Dondequiera que se encuentre Satanás, allí están los otros dos también. En este lago de fuego y azufre los tres son atormentados por los siglos de los siglos (Mt. 25:46). 4. El gran trono blanco (20:11-15) Ahora se describe de una manera muy gráfica la venida de Cristo para el juicio. Juan ve un gran trono blanco. Sentado sobre este trono está el Cristo (Mt. 25:31; Ap. 14:14). La tierra y el cielo huyen delante de su presencia. No se indica aquí la destrucción o la aniquilación del universo sino su renovación. Consiste en la disolución de los elementos por medio de un intenso calor (2 P. 3:10); una regeneración (Mt. 19:28); una restauración de todas las cosas (Hch. 3:21); y una liberación de la esclavitud de la corrupción (Ro. 8:21). Este universo ya no será sujetado a «vanidad». Juan ve a los muertos, grandes y pequeños puestos de pie ante el trono. Se ven delante del trono todos los seres humanos que han vivido en la tierra. Los libros son abiertos y se examinan los datos de la vida de cada persona (Dn. 7:10). Se abre también el libro de la vida, el cual contiene los nombres de todos los creyentes (Ap. 3:5; 13:8). Los muertos son juzgados según sus obras (Mt. 25:31-46; Ro. 14:10; 2 Ca. 5:10). El mar entrega los muertos que están en él, y la Muerte y el Infierno (Hades) también entregan los muertos que están en ellos. Aquí se refiere a la única resurrección general de todos los muertos. ¡La Biblia entera enseña solamente una resurrección general! (lea Jn. 5:28, 29). Esta única resurrección general sucede en el día postrero (Jn. 6:39,40,44,54). En ninguna parte de la Biblia leemos de una resurrección de los cuerpos de los creyentes, seguida, después de mil años, por una resurrección de los cuerpos de los incrédulos. Todos resucitan al mismo tiempo. La Muerte, es decir, la separación del alma y el cuerpo, y el Hades, el estado de separación, dejan de existir. Después de la segunda venida de Cristo para el juicio, no habrá más una separación entre el cuerpo y el alma ni en el cielo nuevo ni en la tierra nueva, ni aun en el infierno. Por lo tanto, hablando simbólicamente, la Muerte y el Hades -ahora personificados- son lanzados en el lago de fuego. Una advertencia final: «y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al Iago de fuego?
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